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“Crítica: Los Mundos de Aldebarán, Ciclo 2: Betelgeuse”. Iums en la Niebla.

Resumen de la Crítica

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“No hemos derrochado energías en guerras destructoras como los humanos”

Si Los Mundos de Aldebarán se ha convertido en un clásico moderno de la aventura y la ciencia ficción es gracias a Betelgeuse.

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Si Aldebarán desglosaba una historia a base de planteamientos de ciencia ficción en entornos alienígenas y distópicos, aventura por tierra, mar y aire, thriller político y terror cósmico, con Betelgeuse, Leo reduce en tiempo y espacio el campo de acción para superar en consistencia su nuevo relato dentro de este rico universo. Lo más chocante de la primera parte la encontrábamos en muchos momentos de costumbrismo local que permitía atisbar lo gran economista de medios que es el autor brasileño y lo bien que se maneja presentando texturas de cualquier género. Sobre todo al repartirlo en cinco álbumes con la cantidad de conceptos creados. En mi opinión esta circunstancia lastraba la brillantez de la propuesta por algunos problemas de ritmo ya que entre tanta ida y vuelta de sus protagonistas, atascaba algunas salidas en las tramas. Ahora, como concentra más las cosas en menos frentes, todas las bases planteadas (que vuelven a coincidir) cohabitan mejor permitiendo que la lectura fluya de una forma muy poderosa. Pero es que además, Leo es valiente en su planteamiento, lejos de repetir el marco planetario que representaba Aldebarán, exporta su idea a otro sistema para seguir desarrollando nuevos paisajes y expandiendo la mitología de esta saga. Porque aquí aporta de nuevo un extenso catálogo de naturaleza alienígena con un riguroso trabajo de preproducción y responde a los interrogantes que dejó planteados en el primer ciclo.

Con un discurso más ecologista, aún cuando en Aldebarán subyacía en colisión de un entramado político más destructivo, aquí enfrenta a la humanidad con menos recursos sociales desde bases más primarias. Si en la primera había una colonia humana más desarrollada, aquí la tensión la circunscribe a una unidad más reducida pero más letal e impaciente. Parte además del capitalismo empresarial más desatado que involuntariamente es puesto a prueba por una conciencia natural superior que fulmina cualquier avance tecnológico. El ansia colonizadora con una serie de medios que ofrecen falsa seguridad contra un ecosistema inteligente y de alcance cósmico. El hombre enfrentado a una conciencia tangible superior sin saberlo. Es esa sutileza encerrada en un envoltorio hecho de jirones de grandes géneros, la gran baza de esta obra.

El punto de arranque coincide en dramatismo que en el anterior. De una manera fría y angustiosa se ceba con una humanidad ignorante de lo que está en juego, sólo superada con la objetivación tranquila y pausada de los hechos por los principales personajes. Que vuelve a coincidir con Aldebarán por cierto. En otros mercados la angustia sería reflejada de una forma más visceral y acelerada, con mucho más dramatismo, como los movimientos tambaleantes de cámara en mano de muchas películas de acción americanas. En Betelgeuse la tranquilidad y la deseceleración es casi lo más angustioso para el lector, pero gana en verosimilitud. Lo que verdaderamente engancha más en esta segunda entrega es la construcción del misterio y su desenlace, mucho más fluido que en la primera. La lectura no da respiro de principio a fin. No hay quebrantos en los tempos narrativos, se coge del tirón y da rabia tener que dejarla por tus quehaceres diarios. Y con la otra no pasaba. Eso sí, la presentación de un misterio, la alternancia de localismos con conceptos nuevos de acción y aventura que rompen la dinámica inicial con mejores enigmas, sigue siendo la estructura básica. Entonces y ahora.

Los peligros con lo desconocido vuelven a ser requisito indispensable para disfrutar de esta obra. Los guiños a los amantes de la aventura clásica que estudian la exploración en zonas naturales con fauna amenazante estan garantizados. Solo el diseño de los espectaculares paisajes, la fauna y la flora son potentísimos. Ríos letales con criaturas terribles, pasajes aéreos con aves monstruosas y oscuras cuevas habitadas por terrores imposibles, ofrecen momentos recordados de títulos como Ulises, Jason y los Argonautas, Las Minas del Rey Salomón, King Kong y la Mujer y el Monstruo. La ciencia ficción encuadrada en terrores alienígenas con vehículos aéreos impensables en nuestra vida contemporánea y estaciones espaciales bajo el yugo de amenazas desconocidas, también tienen su lugar. La filosofía existencialista que analiza el lugar del hombre en el universo y la pregunta sobre la certeza de la presencia de series inteligentes superiores se cuela en este ámbito con una serie de estímulos intelectuales contundentes como baza para colocar a la humanidad en un nuevo escalón evolutivo, tocando estupendos conceptos tipo Solaris o 2001.

