Críticas de cómics

Crítica: “Superman/Batman/Wonder Woman: METRÓPOLIS”. El Mediador entre el Séptimo y el Noveno Arte.

Resumen de la Crítica

General
Guión
Dibujo
Personajes
Historia
Edición

“Cuando el hombre se deja regir por el odio, el mal toma las riendas”

Lectura sumamente interesante y original en su planteamiento que anima a recuperar o a conocer auténticas obras maestras del cine.

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La línea Elseworlds nos ha dejado a lo largo de los años una serie de historias que se han grabado a fuego en la memoria lectora colectiva. Obras que han trascendido incluso el peso de las series canónicas y que uno ubica nada más recordar a un personaje o colección. En Elseworlds hemos visto Kingdome Come, JLA: El Clavo, Superman: Identidad Secreta, Batman: Luz de Gas o JSA: La Edad de Oro. Y son sólo un puñado de ejemplos. Incluso si hacemos un ejercicio de interpretación extensiva podríamos encajar Dark Knight en el grupo. En cualquier caso, la iniciativa fue un acierto refrescante que tuvo continuidad tanto en proyectos, equipos creativos y en cadencia. Que no hay necesidad de bombardearlo todo siempre y matarlo de éxito. Idear un crossover con Superman, Batman y Wonder Woman cohabitando en un universo compartido a partir de los entornos y mitologías de los clásicos del expresionismo alemán de toda la vida, es una locura encantadora que los amantes de los dos presentadores de ficción no pueden dejar de lado. La oportunidad de rememorar estas grandes películas encajando y renovando los orígenes y psicologías de la santísima trinidad superheroica no se debe desaprovechar. SBWW: Metrópolis anima a recuperar las obras cinematográficas que le dan forma y a su vez eleva el entretenimiento de la lectura cuando se comparan secuencias y planos con sus narrativas y composiciones de página. Lo mismo con sus homónimos corales y el encaje en sus tramas con las peculiaridades editoriales de sus protagonistas.

En Superman´s Metropolis encontramos el homenaje apasionado a la película de Fritz Lang y su esposa Thea von Harbou, “Metrópolis” (1927). El famoso mediador que unirá a la clase trabajadora y a la propiedad es un Kal- El (aquí Clarc Kent-Son) comprometido con la injusticia y la desigualdad (es decir, igual que en el universo tradicional). Si en la película, el director Johan Fredersen tiene un aire más siniestro que toma decisiones censurables y en el científico Rotwang veíamos el crecimiento de la locura destructiva fruto de la peor tragedia humana posible, en sus trasuntos Jon-Kent y Lutor vemos más diferencias. Las del primero se justifican por las artimañas del segundo y se condena a este por su malignidad autoconsciente. Randy y Jean-Marc Lofficier idean a partir de una de los títulos más influyentes de la historia, una narración de crecimiento personal con mucho romanticismo en la clásica lucha del bien contra el mal. Siguiendo el esquema de su homenajeada, certifican un combate entre nuestro Superman y el icónico robot dorado, aquí como berserker imparable. Que respete exactamente su construcción física es un detalle que no puede pasar desapercibido. Imaginar un cruce así sin hacer el ridículo es un pensamiento imposible de imaginar. Verlo plasmado en las páginas de forma tan respetuosa y rompedora me parece un logro fuera de toda duda. No obstante, y se agradece, hay elementos de cosecha propia. Tras una potente base argumental que casa con el guión y puesta en escena del matrimonio alemán, las licencias que los escritores utilizan para alejarse del planteamiento de partida sirven para recordar que su protagonista es el primer superhéroe de la historia (o de los primeros, pero eso ya es otro tema) y como tal hay que ser riguroso con el estereotipo. Los que no busquen esa peculiaridad encontrarán amor por los orígenes del cine en equilibrio con el amor al comic y los que sí, una historia épica familiar bastante dramática que obsequia un nuevo origen para el viejo Supes, en consonancia esta vez en los entornos atemporales y extraños del expresionismo alemán.

