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Crítica: «Gorazde de Joe Sacco» ese conflicto lejano

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Una obra cumbre. Periodismo y cómic como referente en el Arte.

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En el vasto panorama de la literatura gráfica contemporánea pocas obras alcanzan la profundidad ética y formal de Gorazde: Zona Segura (título original: Gorazde Safe Zone), publicada en 2000 por Fantagraphics Books y traducida al español por editoriales como Astiberri o, en la fantástica edición que nos ocupa, Planeta Cómic.

Joe Sacco, el pionero indiscutible del periodismo gráfico, nos entrega aquí no solo un testimonio de la Guerra de Bosnia, sino un examen riguroso de la condición humana bajo el asedio de la violencia étnica y la indiferencia internacional. Esta novela gráfica, galardonada con el Eisner en 2001 como Mejor Álbum Nuevo, trasciende el mero reportaje para convertirse en un artefacto de memoria colectiva, un recordatorio ineludible de cómo el olvido se convierte en complicidad.

Con sus casi 300 páginas (un volumen compacto pero denso, como un puño cerrado) Gorazde exige una lectura pausada, reflexiva, que nos confronta con la fragilidad de la civilización en un rincón olvidado de Europa. Sacco, nacido en Malta y radicado en Estados Unidos, no es un observador distante. Su obra anterior, Palestina que también trajimos por aquí, ya había establecido su método: inmersión total en el terreno, entrevistas exhaustivas y una representación gráfica que prioriza la voz de los marginados sobre la narrativa oficial.

En Gorazde, Sacco se adentra en el enclave bosnio de Goražde durante cuatro meses de 1995-1996, justo cuando las negociaciones de Dayton prometían un fin precario al conflicto. Goražde, declarada «zona segura» por la ONU en 1993, era un reducto musulmán (bosnio) rodeado por fuerzas serbobosnias hostiles, un bastión de 57.000 almas que resistió asedios intermitentes entre 1992 y 1995, mientras ciudades vecinas como Srebrenica caían en masacres que el mundo contempló con horror tardío.

Sacco llega en un convoy de suministros de la ONU, no como un turista periodístico, sino como un huésped incómodo: un extranjero con bloc de notas y pluma, que se instala en el sofá destrozado de una familia local, bebiendo rakia y escuchando relatos que el cable de las noticias nunca capturó.

La estructura narrativa de Gorazde es un mosaico temporal magistral, que entreteje el presente de 1995 y los flashbacks de los testigos, reconstruyendo los horrores de los años previos. No hay una línea cronológica; en cambio, Sacco salta entre anécdotas cotidianas y catástrofes, reflejando la fragmentación de la memoria traumática.

El núcleo del libro es la relación con Edin, un profesor, soldado y guía local. Un intelectual de posgrado cuya casa fue profanada por ocupantes serbios que dejaron excrementos como marca de dominio. A través de Edin, Sacco accede a un coro de voces: refugiados que narran ejecuciones sumarias, aldeanos que describen cómo los serbios nacionalistas irrumpían en hogares al amanecer, ordenando «No necesitarán zapatos, van a morir»; madres que lavaban ropa en agua helada de manantiales, con las manos hinchadas por el frío, mientras proyectiles silbaban sobre sus cabezas. Estos testimonios no son meras citas pues Sacco los integra en secuencias visuales que convierten el diálogo en un flujo vivo, interrumpido por silencios elípticos que invitan al lector a completar los huecos.

Lo que eleva Gorazde a palabras mayores es su maestría en el uso del medio gráfico para desmantelar la distancia periodística convencional. Sacco no ilustra hechos: él construye una retórica visual que persuade mediante la empatía forzada. Su estilo de dibujo, influido por el expresionismo europeo y el realismo crudo de los fotorreporteros de guerra, es un tour de force de sombreado y composición. Cada página rebosa de líneas entrecruzadas densas que crean texturas palpables, un técnica que evoca tanto la crudeza del barro bosnio como la opresión psicológica del sitio. Los paneles pequeños, apiñados como refugiados en un sótano, contrastan con salpicaduras de páginas dobles que capturan la vastedad del paisaje montañoso o el caos de un bombardeo: edificios destrozados con vigas retorcidas como venas expuestas, rostros humanos deformados por el terror, pero siempre anclados en detalles mundanos: un cigarrillo encendido en la penumbra, un niño jugando con una lata entre ruinas…

Esta densidad visual no es gratuita, Sacco forja «memorias falsificadas» (no en el sentido de invención, sino de reconstrucción activa) que obligan al lector a participar en la narrativa, llenando los silencios con su propia imaginación ética.El arte de Sacco también humaniza lo inhumano. En un capítulo que sirve como nexo, describe la «Blue Road», la ruta de convoyes ONU marcada por cascos azules, como una arteria vital pero precaria que serpentea por valles minados. Aquí, los colores ausentes, en blanco y negro monocromático, acentúan la desolación.

No hay heroísmo romántico, Sacco se dibuja a sí mismo como un caricaturón torpe, con nariz prominente y expresión perpetuamente perpleja, admitiendo su privilegio occidental mientras fuma con locales que han perdido hermanos en fosas comunes. Esta autoironía erosiona la barrera entre reportero y sujeto.

Sin embargo, Gorazde no es un panfleto unidireccional. Sacco es meticuloso en su equilibrio: critica la inacción de la ONU, que proclamaba «zonas seguras» mientras Gorazde resistía a duras penas sin electricidad ni agua corriente, pero también explora la complejidad étnica del conflicto. Entrevistados serbios aparecen no como caricaturas demoníacas, sino como productos de propaganda y miedo mutuo, recordándonos que el nacionalismo serbio, alimentado por figuras como Radovan Karadžić, no surgió en el vacío.

Aun así, el peso recae en las víctimas bosnias, cuyas historias de violaciones masivas, aldeas incendiadas y niños reclutados como muleros bajo bombas componen un tapiz de trauma colectivo. El resultado es abrumador: no solo informa sobre un genocidio que se cobró 100.000 vidas, sino que cuestiona nuestra complacencia global, esa «distancia y apatía» que tan familiar nos resulta en la actualidad con otro conflicto.

En términos formales, Gorazde innova el cómic no ficción al fusionar autobiografía, testimonio oral y análisis geopolítico.

Los extras amplian la experiencia, incluye bocetos y notas marginales que aclaran cada viñeta, cada diálogo. En esta edición, además, encontramos un amplio artículo del siempre impresionante y lúcido Christopher Hitchens, una de las plumas periodísticas más agudas y perspicaces del siglo pasado que, desgraciadamente, ya no está con nosotros.

No es una obra perfecta. Su densidad puede abrumar al lector casual pues las páginas repletas exigen atención sostenida, y el dialecto bosnio traducido ocasionalmente pierde matices. Además, al centrarse en bosnios, podría percibirse como sesgado, aunque Sacco lo contrarresta con algunas advertencias implícitas sobre la subjetividad. Pero estas son trabass menores ante su logro mayor: Gorazde no solo documenta, exige responsabilidad.

En un mundo donde conflictos como el de Ucrania o Gaza reviven ecos balcánicos, esta novela gráfica es un faro ético, un llamado a la empatía activa. En definitiva, Goražde: Zona Segura es un monumento al poder del cómic como herramienta de verdad incómoda. Joe Sacco no nos entretiene; nos interpela, nos obliga a ver lo que el lente televisivo eludió.

Si buscas superhéroes o fantasía, pasa de largo; pero si el periodismo te importa, si la historia no es solo pasado sino advertencia, esta es tu lectura ineludible.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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