Críticas de cine

Crítica: «Almas Condenadas». A Craven se le agotan las ideas.

Resumen de la Crítica

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Wes Craven constituye para muchos de nosotros un hito en el mundo cinematográfico del terror. 
 
Es indudable que algunas de sus creaciones, como “Pesadilla en Elm Street” o “Scream” (aunque la cuarta entrega contara con guión de Kevin Williamson)  han supuesto un punto y aparte en este género, dejando a tópicos a un lado y creando míticos “psycho killers” como son el sobrenatural Freddy Krueger o el múltiple Ghostface.
 
Por eso es lógico que los seguidores del terror y de Craven estuvieran dando palmas al enterarse de que el “genio” había puesto en marcha un nuevo proyecto: “My Soul to Take” o, como lo han traducido en España, “Almas Condenadas” (mucho que ver, para no variar).
 
De nuevo mezclando lo sobrenatural con los asesinatos en serie, el director nos sitúa en el pueblo de Riverton, donde un padre de familia aparentemente normal es poseído por una malvada personalidad, viéndose obligado a acuchillar brutalmente a su mujer embarazada. 
 
Siete bebés nacieron esa noche en el hospital del pueblo. Siete chicos que se reúnen dieciséis años después para celebrar la el Día del Destripador, su cumpleaños. Y es a partir de esa noche cuando los asesinatos se vuelven a suceder y el destripador vuelve para llevárselos uno a uno…
 
Y aquí es donde entra en juego un Max Thieriot (“Jumper”) que ha demostrado ser más que una carita mona, situado en la piel de Bug, un adolescente debilucho e inseguro con extraños gustos y serios problemas de personalidad múltiple.
 
La verdad es que el joven actor da el pego (quizá sea lo único que lo da de toda la película) y son sus cambios de expresión y de voz al más puro estilo Gollum los que aportan algo novedoso a la cinta.

Por lo demás, un asesino de dos metros (cuya estatura no coincide con la de ninguno de los personajes) ataviado con una máscara y una vestimenta que se asemeja a un “Predator” indigente, unos cuantos actores con interpretación de típica serie de instituto y un [b]guión insultantemente improvisado[/b] componen esta nueva película de Wes Craven.
 
Porque quizá el guión es lo más frustrante, acostumbrados como estamos a que los elementos de toda historia se introduzcan porque tienen cierta importancia y no nos sobreinformen con detalles como el trastorno de Bug, con el que se pretende manipular al espectador para que lo relacione con la personalidad del asesino, para que luego el desenlace no tenga nada que ver y sea de lo más típico.
 
Y allí donde hay cabos sueltos que deberían estar enlazados entre sí, también hay cabida para explicaciones absurdas y heroicas como que los policías sacaron al crío vivo abriendo el vientre de su madre la noche en que el destripador la apuñaló (es que son policías estadounidenses).
 
Los sustos vienen con cuentagotas y rozando los topicazos del género, en medio de un argumento entretenido sobre todo para los amantes de las comedias de instituto.
 
Parece que al maestro del terror se le agotan las ideas.

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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