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Con Batman: Nosferatu las apuestas suben temerariamente, pero el resultado deja el mismo buen sabor de boca. Ya no sólo por el hecho de utilizar otras dos maravillas cinematográficas para hallar una historia de Bats de mucha fuerza, sino por el hecho de mezclar al cóctel dos ingredientes que anulan el principal, el del propio mito de Batman. Estamos hablando de “El Gabinete del Doctor Caligari” (1920) y “Nosferatu” (1922). Como en el anterior, el punto de partida nace de emular la trama cinematográfica para encontrar su propio camino evitando el copia y pega en distintos tipos de archivos. Sí es verdad que el peso en este aspecto lo tiene más la película de Robert Wine que la de F.W. Murnau, pero qué duda cabe que la jugada es más ambiciosa que en Metrópolis ya que cruza la locura, tanto interna como externa del primer título, con la anatomía retorcida de Max Schreck. Y todo para desarrollar a su vez una historia con los elementos centrales de la batfamilia. El resultado es notable por el engarce tan natural de estos dos títulos con las atmósferas clásicas de los ambientes naturales de Batman, la locura y la oscuridad como fuerzas aliadas. Encima, para redondear el proyecto, que Conrad Veidt (cuyo personaje en la también mítica “El Hombre que Ríe” (1928) de Paul Leni, inspiró la creación del Joker) interpretara en la película de Wise a Césare (el sonámbulo asesino) es la mejor de las casualidades para trasuntarlo a través del payaso criminal. Una feliz coincidencia que los escritores no pudieron resistirse. Igual que el rol de Rotwang en la cinta de Lang fuera científico como lo es (o ha sido) Lex Luthor. Vamos, que se lo pusieron a huevo.

En otro canto al amor del cine alemán aludido, los desconcertantes escenarios que vimos en la película de 1920 encajan a la perfección con el aspecto lúgubre e industrial del Gotham clásico (aquí Metrópolis) que cambia ligeramente la apariencia de la ciudad-estado que vimos en la primera historia. Recuérdese que comparten universo. Es decir, que los hechos se desarrollan en el reino de Super-Man (aquí con guión) tras los sucesos de Superman´s Metropolis. Si algo se caracterizaba en “El Gabinete…” eran los distintos tintes con las que estaba pintada la película, la noche siempre se mostraba con un oscuro tono azulado en sustitución de la negrura nocturna característica. Aquí se ejerce exactamente la misma fuerza visual y solo se rompe por el uso de una paleta de colores más extensa en cuanto se presentan varios personajes a la vez. No obstante, es mucho más constante el vacío cromático en esta segunda historia que en la anterior, incluso aparecen esos tintes púrpura tan chocantes (aunque a cuentagotas). Curiosamente la película de Murnau también utilizaba esa alternancia en función del tiempo y del ambiente, por lo que la fusión visual en la noche de ambas ficciones es perfecta. Aún así creo que el uso del color en determinados momentos en ambas sagas rompe un poco la magia visual añeja de las películas, Considero que si se hubiera respetado exactamente el mismo aspecto visual de estas, el resultado hubiera sido más espectacular y potente. Lo mismo ocurre con el abuso de los cuadros de textos (además tan pequeños que cuesta leerlos con soltura). El problema de este recurso es que si no aporta nada, sobra y creo que en esta segunda historia sucede precisamente esto. Ya en la anterior adolecía de este defecto pero en pequeñas dosis. Aquí son letales. Ralentizan la lectura a todos los niveles cosa mala. Se extralimitaron. Los cuadros son sobreexplicativos y densos metafóricamente. También es verdad que se concibieron en los noventa donde parecía que había un virus editorial a este respecto. Precisamente el paso del tiempo le ha jugado una mala pasada a este recurso. Sin perjuicio además que rompe con el espíritu narrativo del cine mudo que con gestos, miradas y poses huían de explicar nada a través de los carteles escritos y que se usaban ligeramente para dialogar a los personajes. No obstante, tampoco hay que ser muy injustos con esto último ya que la intención de los autores no es hacer precisamente un tratado unificador del mudo y el cómic.

