Críticas de cómics

Crítica: “WILDC.A.T.S., de Alan Moore”. Dos estilos en un instante.

Resumen de la Crítica

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“Deathblow”. Caray… ¿qué os pasa con todo lo de muerte, infierno, matar y sangre, tíos?”

Con tres notas en una servilleta, Moore da más que los demás. En la mitad de los noventa enseñó nuevos caminos para Image en particular y al resto en general, ampliando su mágico legado.

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Se sitúa el año cero de la última actualización del género con The Auhority (Wildstorm). Y es verdad en expansión pero no en plazo. Ya en los noventa algunos comics sobre superhéroes se adecuaron a las formas y modos de la vida real. Contextualizada a sus carreras de vigilantes y/o protectores (con permisos gubernamentales tácitos o no) pero con la imaginación creacionista de toda la vida, ya sea para honrar ya sea para parodiar, sus formas de actuación contemporáneas a una realidad reconocible llamaban la atención del lector al mostrar explícitamente las reflexiones que tendríamos de habitar en estos entornos. Al margen además de permitir la construcción de personalidades de todo tipo con facetas verosímiles de nuestro día a día. Ejemplos que me vienen a la cabeza ahora mismo…Next Men, Starman, Astro City, Stormwatch y este Wildcats de Alan Moore. Los noventa no fueron tan terribles en realidad. Todos estos tebeos se pueden leer a día de hoy perfectamente y se siguen disfrutando como el primero.

Lo que hace Moore en sus catorce números en Wildcats es una comparativa en pleno 1995 de lo que se hace (no ahora, en ese momento) con lo que se podría hacer. La obra separa las dos encarnaciones del grupo de forma intencionada para mostrar dos direcciones bien diferenciadas. Mientras que el esquema con el grupo clásico (la de Void, Spartan, Maul, etc.) no arriesga y es menos complejo en desarrollo, situaciones, problemas y personalidades, manteniéndose como el resto de series tipo (ya sea en Marvel, DC y la propia Image), la otra es todo lo contrario. Si en una el discurso claremontiano (ya superado en ese momento) se combina con las poses superficiales de esos años y dominan una trama muy tranquilita en planteamiento, nudo y desenlace, la otra es un torpedo en plena línea de flotación. Mala uva, cinismo, humor negro, narcisismo, prepotencia y chulería se mezclan en una unidad que cuenta con las mismas disfuncionalidades que el anterior pero con un tratamiento más cercano a lo que podemos ver en nuestra propia casa, oficina o un una juerga con los colegas. Al alternar en unidad de acto ambos recursos, Moore trolea en cierto sentido el tebeo de superhéroes imperante en ese momento. Dice, “esto es lo que se hace y esto es lo que se puede hacer”, elevando el nivel de disfrute y entretenimiento en este tipo de lecturas a una nueva altura. Cuando los destinos de ambos grupos se unen, lo viejo abraza a lo nuevo. Da lugar a un ejercicio de estilo presente a día de hoy.

Pero Moore no sólo se queda ahí. Aunque en forma ya he comentado que la estructura con el primer grupo no es novedosa, sí trastoca varios conceptos. Por ejemplo, con la amenaza global del universo Wildstorm, los Daemonitas, se marca un swamp thing y con tipos como Maul y Voodo se saca nuevos enfoques más contundentes emocionalmente (expandirá todavía más a la segunda en una miniserie aparte). Aunque sutilmente pone patas arriba la casa de Jim Lee sin posibilidad de rehabilitación, las subtramas culebronescas y las miradas introspectivas de estos abarcan la mayoría del hilo argumental que, como comenté, salvo ese revoltijo editorial, no son nada nuevas. Ahora bien, y ahí está la gracia del invento, sin solución de continuidad pasamos de la monotonía al colofón refrescante y estimulante de sus sucesores. La inmersión en la psicología de Majestic respecto a la humanidad y sus orígenes es tan contradictoria como deliciosa. Supera con creces la construcción de un mero trasunto de Superman sacando a la palestra un edonista reprimido que en cualquier momento se le pueden fundir los cables y liarla muy parda. Por supuesto, Tao, quien Brubaker elevará a los altares en Sleeper, tiene aquí su giro actoral y cuenta con unos diálogos y momentos de suficiencia cachonda con los supers de altos vuelos. Otro ejemplo lo encontramos con Ladytron, quien por derecho propio, por su forma de hablar y actuar, ha conquistado mi corazón friki. Todo lo que el lector le echaría en cara a un metahumano imaginero lo hace este personaje. Es sin duda el representante del lector en los comics Image. También hay creaciones gordas, como el local Clark´s, cuyo concepto más adelante se va a extender a otras editoriales convirtiendo la idea en un clásico totalmente institucionalizado en nuestros días. El Rick Café del universo metahumano. Por último a destacar es la parte final, donde nos encontramos con un evento de la editorial en toda regla el que se se intuye cierto cachondeo con este concepto por parte del autor al hacer entrar y desaparecer personajes porque sí, al margen de ser una parodia encubierta de la marvelita Actos de Venganza. Vamos, una coña a los crossovers mercadotécnicos.

Como soy muy futbolero permítanme (y discúlpenme) el símil. Alan Moore es la Champions del comic. Su tercer y cuarto bombo suelen superar el primero de sus contemporáneos, que serían la Europe League. Wildcast no forma parte ni del primero ni del segundo, pero con tres notas en una servilleta da más que los demás. Y eso es lo que hizo hace casi 25 años para Wildstrom en particular y para Image Comics en general, mostrar nuevos rumbos y engordar su legado atemporal.

WildC.A.T.S. 21-34, 50, WildC.A.T.S: Homecoming, WildC.A.T.S.: Gang War, Wildstorm/Image (DC Comics). WildC.A.T.S., de Alan Moore, ECC Ediciones. Cartoné. Color. 400 pags. Pvp: 35,50 €. Fecha de edición: Enero 2018.

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