Críticas de literatura

Reseña: «Los Hijos de Húrin», de J.R.R. Tolkien

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“Los Hijos de Húrin” fue el primer relato basado en el legendario mundo de la Tierra Media que escribió J.R.R. Tolkien, y lo creó en 1917, cuando estuvo confinado en varios hospitales por heridas que sufrió en la I Guerra Mundial. Sin embargo, nunca terminó de acabar el relato, pues en un principio le faltaba el comienzo y el final. La historia era difería en muchos aspectos de la actual teniendo, para empezar, un nombre distinto: “El cuento de Turambar”.

Con el paso de los años, este famoso escritor demostró ser muy dado a empezar y dejar sus obras en varias ocasiones, pues su inmensa imaginación le obligaba a empezar nuevos proyectos cada poco tiempo. Y además, cada vez que escribía uno, lo hacía con un estilo narrativo e incluso poético diferente, teniendo que empezar de nuevo cada vez que intentaba la creación de una nueva obra.

No fue hasta después de publicar “El Señor de los Anillos”, casi 40 años después de cuando imaginó este entrañable mundo por primera vez, que se decidió a acabar la historia que hoy podemos leer gracias a la recopilación de sus notas por Christopher Tolkien.

Este es un cuento cuya mayor parte se puede resumir en dos palabras: orgullo y tragedia. La mayoría de las decisiones que toman los personajes son debido a su orgullo, normalmente relacionado con la naturaleza misma de los humanos, que no tardan en desembocar en tragedias de diversa índole.

Tras un breve resumen de la vida de Húrin, el libro otorga el mayor protagonismo a su primogénito, Túrin, quien adquirió muchos sobrenombres a lo largo de su vida pero al final fue recordado como Túrin Turambar (“El amo del destino” en alto élfico). Un hombre de gran estatura y todavía más grande orgullo, que pasó la mayor parte de su vida huyendo de un lugar a otro.

Tuvo que irse Dor-Lómin (su tierra natal) cuando su padre fue capturado por Morgoth, y acabó en Doriath, donde fue el hijo adoptivo de los reyes Thingol Mantogrís y Merian y trabó amistad con Beleg Cuthalion. Pero tras un malentendido y una muerte inoportuna, se sucedieron Doriath, Beleriand oriental, Amon Rûdh… huyó de todos los sitios temiendo un juicio injusto. Pese a ser envidiado por unos y traicionado por otros, Beleg nunca desistió en encontrarle, siguiendo su rastro e incluso uniéndose a su grupo de proscritos.

Tras ser capturado por los orcos, Beleg consigue rescatarlo con la ayuda de Gwindor, para ser asesinado por Túrin en un momento de confusión. Túrin, con el corazón destrozado, va al reino de Nargothrond con Gwindor, donde se gana el favor del rey Orodreth y el corazón de su hija Finduilas.

Nargothrond no es una excepción en el sino de Túrin y cae bajo el ataque del dragón Glaurung y numerosas huestes de orcos. Este poderoso enemigo engaña a Túrin para que vaya a buscar a su madre y a su hermana pequeña, Niënor, a Dor-Lómin, donde se entera de que estas se han ido a Doriath y que Finduilas estaba siendo conducida a Morgoth.

Tras intentar rescatarla y averiguar que murió días antes, se une a los descendientes de Hareth y lucha contra los orcos adoptando el apodo de Turambar.

Por otro lado, su madre Morwen y su hermana se enteran de la caída de Nargothrond y temen por la vida de su pariente, dirigiéndose ambas hacia allá con la esperanza de encontrarlo. Allí se enfrentan a Glaurung, quien espanta a todos y borra la memoria de Niënor completamente.

Tiempo después, Túrin encontraría a Niënor desamparada en Brethil y la llevaría a su poblado, enamorándose perdidamente de ella. Tras casarse con ella y dejarla embarazada, Glaurung decide exterminar a los hombres de Brethil y Túrin y los demás guerreros le tienden una emboscada en el barranco de Cabed-en-Arad.

Frente al cuerpo moribundo del dragón, Túrin es envenenado por su sangre y se desmaya. Poco después lo ve Niënor y lo da por muerto. En sus últimos momentos de vida, Glaurung le devuelve su memoria y se burla de ella y de su relación incestuosa, y Niënor, incapaz de vivir con ello, se tira por el barranco.

Cuando Túrin despierta y se entera de lo ocurrido, se suicida abalanzándose contra el filo de su espada Gurthang, la misma que acabó con su mejor amigo Beleg.
Desde luego, Turambar porta la fatalidad allá adonde va. Parece ser inevitable, y Tolkien lo dota de un carácter brusco y huraño, pues no llegó a conocer la felicidad en toda su vida. Es, pues, el relato de un personaje cuyas desventuras marcaron al resto de leyendas de la Tierra Media.

El autor no cambia aquí su retórica habitual, poblada de abundantes adjetivos y párrafos muy largos con nombres de interminables personajes. Christopher Tolkien, sabiendo esto, también incluyó en la obra una lista de nombres tanto propios como impropios y un mapa donde aparece la mayoría de los sitios donde se deviene la acción.

El estilo de Tolkien es muy admirable, pues ya en su entonces fue considerado uno de los mejores estandartes de la literatura inglesa. Sin embargo, su narrativa peca de sobrecargada y puede llegar a aburrir a todos aquellos que no estén acostumbrados a ella. Afortunadamente, el libro presenta 254 páginas, lo cual es bastante poco para un volumen de fantasía. Esto hace que su lectura sea menos pesada que la de otras obras como El Silmarillion.

Un argumento es estupendo, alejándose de lo típico para teñir de oscuridad lo que podría haber sido muy brillante, sin perder los rasgos de realismo que hay en toda guerra, así como el número de muertes de estas. Una tragedia griega, como bien la describen muchos medios de comunicación, que encanta a los fans de la saga pero se puede hacer muy pesada a aquellos que no lo sean.

Con una personalidad más de enciclopedia que de novela de acción, no termina de enganchar tanto como “El Señor de los Anillos” y “El Hobbit”, cosa totalmente comprensible si tenemos en cuenta que procede de muchas notas dispares que el autor recopiló a lo largo de su vida. Su hijo Christopher sin duda no quiso mancillar el trabajo de su padre alterándolo a su gusto, e incluso advierte al lector de cada pequeño detalle que se ha visto obligado a cambiar por errores argumentales.

Es, pues, una fábula que todo fan del mundo de Tolkien debería leer, pero que, en mi opinión, sólo es apta para aquellos que sepan donde se están metiendo. No muchos jóvenes pueden alardear de estar acostumbrados al estilo de este autor, pero sí que hay que admitir que, si lo consigues, podrás disfrutar del mundo fantástico más elaborado y perfectamente organizado que ha existido nunca.

Una delicia para todo lector de literatura épica. El día en que Christopher Tolkien no pueda sacar más jugo a las notas de su padre será un día triste para la literatura inglesa… y para muchos de nosotros.

Víctor Yeste

Director de la web, revista digital y radio online @HelloFriki. Escritor, ingeniero en Informática, cinéfilo, seriéfilo y, en definitiva, friki empedernido.

Un comentario

  1. Qué es Reseña:
    Una reseña es un escrito breve y conciso en el cual se realiza un examen o crítica de una obra o acontecimiento reciente para darlo a conocer al público.

    A lo que tú has hecho lo llamo resumir el libro, porque prácticamente destripas toda la historia…

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