Crítica: «Margarita contra los vampiros», surrealismo mágico

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Muy Recomendable
Un viaje mágico que explora con ingenio y humor multitud de temas
Margarita contra los vampiros de Javier Pérez Andújar y Raquel Gu es un vals loco en un salón de espejos rotos, con ecos de Quijote, guiños a Astérix, codazos cómplices a Murnau y un soplo de aire fresco que huele a ajo y a libertad.
Raquel dibuja como si el lápiz fuera una varita mágica y el humor un elixir contra la oscuridad, creando aquí algo que no solo se lee: se saborea, se ríe y se aplaude. Y Javier, el mago de las palabras que hace que Barcelona suene como un poema punk, ha tejido una trama que es puro fuego catalán envuelto en niebla transilvana. Juntos, han parido uno de esos tebeos que te dejan con una sonrisa torcida y el corazón un poquito más grande.
Lanzado en primera edición en septiembre de 2025 por Liana Editorial (y en catalán como La senyora Marga i els vampirs por Editorial Finestres), este libro de 136 páginas es un homenaje descarado a los viejos tebeos juveniles, pero con esteroides feministas y un toque de sátira que pincha como un colmillo en la yugular.

Empecemos por el principio, que en los cómics buenos, el arranque es como una transfusión de sangre: directo al grano y adictivo. Todo comienza en un barrio obrero de Barcelona, de esos que Javier Pérez Andújar conoce como la palma de su mano (o como el reverso de un billete de metro). Margarita, nuestra heroína de setenta y tantos, no es la típica damisela en apuros: es una viuda cascarrabias con carrito de la compra como arma secreta, que charla con el espíritu de su difunta amiga Julia alojado en él.
Julia, un alma libre que se fue al otro barrio demasiado pronto, le susurra desde el más allá: «¡Ayuda, Margarita! ¡Me han raptado unos vampiros y estoy encerrada en un castillo de los Cárpatos!». ¿Qué hace una abuela normal? Llamar a la poli, ¿no? Pues Margarita, con ese instinto quijotesco que Pérez Andújar le inyecta como un virus benigno, no duda: ¡a por ellos! Pero no va sola: recluta a Pako, dueño del bar donde Marga se toma sus tapas, y a Miguel, un jubilado y antiguo legionario con alma romántica y un perro la mar de majo, Macuto, que también se une a la aventura y es un poco más de sal en este cóctel de personajes entrañables. Y así, los cuatro, ven en esta locura la excusa perfecta para huir de la rutina.
Suben a un 2CV que parece sacado de un museo de chatarra, cargan el maletero con latas de conserva y ajos (por si acaso), y ¡zas!: road trip europea al estilo low-cost, con paradas en gasolineras cutres y moteles embrujados.

La trama es un festín de giros que te hacen reír mientras temes por el cuello de los personajes. Inspirada en el juego de la oca (sí, ese de toda la vida), el viaje es un mapa loco por Centroeuropa: de los Pirineos a los Alpes, pasando por castillos checos y tabernas húngaras donde el slivovitz fluye como sangre fresca. Cada parada es una casilla del destino, con pruebas absurdas que Pérez Andújar resuelve con un guion lleno de diálogos afilados como estacas. «¡Esto es peor que el bingo del domingo!», grita Margarita mientras esquiva a un vampiro con chistera que resulta ser un crítico literario fracasado.
Los vampiros aquí no son los torturados de Anne Rice ni los brillantes efebos de Crepúsculo. Aquí son una metáfora ingeniosa del patriarcado rancio, esos machirulos eternos que chupan la vitalidad de las mujeres libres como Julia. Sátira pura, made in Raquel y Javier, y la clavan con cada viñeta: esos colmillos representan el miedo al poder femenino, el «no tan alto, mujer, que te quemamos en la hoguera».
Pero no os preocupéis, que el humor salva todo: hay cameos gloriosos, como una Maruja Torres estelar que roba escenas con su pluma como espada, y personajes inspirados en iconos culturales que Pérez Andújar tuerce con cariño, como si fueran viejos amigos de juerga. El clímax en Transilvania, enfrentándose al Gran Vampiro Virgilio (un guiño shakesperiano), es un caos delicioso del que mejor no revelar nada. Es una historia de perdedores que ganan, de amistad más allá de la muerte, y de cómo el viaje (no el destino) es lo que nos mantiene vivos.