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Wonder Woman: The Blue Amazon el experimento es más fallido. Ya no recrea exactamente el espíritu en fondo y forma de las anteriores. Quizá los escritores estiraron más el chicle para meter con calzador a Diana en este contexto. Además los títulos usados funcionan más como guiño que como excusa argumental. Efectivamente, Bruss Wayne-Son no es el Nosferatu de Murnau en motivaciones y fisionomía, pero funciona perfectamente como máscara que produce terror en sus adversarios en respeta a la versión canónica de esta decisión. Digo esto porque la Lola interpretada por Marlene Dietrich en “El Ángel Azul” (Josef von Sternberg, 1930) no tiene la bondad intrínseca de Diana y solo coinciden tanto en belleza externa como en la justificación de presentarse como bailarina y cantante de cabaret. Sí coincidiría la oscuridad del Doctor Psykho (Psycho en la tradición villana de Wonder Woman) con el modus operandi (control mental) del Doctor Mabuse en su serie de películas iniciadas en 1922 por Fritz Lang, pero nada más. The Blue Amazon se aleja considerablemente de los citados títulos más allá de estas consideraciones para crear una historia más autónoma pero carente de originalidad. Todo para presentar la reunión de la trinidad deceita en este entorno tan curioso. Interesante pero no tan acertada como sus predecesoras en todos los niveles.

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Por último, dejo adrede al dibujante de los tres Elseworlds. El estilo iconoclasta, inclasificable y surrealista de Ted McKeever encaja a la perfección con el tono de la obra en conjunto. La estética e iluminación expresionista de esta cinematografía es fidelizada por el norteamericano a la perfección. Se nota que lo ha dado todo en el proyecto. Y lo más importante, que ha disfrutado. Su peculiar arte no es fácil de encajar en marcos gráficos pijameros y de acción palomitera. De ahí que el reflejo de los títulos citados que huyen de toda épica secuencial, tengan cobijo en sus lápices. Y ahí repesco mi argumento en el porqué falla The Blue Amazon, porque se independiza tanto del ambiente de Metrópolis y Nosferatu que acaba abrazando los arquetipos de acción superheroica, más aparatosas para él. Se observa contrastando la primera parte, mucho más deudora de sus antecesoras en cuanto a presentación de ambientes y personajes a través de sus motivaciones y psicologías. Y mucho más congruente que su pirotécnica segunda parte. Retomando el hilo sobre la interpretación gráfica de las películas clásicas mencionadas, curiosamente estas hacen de “storyboard” (y no al revés) para presentar los entornos industriales y fantasmagóricos de esta trilogía. Aunque las tres películas funcionan en distintos niveles estilísticos y en diferentes géneros, si coinciden en sus atmósferas opresivas, tristes, desoladoras y angustiosas. Lo mismo en cuanto a escenarios naturales, artificiales y modos de vida. La sensación de ingratitud vital coincide. Efectivamente McKeever reproduce perfectamente estas sensaciones en sus páginas. El dibujante hace la cuadratura del círculo con los directores de fotografía de las referidas (K. freund, G. Rittau, W. Ruttman, W. Hameistery F. Wagner) gracias a la densidad asfixiante de su narrativa y composiciones. Si la vida cansa en los mundos ideados por Wiene, Murnau y Lang, las páginas pesan en las plasmadas por este autor.

Con todo, SBWW: Metrópolis es una lectura sumamente interesante y ciertamente original en su planteamiento. Si además obliga subliminalmente a recuperar hitos de la cinematografía mundial con casi cien años de antigüedad o a conocerlos por primera vez, su vocación artística a la vez que divulgadora no puede ser más importante. En definitiva, otro Grand Slam que se lleva la línea Elseworlds a su extenso palmarés.

Superman´s Metropolis, Batman: Nosferatu, Wonder Woman: The Blue Amazon, DC Comics. Metropolis, ECC Ediciones. Rústica. Color. 208 pags. Pvp: 18,95 €. Fecha de edición: Febrero 2017.

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