Críticas de cine

Crítica: «Cisne Negro». El extremo y hermoso mundo de Aronofsky

Resumen de la Crítica

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El mundo del ballet es mágico. Mágico y peligroso.
 
Darren Aronofsky lo sabe y lo ha usado para adentrarnos en otra de sus extremas películas.
 
Para sumergirnos en la cinta hasta ahogarnos con su protagonista, Nina (Natalie Portman).
 
Y a todo esto se le suma que el director ha empleado como eje central de la historia una de las obras más especiales y emblemáticas del ballet clásico, “El Lago de los Cisnes”, de Tchaikovsky, esa trágica historia en la que una mujer, Odette, es transformada en un cisne por el malvado mago Rothbart, sólo pudiendo romper su maleficio el poder del amor.
 
Odette, que es representada por el Cisne Blanco, virginal e inocente, conoce una noche al príncipe Sigfrido, quien le confiesa su amor. Pero la hija del mago, Odile, encarnada en el Cisne Negro, ambiciosa y lujuriosa, consigue seducir al príncipe, robando así el sueño de Odette.
 
Presa de la desesperación, el Cisne Blanco se arroja al vacío, encontrando en su muerte la liberación.
 
Así pues, la película hace las delicias de todo amante de la danza, del género fantástico, e incluso, ya puestos, de todo aquel que decida sentarse frente a la gran pantalla aun sin saber a qué obra del ballet me estoy refiriendo o sin haber visto a una bailarina en su vida.
 
Porque desde el primer minuto, desde el sueño en el que Nina danza con el Cisne Negro sobre un onírico escenario, el film es tan intenso que la sala en la que el espectador se encuentra deja de existir y ya sólo importa que esa chica inocente y algo infantil consiga su sueño. Que Nina sea escogida como la solista que interpretará a la Reina Cisne durante la representación que va a ofrecer la compañía para abrir la nueva temporada.
 
Y ella es la bailarina idónea para dar vida al Cisne Blanco. 
 
Hermosa, perfecta en su técnica (según el guión, únicamente), frágil y virginal. Pero la dificultad estriba en moverse y comportarse como el Cisne Negro, cuya sensualidad y oscuridad parecen interponerse en esta gran oportunidad que le ofrece su carrera. 

Eso, y Lily (Mila Kunis), una nueva  compañera que parece hecha de todas esas características que a Nina le faltan, convirtiéndose en la antagonista que podría sustituirla y, para Nina, en toda una enfermiza obsesión.
 
Así es como, una vez más, el director de “Requiem por un sueño” nos hace viajar a un universo difícil y extremo como es el del ballet (y como fue el de las drogas, en el caso anterior), mostrándonos todo desde su hermosa perspectiva.
 
Hermosa y oscura. Inquietante, en ocasiones, hasta decir basta.
 
Hasta el punto en que resulta imposible catalogar sus películas en un determinado género.
 
Porque “Cisne Negro” no es un drama, aunque lo sea la vida de Nina, con toda esa responsabilidad sobre sus hombros y esa represión interna de la que es víctima, incrementada por la angustiosa y continua presencia de una madre enfermizamente centrada en el éxito de su hija.
 
No es un drama. Aunque Aronofsky sea un experto en retratar, de forma excesivamente gráfica, las miserias y reacciones humanas, haciendo a menudo de algunas situaciones escenas bastante hilarantes que arrancan al público alguna que otra carcajada (como los intentos de flirteo que el coreógrafo tiene con Nina en su apartamento, por ejemplo).
 
Pero, risas aparte,  no se trata de una comedia.
 
Tampoco de un film de terror, si bien muchas secuencias son completamente escalofriantes (recordemos la segunda vez que Portman visita en el hospital a una Winona Ryder desbancada y retirada de su carrera como bailarina).

“Cisne Negro” es, simplemente, una obra de arte.
 
Sobrecogedora e intensa como lo son “El Lago de los Cisnes”, el ballet en sí, y la actuación de los protagonistas que hacen posible otra de las obras maestras del genial Aronofsky, culminándola con el mejor final que se le podría haber dado.
 
Porque atreverse a visionar una cinta de este director es comparable a montar en lo más vertiginoso del parque de atracciones. 
 
Es el plato fuerte del celuloide.

 

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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