Reportajes de cine

La distopía del mes (L): Metrópolis

Metropolis es una película silente de 1927 dirigida por Fritz Lang. Se trata de uno de los primeros largometrajes de ciencia ficción de la historia del cine, y está considerada como una de las grandes obras del expresionismo alemán y de la historia del cine mundial. Fue la primera película incluida en el Programa Memoria del Mundo por la UNESCO, una iniciativa que procura preservar y dar acceso al patrimonio histórico documental de mayor relevancia para la humanidad.

 

El director

 

Fritz Lang fue un director de cine austríaco, que desarrolló su carrera en Alemania y Estados Unidos. Durante su etapa alemana, (en la mayoría de los casos, con guión conjunto con su segunda mujer, la escritora Thea Von Harbou) realizó obras como El doctor Mabuse (Dr. Mabuse, der Spieler, 1922), Los nibelungos – 1ª parte: La muerte de Sigfredo (Die Nibelungen: Siegfried, 1924), Los nibelungos – 2ª parte: La venganza de Krimilda (Die Nibelungen: Kriemhilds Rache,1924), Metrópolis (Metropolis, 1927) o –ya en la etapa sonora – M, El vampiro de Düsseldorf (M., 1931), con Peter Lorre en el papel protagonista. Su ascendencia judía precipitó su huida del país, dejando atrás a Thea Von Harbou, que se mostraba muy próxima a las ideas que promulgaba el nazismo, convirtiendo El testamento del Dr. Mabuse (Das Testament des Dr. Mabuse, 1933) en la última película rodada en esta época.

Durante su exilio en Estados Unidos realizó obras como Furia (Fury, 1936), La mujer del cuadro (The Woman in the Window, 1944), Perversidad (Scarlet Street, 1945) o Los sobornados (The Big Heat, 1953). Lang vivía en una etapa de la historia muy convulsa a nivel político y social, y el ambiente creado por el Comité sobre Actividades Antiamericanas (recordemos que estamos en plena época de creación de la lista negra de Hollywood durante la caza de brujas de McCarthy), impulsó al director a viajar a la República Federal Alemana para rodar su última película: Los crímenes del Dr. Mabuse (Die 1000 Augen des Dr. Mabuse, 1960).

Fritz Lang fue uno de los directores más importantes de la historia del cine, un visionario que no gozó del mejor contexto histórico para su óptimo desarrollo profesional. Con todo, nos regaló obras que aún perduran como referentes en nuestros días.

 

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La trama

En una gran ciudad del siglo XXI hay dos estamentos claramente diferenciados: los dirigentes y los obreros. Estos últimos viven en el subsuelo de Metrópolis,  trabajando como esclavos en las fábricas que mantienen funcionando la ciudad. María, una joven que promueve la esperanza pacífica entre los obreros, conoce a Freder, el hijo del presidente de Metrópolis. Ambos intentarán cambiar el mundo, pero las élites no están dispuestas a ello y utilizarán todo lo que esté a su alcance para evitarlo.

 

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La distopía

 

Estamos ante la primera distopía de la historia del cine. Ésta es una de las razones de su escaso éxito en su estreno; la gente estaba acostumbrado a historias optimistas y felices, y, en pleno auge progresista, no se esperaban un retrato tan desesperanzado del futuro.

El futuro que dibujan Lang y Von Harbou tiene en la diferencia de clases su cuestión más representativa. Sin embargo, la instrumentalización del ser humano, las consecuencias del salvaje súperdesarrollo industrial o la falta de objetivos vitales (común a ambas clases), afloran ante una mirada más profunda. Vida sin vida en la Metrópolis que nunca duerme.

 

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La crítica

 

Cuando mucha gente se enfrenta por primera vez a Metrópolis, es fácil que piensen que va a ser una película aburrida, convencidos de que es algo inherente al cine en blanco y negro (y más aún si cabe, al cine mudo). Creen que hay que verla con (mucha) paciencia y ganas. Este pensamiento es frecuente entre una parte de la población que estigmatiza al cine clásico, calificándolo de simplón – o incluso de poco serio -, y que suele coincidir con personas que han tenido un nulo o escaso contacto con este tipo de cine. Esta creencia es tan sesgada como falsa, y  el visionado de grandes clásicos de directores como Fritz Lang, Charles Chaplin, F.W. Murnau, Luis Buñuel o Buster Keaton darán buena cuenta del error.

Además de sentar las bases de las películas de hoy, se trata de un cine más creativo, más artístico y – en definitiva – más libre. Es por ello que, ante los ataques y menosprecios que en ocasiones sufren estas primeras películas, es nuestro deber reivindicar este tipo de cine, defenderlo y promoverlo, ya que en numerosas ocasiones demuestra mayor calidad en un solo plano que infinidad de obras actuales al completo, y es injusto (incluso para el público) que quede relegado al aprecio y conocimiento de una minoría de personas.

