Críticas de cine

Crítica: «Adam». El síndrome de asperger según el séptimo arte

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El síndrome de Asperger forma parte del espectro autista, presentando en el sujeto que lo padece una serie de problemas mentales y conductuales. A diferencia de los conocidos comúnmente como autistas severos, estos no ha perdido la capacidad del habla, no presentan una agresividad descontrolada y tienen una habilidad especial para retener grandes cantidades de datos.

 

Adam Raki es un joven que padece esta extraña enfermedad y que acaba de perder a su padre, con el que vivía. Combina su trabajo programando juguetes con una incontrolable pasión por la astrología, afición que absorbe totalmente sus pensamientos y su única forma de interactuar con el mundo que le rodea.

 

Su rutinaria vida, llena de orden y patrones de comportamiento, que se repiten una y otra vez, se verá alterada por dos sucesos. Primeramente la aparición de una nueva vecina, que se convertirá a base de extrañas situaciones en su única «amiga», y por otro lado tenemos el hecho de que el síndrome que padece, ralentiza enormemente su producción en el trabajo, por lo que deciden prescindir de sus servicios.

 

A partir de aquí se va desarrollando un drama, al que se le ha añadido una subtrama para poder sacarle más partido al film, y que no se haga tan pesado, ni acuse cierta falta de ritmo. Una serie de hechos que afectaran directamente a Beth Buchwald, la vecina de Adam a la que da vida la actriz Rose Byrne. Conocida por sus papeles en Señales del Futuro o X-Men First Class, la interpreta se mete en el rol de una chica que intenta emanciparse del proteccionismo parental que ofrecen ciertas familias de prestigio. Su actuación es bastante meritoria, en un papel nada sencillo de interpretar, y es que el personaje de Beth sufre una gran carga de emociones.

 

Pero el que destaca por encima de todos es Hugh Dacy. Acostumbrado a papeles secundarios, el actor británico nos deja una de esas actuaciones que expresan a la perfección los múltiples problemas que acarrean las personas que padecen de asperger. Cada gesto, cada mirada vacía, cada sucesión de palabras ininteligibles para aquellos no acostumbrados a la jerga de la cosmología, hacen que valoremos en mayor medida la actuación del protagonista. Hugh ha sabido dotar de carisma a un personaje carente de toda expresión emocional pero que, poco a poco, consigue ir evolucionando como veremos a medida que se desarrolla la película.

 

Comparten intervención actores acostumbrados a completar repartos, que cumplen a la perfección en esos papeles secundarios que suelen brillar poco. Así podemos ver a Peter Gallaher en el papel del padre de Beth, o a Frankie Faison que se mete en la piel del único amigo de Adam y, en cierta medida, su «tutor» tras la muerte de su padre.

 

Hacer de una temática tan compleja un entretenimiento es algo muy complicado, sobre todo si la historia tiende a hacerse monótona, aburrida y carente de toda intensidad. Max Mayer, es quién realiza aquí las funciones de director y guionista a pesar de su escasa experiencia. Hasta entonces, su trabajo se reducía a trabajar en series televisivas de éxito como El Ala Oeste de la Casa Blanca, un hecho que le ha enseñado a trabajar con guiones dramáticos y cargados de emotividad. Su labor es bastante acertada en el film, y consigue hacer totalmente creíble cada una de las situaciones por las que pasa Adam.

 

Todo ello acompañado por la poco adornada pero efectiva fotografía de Seamus Tierney. El cineasta hace uso de tonalidades frías, para asimilarlo a la falta de emotividad que padecen las personas con asperger. Un defecto de colorido y tonalidades cálidas que se ven acompañadas por la simple pero agradable música de Christopher Lennertz. Haciendo uso de instrumentos básicos, sin hacer excesivo alarde de las grandes orquestas sinfónicas, consigue una partitura correcta que se acompasa con las sencilla y a la vez extrañas pautas de comportamiento del protagonista del film.

 

Adam es un buen ejemplo de como algo que en un principio puede dar tan poco juego, como es esta enfermedad, combinándola con una serie de elementos externos, puede llegar a resultar un producto entretenido e interesante para el espectador. Además, es algo muy positivo que se den explicaciones a muchos de los comportamientos del protagonista, mediante gestos y diálogos, algo que facilita mucho al espectador que no esté muy al corriente de lo que es este síndrome de asperger. Podemos resumir que es una buena obra, de un tema poco explotado, y que consigue no aburrir y mantener el interés durante su hora y media larga de duración.

javiroman

Gaditano de nacimiento, jerezano de adopción, ingeniero químico de estudios, profesor de profesión y un friki de corazón.

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