Críticas de literatura

Reseña: «22/11/63» de Stephen King

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¿Podrá Jake Epping, un insignificante profesor de literatura inglesa de un remoto instituto de Maine, cambiar el rumbo de la historia, evitando el asesinato de JFK?
 
A partir del descubrimiento de una anomalía espacio-temporal, un amigo del treintañero Jake Epping, le informa de la posibilidad de adentrarse en el pasado, concretamente en el año 1958, con todas las repercusiones que esto conlleve. Dada su repercusión entre la psique americana y el impacto global del suceso, parece una invitación a evitar el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy presuntamente a manos del radical Lee Harvey Oswald en la fatídica fecha del 22/11/63, en la “asquerosa” (según el autor) ciudad de Dallas. No, si el protagonista puede impedirlo.
 
Las obras de Stephen King tocan muchos y variados géneros, aunque es reconocido que su zona de confort se encuentra en el reflejo del terror individual y colectivo hacia lo conocido, e incluso peor, hacia lo desconocido de nuestra imaginación. En este caso, 22/11/63, se desmarca y abandona por completo dicha zona y trata de jugar con pericia y tacto con el fantástico mundo de la ciencia ficción por medio de los viajes temporales, y unirlo con un retrato histórico del país estadounidense a finales de los años 50 y principios de los 60.
 
Afortunadamente, el autor escapa de la obsesión recurrente por escudarse en viejas técnicas aplicadas en otras obras y estructura una novela alejada de su estilo, pero identificable por sus seguidores. No tiene miedo a la hora de ofrecer una visión particular de los viajes espacio-temporales y la posibilidad de cambiar el pasado. Como descubrirá el protagonista, la dificultad en cambiar el pasado es directamente proporcional a la repercusión que dichos cambios representen en el futuro. De esta forma, una persona que viaje al pasado y hable con otra no tiene que cambiar necesariamente el futuro de manera ostensible. Otra cosa sería provocar la muerte de una persona… o evitarla, es probable que el pasado sea reacio a esos cambios, y ponga todos los impedimentos posibles para que suceda.
 
Aunque una parte importante de la novela se centre en esta posibilidad de “viajar” en el tiempo, no hay que olvidar que en ocasiones parece un macguffin, muy elaborado, para el verdadero propósito de la obra, contarnos los detalles íntimos de la vida diaria de los ciudadanos estadounidenses a finales de los 50. Al igual que al protagonista, al lector no le cuesta reconocer el estilo de vida americano de dicha época, las diferencias entre el Norte y el Sur, la sensación de calma y tranquilidad, la confianza en lo desconocido, … la completa sensación de poder adaptarse a un mundo que se mueve a muchas menos revoluciones (concretamente a 45) y embriagarse por su sabor auténtico. Stephen King ha realizado su propio “Cuéntame” americano, retratando magistralmente una época muy característica y acercándola a cualquier lector, porque a pesar de no formar parte de nuestros libros de historia, nuestra cultura audiovisual, llena de Mad Men y Revolutionary Road, identificará muchos de los aspectos que ya conocíamos y nos enriquecerá con muchos otros.
 
Sumado a esta introspección en el pasado, de bonus, un seguimiento exhaustivo de la vida del asesino de JFK, Lee Harvey Oswald, uno de los personajes más conocidos del siglo XX y el estudio de las teorías conspiranoicas sobre las posibles “manos negras” detrás del asesinato. Un tema del que posiblemente no se tenga tanta información desde nuestras tierras pero que mediante la pericia habitual del escritor nos sumerge y nos incita a conocer más de este oscuro personaje y su pasado. Como el protagonista, intentaremos conocer más a la persona detrás del mito y recopilar las pruebas que nos aseguren al 100% que fue el autor material y final responsable del asesinato. Porque si se va a cambiar el pasado, no basta con el 99%.
 
Quizás la obra que menos grita a los cuatro vientos que ha sido escrita por Stephen King en los últimos tiempos, y con la que parece que se contiene en un ejercicio de sobriedad que ayuda a engancharse en el propósito general de la historia, sin una expresión desmedida o descripción inocua de más, en una novela de carácter serio en su ejecución y juguetón en su temática, para deleite del lector de buenas historias, procedan de donde procedan.
 
Un ejercicio magnífico de escritura, delicioso en las descripciones y, al contrario de lo que acusan muchos detractores del autor, justo en la longitud de su obra. Las más de 800 páginas se hacen cortas como pocas veces y la presunta paja no hace más que imbuirnos más y más en un mundo fantástico, reflejo de la sabiduría popular que nos cuenta que cualquier tiempo pasado fue mejor.

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