Críticas de cine

Star Wars: Episodio IV – Una Nueva Esperanza

Resumen de la Crítica

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Resulta difícil ponerse a hablar a estas alturas de semejante cinta, pues es evidente que supuso un antes y un después en la Historia del cine. Película mítica donde las haya, es una de esas obras a las que apenas se le notan los años, pues a día de hoy, nada menos que 34 años después de su estreno, sigue siendo una aventura para disfrutar una y otra vez, de esas que ponen de buen humor. Pura emoción. Pura diversión.

No me quiero ni imaginar lo que tuvieron que flipar los espectadores que asistieron al estreno de la película, porque ya desde el comienzo se deja claro que esto… Es especial. La atronadora, magnífica, y famosísima fanfarria del maestro John Williams, naves vistas como nunca antes, un par de androides con comportamientos muy humanos… Y Darth Vader. La primera vez que le vemos deja con la boca abierta: Un ser que parece estar hecho de la maldad más absoluta, con una máscara que oculta su rostro, una respiración mecánica que pone los pelos de punta y la imponente voz de James Earl Jones/Constantino Romero. Uno de los mayores iconos del séptimo arte. Y eso que en esta primera entrega está más bien en un segundo plano, como si solo se nos insinuara su potencial como villano.

Pero vayamos con los dos androides, C-3PO y R2-D2. Para ser justos, conviene señalar que los primeros minutos, protagonizados exclusivamente por este par de robots, son algo lentos. Sospecho que Lucas, de forma muy inteligente, quiso dejar unos cuantos minutos de relax al público para que asimilase la información y los nuevos conceptos que se le acababan de presentar. Estoy seguro de que en su día el espectador agradeció esta maniobra, pero hoy en día, cuando todo lo que sucede nos lo sabemos de memoria y forma ya parte de nuestra cultura popular, resulta innecesario.

 

Pero no hay de que preocuparse, pues en cuanto aparece nuestro protagonista la cosa se empieza a animar: Luke Skywalker (clavado por el desaparecido Mark Hamill), un chaval soñador, con ansias de aventuras y que parece destinado a algo mucho más grande que ser un simple granjero, y con quién nos identificamos al instante. A destacar el precioso y tan recordado momento en el que Luke mira al horizonte, como queriendo escapar de su aburrida vida. Imposible no emocionarse con la música de Williams en este instante.

Poco después, conocemos al sabio y misterioso Obi-Wan Kenobi (un muy convincente Sir Alec Guiness), y es cuando entramos de lleno en el universo ‘Star Wars’, pues por primera vez nos hablan de los Jedi, el Lado Oscuro y la Fuerza. Y como por arte de magia nos lo creemos todo sin rechistar, gracias a la naturalidad y convicción con la que Lucas nos introduce en su creación.

 

Tras esto, cuando ya queda clara la misión de nuestros héroes, la película sube y sube en ritmo y emoción, sin duda gracias a el único e inimitable… Han Solo, encarnado por mi idolatrado Harrison Ford derrochando carisma, como de costumbre. El otro héroe de la trilogía es muy diferente a Luke. Listillo, cínico, malote, chulo… Pero un héroe al fin y al cabo. Luke es un crío que desea demostrar lo que vale, él quiere ser un héroe. Han sin embargo es un tío que sabe que la mejor manera de sobrevivir es ir por libre, sin preocuparse por los demás. Se niega a aceptar que tiene potencial para hacer grandes cosas. Nos encontramos, en mi opinión, ante la estrella absoluta de toda la saga… Con permiso de Vader, por supuesto.

 

Volviendo al desarrollo de la trama, hay que decir que a partir del momento en el que nuestros héroes se meten por accidente en  la Estrella de la Muerte y deciden rescatar a la princesa Leia (una Carrie Fisher que se defiende en el papel menos jugoso del trío principal) la película no da respiro al espectador. Por un lado tenemos a Luke, Han, Leia y al genial colega de Solo, Chewbacca, viviendo todo tipo de situaciones, como el memorable segmento en el triturador de basuras, y por otro a Obi-Wan intentando desactivar el campo de tracción que les impide marcharse, sabiendo que debe enfrentarse a Vader. Enfrentamiento que, si bien es muy poco espectacular, consigue transmitir la emoción necesaria, especialmente al final, con la muerte de Kenobi.

 

Y llegamos al clímax de la cinta, con el que resulta imposible no morderse las uñas: La Estrella de la Muerte a punto de destruir la base rebelde, los diminutos cazas intentando volar por los aires la mencionada estación de combate, caen todos menos Luke, Vader pisándolo los talones, la Estrella de la Muerte preparándose para lanzar el rayo destructor, Vader a un solo disparo de matar a Luke, y de repente… Han reaparece justo a tiempo, manda a tomar por saco a Vader, grita «¡¡Yiha!!», y Luke da en la diana. ¡Puf! Ya quisieran muchísimos blockbusters actuales tener unos minutos finales como estos, que consiguen que el espectador se sienta como si él mismo hubiese destruido la maldita Estrella de la Muerte y arda en deseos de aplaudir como un loco.

 

Y poco más que añadir. Los revolucionarios efectos especiales hicieron historia y George Lucas se ganó el cielo con una película que ha servido de inspiración, en mayor o menor medida, al cine comercial posterior.

Tres años más tarde llegó una de las mejores secuelas de la entera Historia del cine, que superó a su predecesora y expandió su universo de forma magistral. Hablaremos de ella en breve.

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