Críticas de cine

Crítica: «El hombre de al lado». Dimensiones

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El Hombre de al lado (2009), acreedora de varios laureles internacionales, incluyendo, por ejemplo, el Festival de Sundance, fue una de las sorpresas del año 2010 en la taquilla argentina.

Opus tres de la dupla formada por Mariano Cohn y Gastón Duprat, la historia gira en torno a dos vecinos, Leonardo –interpretado por Rafael Spregelburd– y Víctor –en la piel del comediante Daniel Aráoz– quienes se ven inmersos en una tensa disputa cuando éste último decide abrir un hueco en la medianera que comparte con el primero para construir una ventana.

El film fue rodado prácticamente en una única locación, como es una casa. Pero no es cualquier casa sino la casa Curutchet de Le Corbusier, la única construcción diseñada íntegramente por el arquitecto suizo-francés en América Latina, más precisamente en la ciudad de La Plata. Así, el espacio se presenta de dos maneras: en tanto espacio concreto –la casa en sí misma– y en tanto espacio fílmico. Y es en este último aspecto en donde se destaca El Hombre de al Lado.

La fotografía es, cuando menos, excelente. Es cierto que ayuda la construcción ya mencionada, pero no se puede negar que hay una detallada planificación de cada plano. Si bien no abundan, dado un predominio del plano secuencia, el espacio concreto le brinda al espacio fílmico una enorme cantidad de detalles que es apasionante explorar.

Otro espacio, aquel que está más allá de los confines del encuadre, es tan importante como la casa Curutchet. Hay un gran trabajo del fuera de campo gracias a una excelente elaboración del diseño de sonido.
La gran virtud del film radica entonces en poder combinar casi a la perfección la dimensión concreta y la fílmica. El dispositivo cinematográfico se hace casi ineludible para imbuir de significado a la casa Curutchet.

Más allá del significado metafórico del simple conflicto de la trama, que abarca temas amplios como la lucha permanente de dos clases sociales, el aislamiento individual, la decadencia del ámbito familiar, lo absurdo del ‘snobismo’ y las modas, entre otros, el film también es muy rico en algunas temáticas menos evidentes que subyacen a la historia. Por ejemplo, el tema del arte, o más bien del cuestionamiento del arte y de lo que es una obra de arte, es un tópico siempre presente a lo largo del relato.

Las actuaciones son de lo mejor que se vio en el cine argentino en mucho tiempo. Los tonos de voz y el perfecto ‘timing’ de dos enormes actores provenientes del teatro como Spregelburd y Aráoz evitan que el film decaiga por alguna situación un tanto repetitiva. Se trata de dos personajes bien definidos pero ambiguos a la vez, hechos a la medida de los intérpretes.

Por esa multiplicidad de espacios a partir de una puesta en escena cuidada al extremo, por la diversidad de los temas que abarca, por la ambigüedad del humor que propone y por la complejidad de los personajes que hacen avanzar la historia, El Hombre de al lado es un film misterioso que ningún amante del buen cine debe dejar pasar.

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