Críticas de videojuegos

Análisis de The Sinking Forest – 沈んだ森, terror oriental hecho aquí

Gráficos
Sonido
Jugabilidad
Duración

Muy recomendable

Juego compacto y muy bien realizado. Un juego indie de terror con muy buenas bases.

Valoración de los Usuarios Be the first one !

Recibes una llamada sin respuesta de tu hermana Sayuri. Pero días de silencio absoluto anuncian que algo malo le ha pasado y te impulsan a viajar a un rincón olvidado del Japón rural, donde un bosque neblinoso parece tragarse todo a su paso.

Así comienza tu odisea como Sota Miyazono, un joven común sumido en la desesperación por encontrar a su hermana, que se adentra en un laberinto de caminos inundados, templos en ruinas y aldeas fantasmas. Lo que parece una búsqueda sencilla muta en una espiral de tragedia, donde el folclore japonés (yokai, rituales malditos y espíritus atormentados, que no falta de nada) se funde con la culpa y el horror visceral. El bosque también devora almas.

Esta es la premisa de The Sinking Forest, un survival horror psicológico desarrollado por el indie español TonyDevGame y publicado por Tesura Games, que se han encargado de sacar una sensacional edición en físico que incluye interesantes extras. He jugado la versión de PS5, pero su esencia se mantiene intacta en PC vía Steam y me dispongo a contaros todo sobre este terrorífico indie.

Buena ambientación vía Unreal

Desde los primeros minutos, el juego te sumerge en una atmósfera opresiva que evoca los clásicos del género como Silent Hill. El Unreal Engine 5 está explotado de manera asombrosa (tened en cuenta que lo ha realizado una sola persona!) con su iluminación dinámica (rayos de luna filtrándose entre ramas húmedas), nieblas densas que ocultan siluetas inquietantes y partículas de lluvia que empapan cada superficie.

Los escenarios, un pueblo abandonado con casas de madera podrida, santuarios cubiertos de musgo y senderos que se pierden en la penumbra, transmiten una decadencia poética. El autor nos lleva a un Japón oscuro, nocturno e inquietantemente silencioso. Nos enfrentamos al misterio, y a las aberraciones que nos aguardan, en la más completa soledad. La cámara en primera persona y esos gráficos terminan por crear la asfixiante atmósfera que respira el juego.

Colores apagados (verdes musgosos, marrones terrosos y negros absolutos) contrastan con destellos cálidos de linternas, creando un equilibrio entre belleza melancólica y amenaza inminente. Caminar por estos parajes genera una incomodidad palpable y sientes el peso de la historia en cada grieta de las paredes y cada ofrenda marchita en las lápidas. Esto se produce por la cadencia con la que el juego va desvelando sus cartas, su historia, que nosotros vamos intuyendo y adelantando con nuestras sospechas… que terminan por confirmarse. Para nuestro pavor.

Explorando en las sombras

La exploración en primera persona es la base del juego, si bien se aleja de un walking sim, ya que tendremos que realizar alguna que otra tarea y esquivar, combatir y/o escondernos cuando los horrores que nos aguardan se lancen a por nosotros.

Te mueves con lentitud deliberada por entornos acotados pero algo laberínticos, recolectando notas, diarios y objetos que desvelan el lore del lugar. Estos documentos, garabateados con urgencia, narran tragedias pasadas, rituales fallidos, maldiciones ancestrales y la sombra de yokais que acechan en las profundidades.

Ojo, que no hay mapa ni objetivos explícitos: debes observar detalles ambientales (un símbolo en un altar, una llave oculta tras una grieta) para progresar. Pero no hay que agobiarse, los puzles son de lógica intuitiva: alinear patrones en talismanes, manipular mecanismos en templos o interpretar notas e indicaciones hacia salidas ocultas. Esta progresión pausada fomenta la inmersión, convirtiendo cada paso en una meditación tensa sobre la pérdida. El autosave esta colocado de forma inteligente y evita frustraciones innecesarias, permitiendo que el foco permanezca en la narrativa y propiciando que no desistamos tras algun que otro «tropiezo».

Algún que otro susto

Pero no hay que confiarse, porque pronto la exploración da paso a encuentros que elevan la apuesta. Enemigos letales patrullan las zonas más oscuras: los llamados «ángeles» en el lore, que matan de un solo golpe si te detectan. Sus ojos rojos brillan en la distancia, un aviso sutil que genera paranoia constante. Debes infiltrarte, usar el entorno para distraerlos o cierto artilugio para eliminarlos… o huir por pasadizos estrechos.

No hay combate directo ni arsenal infinito, los recursos son escasos, obligándote a priorizar sigilo y astucia. Esta mecánica transforma su jugabilidad suave (aunque tensa) inicial en un survival horror genuino, donde cada ruido (un crujido de rama, un taiko rasgado) acelera el pulso y te hace prever el horror. La cámara, aunque subutilizada en ocasiones, añade vulnerabilidad al no ofrecer visión periférica completa.

Técnicamente, un indy sobresaliente

El diseño de sonido amplifica esta tensión. Una banda sonora minimalista de texturas etéreas (cuerdas, vientos y susurros) se entremezcla con efectos hiperrealistas: goteras en cuevas, puertas quejumbrosas y sonidos ambientales. La traducción automática en textos es notoria en algunos diálogos, con frases torpes que rompen levemente la ilusión, pero el doblaje japonés (disponible) y los subtítulos mantienen la autenticidad cultural.

Técnicamente, el juego corre fluido en PS5, con cargas breves y rendimiento estable pese a las nieblas volumétricas y partículas intensas. Hay glitches menores (físicas erráticas en objetos como barriles rodantes, zooms persistentes o momentos en los que el juego no te deja interactuar con algún objeto si no estás exactamente en la posición requerida) pero no empañan la experiencia en una partida de, apróximadamente, 3-4 horas. Es una obra compacta, diseñada para una sentada intensa, sin rellenos ni misiones secundarias. Esta brevedad es su virtud: cada minuto cuenta, culminando en un clímax emocional que ata cabos con la culpa fraternal y el horror folclórico.

Conclusiones

The Sinking Forest brilla como testimonio del poder indie. Creado por una sola persona, captura la esencia del terror japonés: no tiene jumpscares gratuitos, sino un desgarro psicológico donde el bosque refleja tus demonios internos. Maniquíes inmóviles que podrían cobrar vida, ofrendas en altares que susurran secretos, y un final que deja eco de melancolía.

Los fans de este tipo de juegos van a quedar encantados con él, es una joya subestimada que prioriza atmósfera sobre complejidad. Su precio irrisorio en digital y muy ajustado en físicos, en PS5 (con carátula reversible y talismán), ofrece horas de escalofríos memorables. En un mar de AAA inflados, este bosque hundido te recuerda por qué jugamos: para perdernos en la oscuridad y encontrar algo verdadero.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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