En relación a los personajes, la importancia se centra en Kim y un buen puñado de secundarios que en tanto el número es menor, facilita la identificación y su reconocimiento. Kim gana en carisma y peso en la saga en detrimento de Marc, apenas mencionado en sus páginas. Tengo la impresión que Leo se mueve mejor con personajes femeninos que con masculinos. Y si su intención es otra, la continuidad orgánica de su obra en este apartado deviene con más marcaje en los femeninos. Como pasó en Kenia con Kathy Austin (cocreada por Leo), aquí sucede lo mismo con Kim. Hasta el punto que si en lugar de Los Mundos de Aladebarán esto se llamara “Las aventuras de Kim” no extrañaría a nadie. La madurez del personaje es progresiva y conecta muy bien con la valentía e inteligencia mostrada en Aldebarán, Sin experiencia científica o militar, se enfrenta a dilemas nuevos resolviendo de forma creíble las distintas disyuntivas que encuentra. El resto de personajes sirven para reafirmar a esta como la gran protagonista de la saga hasta este momento y sirven para que la acción funcione, para explicar los nuevos acontecimientos y para desarrollar el statu quo social y natural del planeta.

Aún así, el valor de los secundarios es superado por la labor creacionista de la naturaleza y sus pobladores. La profesionalidad y el cuidado trazado en las criaturas que se pasan por las páginas es de una riqueza embriagadora. Se preocupa de que sus modos de comportamiento, hábitats e instintos encajen con su morfología. Como pasaba en Aldebarán, muchas criaturas se asemejan a la nuestra, pero impactan por su originalidad y elegancia visual por muy grotescos que se vean. El dibujo de Leo vuelve a estar a un gran nivel en este apartado, superando otros aspectos narrativos donde es algo más irregular, como en movimiento y anatomías. En lo que concierne a los paisajes y su ecosistema, su potencial para crear mundos alienígenas pero reconocibles en cualquier documental de naturaleza y geografía es inmenso. La obra gana en calidad no solo por presentar una aventura con mayúsculas, sino por la cantidad de detalles gráficos que guarda cada viñeta.

 

Termino con la única pega y que ya veíamos en Aldebarán. Encuentro el lenguaje y modos algo ingenuos y sobreexplicativos. Llaman la atención por el perfil profesional de los personajes, teniendo en cuenta que es una visión de la humanidad de cien años en el futuro. Aún así tengo que reconocer sentimientos contradictorios, porque agradezco enormemente que las explicaciones sean tan claras y fáciles de entender. Si no es gracias a esa forma de lenguaje para niños, sería más costoso entrar en los planeamientos mitológicos de la saga. En otras mesas, no todas las cartas se pondrían sobre la mesa y exigiría más al lector (que tampoco es malo, ojo). Al margen de esto, otro pero lo encuentro con los continuos destapes femeninos, en la mayoría gratuitos, que salvo que la intención del autor sea hacer notorio que en el futuro los tabúes sexuales práctuicamente han desparecido, se atisba cierto gusto picante por adornar la obra con este recurso para rebajar tensiones en el público masculino. Al principio me hace gracia, pero luego desaparece.

Considero que Betelgeuse supera a su predecesora en atención, disfrute, mitología y drama. Le mejora en depuración, en economía y aunque respeta el mismo formato, resulta más directa y concisa en el afán por saberlo todo. Engancha mucho más, teniendo como consecuencia lógica que eleve el nivel de entretenimiento y de fantasía. Es más sólida y consistente, a pesar de que Aldebarán es una obra muy a tener en cuenta y el principio de todo esto. En este sentido, sus mejores virtudes se respetan, la emoción y maravilla de la aventura en matrimonio con la ciencia ficción seria se vuelve tan adictiva como sana. Ambas coinciden en un combinado de virtudes que alegrarán a los amantes de estos géneros.

Los Mundos de Aldebarán se ha convertido por derecho propio en un clásico moderno de la aventura y la ciencia ficción. Y uno de sus picos más elevados se encuentra en Betelgeuse.

Betelgeuse 1-5, Dargaud. Los mundos de Aldebarán, Ciclo 2: Betelgeuse, ECC Ediciones. Color. Cartoné. 256 pags. Pvp: 26 €. Fecha de edición: Septiembre 2017.

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