El trazo de Raquel aporta un dibujo claro, limpio, con esa aparente ligereza que en realidad está llena de matices, como un abrazo en tinta y acuarela. Dibuja a Margarita con arrugas que cuentan historias, no defectos, huyendo de las eternas heroínas normativas en edad y aspecto para romper ese tópico edadista. Los paisajes europeos saltan de la página: las colinas brumosas de los Cárpatos se sienten frías, los bares checos huelen a cerveza rancia, y los vampiros… los vampiros son joyas inspiradas en personajes reimaginados para la ocasión. No son monstruos genéricos, tienen esa caricatura sutil que los hace ridículos y aterradores a partes iguales: colmillos torcidos, capas raídas y miradas de oficinistas eternamente frustrados.
Usando el color con maestría aporta tonos terrosos para el barrio barcelonés, rojos sangrientos para las noches transilvanas… y esa tinta nerviosa que se transforma en acuarelas etéreas. Es expresivo sin ser recargado, humorístico sin ser caricaturesco. Es como un cruce entre La edad estupenda (ese cómic recopilatorio tan genial y las tiras de Mongolia) y los tebeos de tu infancia. Si el guion de Javier es la gasolina, el dibujo es el motor: hace que el lector se pierda en las viñetas como Margarita en su viaje, queriendo ir a un sitio sin saber dónde está.
Pero no todo es risas y colmillos, pues como en toda gran obra hay capas. Temas como la vejez no como declive, sino como superpoder, la sororidad que trasciende la muerte (ese lazo con Julia es poesía gráfica), y una crítica al machismo que no sermonea, sino que pincha con humor. Es feminista sin postureo, pop sin superficialidad… y carga con guiños culturales sin ser pedante, con ese El Quijote en el espíritu errante, ese Astérix en las pociones mágicas, por mencionar los más obvios.

Pérez Andújar, con su «centrifugadora cultural» (como dice Vila-Matas), mete referencias que explotan como fuegos artificiales: desde Virgilio el vampiro hasta Maruja Torres como aliada mística. Es un cómic que invita a releer: la primera pasada por la aventura, la segunda por los detalles que Raquel y Javier esconden en las sombras.
¿Fallos? Bueno, si le busco tres pies al gato (o tres colmillos al vampiro), quizás el ritmo en el medio se alarga un pelín, como un viaje en 2CV con avería: divertido, pero con ganas de llegar al clímax. Y algunos cameos culturales piden un pie de página para los no iniciados, pero eso es parte del encanto indie: te obliga a googlear y enriquecerte.
En cuanto a la edición (en realidad, las ediciones), hay que romper una lanza por las editoriales y por su apuesta por un libro de tapa flexible pero resistente, con un papel perfecto, en tamaño y grano, para disfrutar del excelente trabajo artístico de Raquel. Y si queréis rizar el rizo, pues tenéis y tendréis muchas posibilidades de conseguir ejemplares firmados por sus autores que no faltarán en presentaciones y salones (ya están de gira «mundial») llegando a regalar, ojo al detallazo, un Juego de la Oca original realizado por ellos.
En estos momentos, agotada la primera edición, una segunda está a punto de llegar a las librerías. Tal es el éxito de esta obra, de la que muchos medios ya se han hecho eco y a la que le debíamos esta humilde reseña… aunque AQUI podéis ver la entrevista que le hicimos.
En un mundo de superhéroes CGI y distopías sombrías, Margarita contra los vampiros es un bálsamo: ligero, profundo, y con el alma de los tebeos que nos formaron.
- Margarita contra los vampiros. Liana Editorial
- La senyora Marga i els vampirs. Editorial Finestres
- rústica con solapas. 136 pp. color. 25€

