Críticas de literatura

Reseña «Cine mudo español (1896-1920): ficción, documental y reportaje» de José Antonio Bello Cuevas

En Cine mudo español (1896-1920): ficción, documental y reportaje, José Antonio Bello Cuevas se propuso compilar en un catálogo los restos del cine mudo del Estado español. No obstante, y dado que entre 1936 y 1939 acaeció la Guerra Civil, se estima que más del ochenta y cinco por ciento de las producciones cinematográficas nacionales se perdieron o fueron destruidas porque, entre otras cosas, los filmes se grababan en material compuesto de celulosa que es un plástico muy inflamable.

Cinta de celulosa

En la obra se deja constancia de la importancia que tuvieron los dos primeros decenios del siglo XX porque se sentaron las bases de la industria cinematográfica del país y porque, dado el carácter popular del cine, entendido como un fenómeno de masas, pudo considerarse como una de las grandes manifestaciones culturales del primer tercio del siglo XX al llevar a la gran pantalla obras de teatro que no eran asequibles para los estratos sociales más desfavorecidos. Un ejemplo de ello lo tenemos con Sangre y Arena de 1916, que fue la adaptación de la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez publicada en 1908. El filme fue, a su vez, dirigido por el mismo Ibáñez. Muchos de esos filmes mudos, dada la buena recepción que tuvieron, se volvieron a rodar cuando se generalizó el cine sonoro.

«Sangre y Arena» de 1916

Una de las características de este libro es que, sin pretender ser una investigación del cine español, nos enseña la evolución de las técnicas cinematográficas, así como también el desarrollo de la industria teniendo en cuenta el contexto socio-político de los años más importantes para su posterior configuración. Para ello, a parte de la bibliografía académica, Bello Cuevas recurre a las fuentes secundarias de la hemeroteca de periódicos de diverso signo ideológico.

Así, Cine mudo español (1896-1920) está escindido en dos partes bien diferenciadas. La primera etapa comprende desde 1986 hasta 1910 donde explica la génesis de las primeras empresas que invirtieron en cine. La segunda etapa engloba desde 1911 hasta 1920 donde examinó los tres epicentros donde se consolidó el séptimo arte; Barcelona, Madrid y Valencia. Al finalizar ambas partes, se incorporaron a modo de catálogo mil doscientas treinta y cuatro fichas de películas donde, el autor, dio cuenta de dos términos novedosos en el estudio de la Historia del Cine, el primero, las “Vistas Españolas”, que hacen referencia a todos los planos de ciudades, personas y naturalezas que filmaron directores extranjeros en el país como Alexander Promio, asesor de los hermanos Lumière. El segundo, las “Películas relegadas”, que forman parte de todas aquellas muestras filmográficas que estuvieron desaparecidas durante décadas.

1896

Bello Cuevas escogió esa fecha deliberadamente porque, aunque el cine surgió en 1895 cuando los hermanos Lumière presentaron en la capital francesa el Cinematógrafo, fue cuando esa máquina, que era capaz de filmar y proyectar imágenes en movimiento, llegó a España. En ese año, y pese a lo que la historiografía ultranacionalista quiera hacernos creer, en el Estado español el noventa y uno por ciento de la población vivía en zonas rurales y solo un tímido veinte por ciento de la ciudadanía había aprendido a leer y a escribir. Además, el Imperio español, en un avanzado estado de descomposición, en las postrimerías del siglo XIX estaba inmerso en las guerras de ultramar libradas en las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que luchaban por independizarse. Ante esa crisis identitaria, se difundieron cintas de signo patriótico para ensalzar el orgullo nacional, tal y como ha apuntado el estudioso Román Gubern:

Se constituyó sobre la base de un conjunto de pequeñas y débiles productoras, con estrategias comerciales conservadoras, fabricantes de películas de argumento localista o patriotero, o de burdas imitaciones del extranjero.

Gubern, Román (1996). “Los difíciles inicios”, en Primeros tiempos del cinematógrafo en España (eds) Juan Carlos de la Madrid Álvarez. Universidad de Oviedo, pp.11-24.

El cine, desde entonces, se empleó como una herramienta de ocio, así como una forma de adoctrinar a la ciudadanía.

1920

Ese año marcó el inicio del star-system, sistema importado de Estados Unidos, que consistió en la contratación sistematizada de actores y de actrices que eran exclusivos para un estudio concreto. Con todo ello, se puede afirmar que entre los años 1910-1920 la industria cinematográfica española se desarrolló hasta el paroxismo estético con la confluencia de vanguardias europeas que se plasmaron en Barcelona, Madrid y Valencia.

Primeros actores del «star-system»

Inconvenientes

El gran problema de la obra es que, aunque su lectura sea sencilla, adolece de un hilo conductor al adoptar un formato de catálogo con un análisis somero de los hechos descriptivos.  Del mismo modo, se incide en la importancia que tuvo el cine francés e incluso el estadounidense en el desarrollo del cine mudo español, pero no se menciona la importancia que tuvo el cine alemán de la época con las producciones de Fritz Lang o, sin ir más lejos, el punto de inflexión que marcaron las iniciativas del aragonés Luis Buñuel que supo conjugar el surrealismo con otras corrientes estéticas. 

«Un perro andaluz» de 1929

Conclusiones

Es un libro que, sin dudas, no dejará a ningún amante del cine indiferente porque refleja una etapa del cine que, si a escala internacional pasa desapercibida, en el marco nacional es muy desconocida.

Además, es bastante significativo, en términos sociológicos, que las primeras producciones se difundieran con fines “patrióticos” para que actuasen como factor pedagógico si tenemos en cuenta que los niveles de analfabetismo superaban el ochenta por ciento y que, por ende, actuó como agente adormecedor de conciencias.

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