Críticas de cine

Crítica: «Habemus Papam». El juego de la simulación

Resumen de la Crítica

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Nanni Moretti es uno de los directores más coherentes e inteligentes de la actualidad. Tiene una gran capacidad para surcar diferentes géneros película a película, e incluso dentro de un mismo filme, sin que su sarcasmo y ácido tono irónico se resientan. Ha sabido construir una visión crítica de la sociedad italiana a través del humor negro y la sátira exagerada típica de las grandes historias peninsulares.

Habemus Papa (2011), su última creación, no es la excepción. Moretti se sumerge en un tema delicado, no sólo para la sociedad italiana sino nada menos que para toda la humanidad, como es el mundo del Vaticano o, más precisamente, la religión en general –no necesariamente católica–  tal como había hecho en uno de sus anteriores filmes, La Misa ha Terminado (1985).

La película comienza con la muerte del Sumo Pontífice. Utilizando imágenes de archivo del velatorio y entierro de Juan Pablo II, Moretti hace gala de su habilidad en el uso del aparato cinematográfico durante los primeros 20 minutos del filme para introducirnos en el Cónclave que resultará en la elección del Cardenal interpretado por el experimentado Michel Piccoli.

Ahora bien, lo que en un primer momento se caracteriza por un ritmo solemne, cuidado, reservado, silencioso, deviene en un estallido a partir de la firme negativa del nuevo Papa por encabezar la tarea que le ha sido encomendada. Esto genera un pequeño debate entre el resto de los Cardenales que circunda los ámbitos de la fe y la razón y que finaliza con la presentación de un psicoanalista, interpretado por el propio Moretti –tal como ocurrió en La Habitación del Hijo (2001)–, cuya tarea será nada menos que tratar al inseguro Pontífice.

Vale una importante aclaración acerca de las tramas que se abren a partir de ese instante: Habemus Papa no es un filme sobre el psicoanálisis. Quien busque una serie de escenas cómicas o comentarios en torno a aquella ciencia, saldrá defraudado. Hay cierta habilidad de Moretti en creer que vamos hacia aquel lugar para dirigirnos lentamente hacia otro, tal vez no totalmente diferente, pero sí a priori inesperado. El enfrentamiento cara a cara del psicoanalista y el Papa sólo se da durante unos pocos minutos. El primero deja su lugar durante la mayor parte del metraje para abrir paso al segundo o, mejor dicho, al conflicto interno del mismo. Todo gira en torno a una exploración del pasado, los recuerdos, la memoria de un ser humano común sumergido en un contexto extraordinario.

La actuación del francés Michel Piccoli es realmente interesante. Se trata nada menos que de un artista que trabajó junto a exponentes ineludibles del cine como Buñuel, Renoir y Godard, y de ahí su experiencia y facilidad para transmitir tantos sentimientos en una sola mirada, un gesto o un tono de voz. Moretti también hace lo suyo con el vivaz sarcasmo que lo caracteriza, aunque el verdadero centro no deja de ser el Papa.

Mucho se ha discutido acerca del final del filme. Decepcionante para algunos, lo cierto es que las películas de Moretti no tienen un punto medio. Se trata, de hecho, de obras que saltan de un extremo a otro, tanto en términos genéricos como narrativos. Ese es el humor propio de este director italiano que en este caso nos habla sobre esa delgada línea que separa lo simulado de lo verdadero, sobre los límites de las jerarquías de la Iglesia, pero que bien podría versar también sobre la milicia o los partidos políticos –recordemos que Moretti es un confeso militante de izquierda, por lo que conoce muy bien el ámbito de la política italiana.

Habemus Papa tal vez no sea la mejor obra de Moretti –sin duda no es la mejor para comenzar si uno no conoce nada de su filmografía previa–, pero sí resulta en un filme entretenido y que nos incita a explorar aún más la manera particular de hacer humor de este cineasta, alejada de los estándares del cine comercial hollywoodense.

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