Críticas de cómics

Crítica: «Éramos el enemigo», emotiva memoria gráfica.

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Muy Recomendable

Impactante pero reconciliador relato histórico

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El 7 de Diciembre de 1941 es una fecha clave en la Historia. Japón atacó por sorpresa la base naval de Estados Unidos situada en Pearl Harbor, lo que propició la entrada del país norteamericano en el conflicto. Sus consecuencias fueron evidentes y conocidas: la Literatura, el Cine, el Cómic, etc. se han encargado de contarnos casi cada acción, cada batalla, cada misión, cada conflicto y cada momento de aquel cruento episodio. La guerra se apoderó de medio mundo y en varios frentes se decidía el destino del planeta entero. Pero los dramas no solo se vivieron en los frentes de batalla o en las zonas de guerra.

Cuando Japón atacó EE.UU. todo el país puso sus ojos en los miles de ciudadanos de origen japonés que residían en el país. Si el ataque había sido a traición y sin previo aviso ni provocación, no podían estar seguros de que entre tan numeroso colectivo no se encontrasen elementos desestabilizadores, es decir: todo aquel que tuviera rasgos japoneses y residiera en el país, era susceptible de ser enemigo activo. La corriente xenófoba que recorrió el país fue fulgurante y violenta y pronto se dictaron leyes para aislar a estas personas.

Se hizo sin ningún tipo de distingos. Daba igual que fueran japoneses recién llegados o hijos de japoneses ya ciudadanos, o sea, nacidos en EE.UU. y por lo tanto ciudadanos del país. Daba exactamente igual. Todo aquel que tuviera raíces niponas fue despojado de sus bienes e invitado (es un eufemismo) a trasladarse a un campo de refugiados donde quedarían recluidos mientras durase la guerra y hasta nuevo aviso.

Y esto así, explicado grosso modo y generalizando, es la base del cómic Éramos el enemigo, que ha publicado recientemente Planeta Cómic. George Takei cuenta su experiencia personal en estos campos de refugiados donde vivió siendo un niño, junto a su familia. Pero el cómic va mucho más allá.

Takei nos narra de manera sencilla y entretenida los sucesos históricos que propiciaron el encierro de su pueblo, para luego centrarse en el día a día que allí vivieron. A través de la mirada de un niño comprobamos como todo tiene un cariz menos traumático, casi de juego… pero en la narración somos testigos del sufrimiento injusto al que fueron sometidos, de la expropiación arbitraria que sufrieron, perdiéndolo todo y de como y cuanto les cambió la vida a tantos miles de ciudadanos cuya única culpa era pertenecer a una etnia determinada.

La potencia y el dramatismo de la narración queda suavizada por la forma de contar que tiene Takei. Se aleja de reproches y aspavientos y se centra solo en retratar cada momento, los cuales no carecen de su propia fuerza. El detalle es que no se percibe en el autor, que lo sufrió en primera persona, ni un solo atisbo de venganza ni cólera… e incluso se permite comprender la complejidad de la situación, entendiendo que la toma de decisiones no estaba exenta de riesgo. Simplemente fueron víctimas de una situación sin precedentes y todo el dolor que se generó solo tiene que ser removido para no olvidar, no para ajustar cuentas.

Es maravilloso y sorprendente que se esquive la utilización de todo ese drama y se escoja el perdón, a través de la verdad y de la comprensión, sin omitir ni esconder su tremenda injusticia. Incluso se permite el autor dedicar unas páginas finales a contar como se gestionó este drama en los últimos años, anotando la valentía de los dirigentes del país al reconocer su erróneo trato a tantos miles de personas. La visión que se da de la vida en estos campos de confinamiento es, por tanto, real y dramática… pero también suavizada.

George Takei, el guionista y autor, es también un conocidísimo actor al que muchos recordamos por su papel en Star Trek como Hikaru Sulu, entre los tripulantes de la Enterprise. Pero Takei va mucho más allá y a sus labores incansables de actor/autor ha sumado una constante lucha por la información y el recuerdo de estos sucesos. Hace unos tres años decidió llevarlo al cómic y transformó sus recuerdos en un guión que la artista Harmony Becker transformó en imágenes. Las viñetas del cómic son amplias y luminosas, con un estilo sencillo y fresco que se apoya en la simpleza de las formas para suavizar cada imagen. No olvidemos que todo transcurre a través de los ojos de un niño, así que los flexibles trazos de la artista consiguen transmitir esa mirada limpia e inocente.

La parte gráfica va de la mano con la literaria y la lectura de Éramos el enemigo se convierte en un acercamiento sincero y emotivo a este crítico episodio. No esconde la tragedia que se produjo, pero no se recrea en ella. Insistimos pues en la parte informativa y (permitid el palabro) memorística de la obra, siempre poniendo el acento en el error que se cometió pero sin buscar culpables. Eso sí, tampoco esquiva el incómodo paralelismo con la situación actual y el auge de la xenofobia, del miedo y el odio al diferente, que ha llevado recientemente a su país a promulgar una ley por la cual se le impedía entrar en él a determinadas personas solo por el hecho de venir de según que lugar.

Takei y Becker nos invitan a lanzar una mirada al pasado para ver que su reflejo llega hasta nosotros y puede repetirse. En nuestras manos está evitarlo y obras como esta ayudan a entender como se producen, quienes las provocan y quienes son las verdaderas víctimas.

Sin odio ni reproches pero con franqueza y con orgullo. Así se reivindica su justo lugar en la Historia, traspasándolo al Arte con sinceridad y sentimiento. Una obra que traspasa y queda.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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