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Crítica “Un Gato en París”. Picassiana Aventura

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Zoe es una niña que ha perdido recientemente a su padre y cuya madre, policía, anda más preocupada en atrapar al asesino que en atender a su hija. Como consuelo, Zoe tiene un gato, que durante las noches se va de aventuras con un ágil ladrón parisino. Una noche, Zoe decide escaparse de casa y seguir al gato hasta la casa del ladrón.

Un gato en París”, mala traducción de “Une vie de chat”, es el primer largometraje de animación de Jean-Loup Felicioli y Alain Gagnol, que hasta ahora solo habían realizado algunos cortos también de animación. La obra de ambos autores está marcada por ciertos elementos pictóricos del cubismo y, menos pronunciados, del expresionismo. Con “Un gato en París”, han conseguido desarrollar más ampliamente esta técnica característica y, si cabe, darse a conocer más allá de las fronteras de su país.Flojita en su inicio y mejorando notablemente hacia el final, la historia de “Un gato en París” tiene un guión hecho a medida para los niños. El ladrón es un personaje fácil de querer, el asesino es malo malísimo y sus compinches son tontos. Se cae en estereotipos básicos pero no se abusa excesivamente de ellos. De vez en cuando, aparece algún intento de humor un poco más inteligente y toques de locura, pero en general, toda la historia es bastante plana y predecible.

Si bien “Un gato en París” es bastante simple en historia, contiene algunos detalles artísticos muy interesantes. De primeras tenemos la técnica cubista de los personajes, característica recurrente de Felicioli y Gagnol, que trae a la mente ciertas pinturas del artista Pablo Picasso. Curioso es igual el movimiento intermitente de las sombras, las pérdidas de perspectiva en algunos planos o la levemente irregular forma de los edificios y paisajes. Se logra así un tipo de animación sin duda peculiar, que tiende a alejarse levemente del realismo sobre todo en el diseño de los personajes y sus movimientos. Solo así se logran los contorsionistas movimientos del ladrón o los amplios saltos entre los tejados de París.

Un punto negativo, aunque comprensible, es la escasa duración de “Un gato en París”. Apenas alcanza la hora de duración. Esto, no es de mucha importancia para un niño, pues tienen diferente percepción del tiempo, pero para un adulto se le puede antojar ciertamente corta. Como sea, la película no puede estirarse más y, si acaso, podría ser más corta aún. Como punto positivo, para que haya de todo, hay que remarcar la simple pero original escena de las luces apagadas, un guiño a la animación primigenia y una excelente excusa para definitivamente animarse a ver esta película, que, no es por ser repetitivo, nos llega con un año de retraso a nuestras pantallas.

Héctor Pintado

Escribo críticas de películas. Si quieres que hable de alguna en concreto, ponte en contacto conmigo y házmelo saber. Estoy en Twitter como @hthorpintado

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