Una de las obras de mayor calidad en esta etapa es – precisamente- Metrópolis. Su diseño de decorados es, aún a día de hoy, impresionante. La megalópolis representada a través de maquetas y decorados (gracias a un increíble despliegue de medios técnicos y humanos) consigue transmitir la intencional sensación de inmensidad al espectador. Su estilo, que aúna elementos vanguardistas, art déco, expresionistas o góticos, confiere a la arquitectura una importancia esencial en la película. De hecho, Lang se esforzó especialmente en este área, que ha sido emulada infinidad de veces en obras posteriores. En este sentido, el ejemplo clásico es Blade Runner (1982), que posee una innegable fuente de inspiración en Metrópolis. De hecho, no sólo en el plano arquitectónico, sino en otros aspectos tales como algunos planos (que parecen calcados) o la presencia de androides, entre otros. También resulta innegable admitir que el mítico androide de Metrópolis es responsable de la imagen de C-3PO de La guerra de las galaxias (Star Wars, 1977), con mayor parecido si cabe en los diseños preliminares de Ralph McQuarrie. Y es que Metrópolis es la fuente de muchas de las grandes obras cinematográficas fantásticas y de ciencia ficción que actualmente conocemos.

Metrópolis es uno de los máximos exponentes del expresionismo alemán, una corriente artística de vanguardia que tuvo su apogeo durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. Junto con Nosferatu el vampiro (Nosferatu, eine Symphonie Grauens, 1922) y El gabinete del Dr. Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920), se compone la triada más emblemática de este movimiento.

Lo que implica el expresionismo alemán en Metrópolis es, esencialmente, un uso de la luz y la perspectiva muy particular. En realidad, más que de la luz, hablamos de las sombras que ésta proyecta. Todo es envuelto por una atmósfera oscura, intimidante, desconocida, que genera unas imágenes impactantes que se clavan en la retina del espectador. Una estética muy potente pero, a su vez, muy sencilla, ya que no necesita de grandes artificios para reproducirla. Otra curiosidad es que hay muy poca (o ninguna) actividad fuera de campo, con lo que toda la acción se produce en la pantalla. Generalmente, la viñeta es usada para centrar la atención del espectador en lo que se desea, haciendo desaparecer el resto de elementos distractores.

A pesar de poseer el hándicap de no tener sonido, los carteles con los diálogos sorprenden por su dinamismo, especialmente en la primera mitad de la película. Denotan una búsqueda para ser integrados en a historia, a fin de evitar que rompan el ritmo. Además, no son muy numerosos, ya que la acción habla por sí sola la mayor parte del tiempo. Eso sí, que no tenga sonido no significa que no tenga música. Su banda sonora es muy sugerente y adecuada, imprimiendo ritmo y tensión cuando la historia lo requiere, y con una melodía principal inolvidable.

Las actuaciones pueden resultar demasiado expresivas, con movimientos muy exagerados. En parte responde al hecho de que los actores estaban más acostumbrados al mundo del teatro que al del cine, que – como sabemos – requiere de una interpretación más contenida. En cambio, la dirección posee momentos brillantes, con movimientos de cámara tan sorprendentes como inesperados.

Metrópolis fue una película extremadamente cara de producir. Este hecho, unido a la fría recepción por parte del público en su estreno, hizo que peligrara la Universum Film AG, el estudio de cine alemán más importante del momento. Sin embargo, el tiempo ha puesto las cosas en su lugar y ha sabido darle a Metrópolis el sitio que merece en la historia. Por diversos motivos, algunas partes de la película se perdieron, y existían numerosas versiones disponibles, pero ninguna era la original, tal como la concibió Lang. Afortunadamente, en 2008 se encontró en Argentina una versión casi completa de la original, por lo que actualmente sólo le faltarían 5 minutos de metraje para estar completa. En este apartado, es digna de mención la versión coloreada y restaurada del compositor Giorgo Moroder, que contó con la participación de Bonnie Tyler y Freddy Mercury – entre otros – en la renovada banda sonora, y fue publicada en 1984.

En resumen, estamos ante una auténtica obra de arte, una piedra angular del cine fantástico y de ciencia ficción con una temática más que vigente en nuestros días (algo bastante aterrador, si nos paramos a pensarlo). Existen numerosas fuentes bibliográficas, como artículos en revistas o libros, elaborando análisis más o menos profundos sobre su impacto posterior, su dirección artística o su lugar en una suerte de ranking de las mejores películas de la historia. Sin embargo, lo mejor es que cada uno la vea y la valore por sí mismo, sin nada más que las ganas de pasarlo bien y disfrutar de una gran película como es Metrópolis.

 

La morsa verde

Amante de la ciencia ficción, el terror y la fantasía, tanto en versión cinematográfica como literaria.

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