Críticas de cine

Crítica: Donde Viven los Monstruos. Un viaje a nuestra infancia

Resumen de la Crítica

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Las agencias de clasificación de películas estaban en lo cierto, restringiendo el público al que iba dirigido el film a la categoría de “Parental Guidance” (al criterio de los padres). 
 
Y no por la exagerada lista de motivos (un oscurismo que puede aterrorizar a los más pequeños o escenas que incitan a la violencia) por la que la compañía Warner temía que su proyecto no resultara rentable al tratarse de un film poco familiar, sino porque, simple y llanamente, la película no puede ser comprendida por un público tan amplio.
 
Donde Spike Jonze pretende crear una gran metáfora, impregnada del dolor y la soledad del proceso vital, los niños sólo verían un puñado de criaturas enfundadas en peludos disfraces que saltan unos encima de otros.
 
Cada palabra, cada expresión que nos encontramos a lo largo del film está marcada por un melancólico significado que nos recuerda lo doloroso que es hacernos adultos, lo doloroso que es vivir.

 

El director comienza tratando la tristeza del cambio, de dejar atrás etapas de la vida que han sido satisfactorias. A través de los tristes ojos de Max (interpretación magistral de Max Records), se nos muestra el abandono que siente un niño ante la separación de sus padres y la falta de atención de su madre, la inseguridad y el miedo a ser dado de lado y, por consiguiente, la rabia que todo esto produce y que necesita ser liberada. 
 
 
Así, Max huye del mundo que lo rodea para crear un lugar donde se sienta necesitado, un mundo en el que se autoproclama “rey de las criaturas salvajes”, creando así la figura paternal que sus nuevos amigos (y él mismo) necesitan, un pilar de protección que da seguridad a su vida. 
 
Los monstruos creados por Spike Jonze representan el lado irracional e inseguro que tan marcado se encuentra en cada niño (y en cada uno de nosotros, en menor medida). Son la parte absurda de los diálogos, las preguntas y sentimientos que a menudo nos gustaría expresar, pero que se guardan bajo llave, atendiendo a las barreras generadas por las normas y convencionalismos.   Son la rabia, el caos, la diversión. Sentimientos fácilmente destructibles por la soledad y tristeza que tanto afectan a Max.

El film expresa los miedos propios de los más pequeños (y no tan pequeños). Ser dado de lado, perder la atención de las personas a las que se quiere, sentirse desprotegido. Temores que podemos comprender porque aún están latentes en nuestra cabeza.
 
El director provoca que nos sintamos identificados con un niño, recordando a muchos de los espectadores sentimientos que habían mantenido escondidos.  El público acompaña a Max al viaje a su mundo de fantasía, llevando a cabo un paseo por la propia vida: la infancia, la evolución de las personas que nos rodean, el temor al cambio, el miedo al abandono, a la soledad e incluso a la muerte. En el film se expresa el miedo al fin de la vida, el desconcierto que a todos nos produce la idea del acabar de las cosas y la gran confusión con que esto puede vivirse en una mente infantil. 
 
A esto se refiere Carol, con mirada melancólica, cuando se encuentra paseando por el desierto junto a Max, enseñándole su nuevo mundo. “Esta parte de tu reino no está tan bien. Donde antes había piedras, ahora sólo hay arena. Y un día solo habrá polvo y…y no tengo ni idea de qué viene después del polvo”.
 
Y es que Spike Jonze ha demostrado que no es necesario disponer de un enorme presupuesto que invertir en grandes efectos especiales, un caro reparto de actores o una machacante publicidad, para crear una verdadera obra de arte. Porque “Donde viven los monstruos” es un regalo desde el punto de vista sentimental que, gracias a una fantástica actuación del pequeño descubrimiento, Max Records, y a un realismo visual (propiciado en parte por la baja suma de dinero de la que se dispuso), el film logra tocar la parte sensible de cada espectador.
 
De este modo seguimos a Max a lo largo de toda su aventura, sintiendo al pequeño como a un igual y observando su mundo como si fuera el nuestro. Deseando, durante cien minutos, que lo sea.

 

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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