Críticas de cómics

Crítica: “Johnny Cash, I See A Darkness”. Luz gráfica al final del túnel.

Resumen de la Crítica

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“No hace falta estar en la cárcel para ser un prisionero. Oírle cantar a la libertad me eleva por encima de estos muros”

Forma con “Nick Cave: Mercy On Me” un binomio sensorial de primer nivel, un hito en lo que se refiere a la publicación de cómic musical.

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Diez años antes de “Nick Cave: Mercy On Me”, Reinhard Kleist se adentró en la psicología de un coloso de la música norteamericana y un superviviente de la vida. De forma honesta y objetiva, el autor alemán se sumergió en la personalidad de un artista total, de un tipo que conoció los caminos y recovecos de la oscuridad y de un hombre que sobrevivió a sus demonios por confiar en los que le quieren.

Si en la novela gráfica de Cave la inserción musical como vínculo de unión entre obra y lector estaba más equilibrada, la introducción de la banda sonora provocaba la sonoridad de la página desde el principio y la estructura repartía más la porción biográfica y la interpretación gráfica de las letras musicales, en “I See A Darkness” estos factores son más irregulares. Hacen más acto de presencia unos respecto a otros en los dos primeros capítulos hasta unirse satisfactoriamente en el tercero. Además, el recurso ideado en la de Cave a la hora de presentar la historia creo que era más original y arriesgada que en la presente, lo que jugaba a su favor a la hora de sensibilizar más al lector (recordar que el narrador en cada uno de sus capítulos era una creación de sus temas musicales y novela). No obstante, la presente novela gráfica es muy anterior, y dudo que sin esta se hubiera creado la otra, o por lo menos en defecto de esta quizá la otra no hubiera sido tan redonda.

Entrando más a fondo en la obra, en el primer capítulo observamos un esquema más clásico en el planteamiento de la historia donde si bien la música se encuentra presente en cada una de las viñetas, se contempla como una narración más convencional, la de una vida que supera un gran cúmulo de adversidades y cuyo leit motiv vital es la música. Pero no encontramos sincronicidad entre música y personaje para poner voz a los bocadillos y cuadros de texto.

En el segundo capítulo rozamos ese resultado, pero aunque por fin observemos la interpretación de sus temas a través de las viñetas y la música sigue completando el ambiente, la cumbre narrativa de fusionar obra, música y lector todavía no se introduce plenamente. En lo que respecta a Cash, este episodio tiene aspectos mucho más dramáticos que el primero, aunque en apariencia podría pensarse que es lo contrario. Presta atención a la caída y ascenso personal del mismo a través de sus adicciones, crisis familiares y ataques egocéntricos, mientras que en el anterior el drama era derrotado por la fuerza de voluntad y las ganas de vivir. Si esta energía la apreciamos en un endurecido crío que se convierte en un veinteañero ingenuo, optimista y despreocupado, en el segundo, mucho más complejo en lo que respecta al protagonista, compramos un manual de instrucciones de superación y reconciliación personal, una guía para disfrutar de y las pasiones y una reivindicación del amor como sentimiento redentor y ejecutor de la oscuridad.

Por fin en el tercer capítulo, que se centra exclusivamente en lo que rodea al concierto que dio en la prisión de Folsom, somos testigos del encuentro entre narrador y narrado. Encontramos la fusión absoluta que aludí anteriormente y que abarcó toda la novela gráfica de Nick Cave. Como no es plan novelar gráficamente un concierto entero, la necesidad de seguir la música en cada página por citarse numerosas canciones, logra la sensación mental de comunión entre lector, autor, obra y artista. Además, la anécdota sucedida con el preso Glen Sherley (narrador) explicitada gráficamente al máximo al reproducir exactamente la mítica foto que allí tuvo lugar cuando Cash tocó el tema musical del penado, nos retrotrae a las primeras páginas del tomo obteniendo una imagen circular que mejora la experiencia de la lectura, que ya era legendaria por el brillante clímax que encontramos en su recta final.

La reacción emocional tras la lectura vuelve a ser igual de positiva que en “Mercy On Me”. Aunque el orden de publicación en España es inverso y sin diferencia temporal, la reunión de ambas forma un binomio sensorial maravilloso y otro hito en lo que a publicación de cómic musical se refiere. Si alguien que esté leyendo esta reseña no ha leído tampoco la de Cave recomiendo leer primero la de Cash para conocer el molde que produjo la biografía musical del australiano. Por supuesto, no quiero justificar la lectura de esta obra para disfrutar más la segunda, pero en lo que a estructura se refiere, veo a la presente una especie de proto-Mercy on Me. Y como pasaba en la anterior,no os olvidéis el reproductor cuando abráis este volumen, que beneficiará el disfrute de su lectura y la calidad de la música de Johnny Cash.

Johnny Cash: I See a Darkness, ECC Ediciones. Cartoné. Blanco y Negro. 224 págs.

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