Análisis de A Pizza Delivery, una porción de surrealismo

Gráficos
Sonido
Jugabilidad
Duración
Genial
Emotivo y evocador juego que, pese a algún pero, consigue atrapar
El panorama de lanzamientos se nutre y se enriquece con los títulos indie que llegan cada mes a todas las plataformas. Las producciones «mayores» son constantes, pero si podemos disfrutar de multitud de lanzamientos, de ingeniosas propuestas y de una variedad asombrosa de títulos cada es gracias a esos pequeños desarrolladores que gastan su tiempo y emplean su talento en hacer realidad juegos como este.
A Pizza Delivery es un juego desarrollado en España por Eric Osuna y también publicado por Dolores Entertaiment, que hemos tenido oportunidad de probar antes de su lanzamiento y que os traemos hoy, para contaros todo lo que os puede aportar. Trata de una repartidora de pizzas en su última entrega del día y, aunque el argumento no parece ser nada emocionante, la cosa pronto va a derivar en algo muy intenso y especial.
Lo podéis encontrar desde el 7 de noviembre en PC, Xbox SerieS/X y PS5. En estas dos consolas lo hemos jugado y aquí os contamos todo lo que se puede contar…

Un reparto muy especial
A ver…, si esperabas un simulador frenético de repartos con semáforos en rojo y clientes cabreados, frena el scooter: A Pizza Delivery es un sueño hecho videojuego sobre ruedas, un paseo meditativo por paisajes que se deshacen como queso fundido. Un viaje surrealista que deja un regusto que dura días.
Juegas como «B», una repartidora anónima en su último pedido del día. Un día que arranca normalito (deja una pizza en un piso y recibe la llamada de su jefe Earl) pero pronto vira a un limbo mental: un «no-lugar» subliminal donde la realidad se dobla como una masa de pizza estirada y caliente. Es una joya introspectiva que sufre de algún que otro bache.
B coge su Vespa fiel, con una pizza extra en la caja, y rueda por un mundo onírico inspirado en Ghibli y Kentucky Route Zero con esos campos infinitos, pasillos flotantes, chimeneas barcelonesas como guiños personales de Osuna (que sí, que el autor ha metido alguna referencia personal y todo!). No hay villanos ni jefes finales: el «conflicto» es interno, en un espacio compartido por almas atascadas en dudas, arrepentimientos y anhelos. Encuentras personajes excéntricos (una anciana solitaria, un melancólico guitarrista tirando piedras al lago…) y compartes porciones de pizza para desbloquear sus relatos.
La pizza es metáfora pura: un acto simple de conexión en la vacuidad. Earl llama por cabinas públicas con consejos vagos («sigue los cables, atenta a las faroleas con luces de colores»), y B reflexiona en silencio mientras el paisaje muta de rural sereno a surreal, de campos sembrados de molinos a interiores que se retuercen en ángulos imposibles. El juego se atreve a evocar temas de manera implicta, como el estancamiento vital, la empatía como salvavidas, el seguir adelante aunque duela... El final, bueno, es ambiguo pero emotivo y más sugerido que mostrado de forma evidente y te invita a rumiar en los post-créditos. Corto y lineal, pero con coleccionables y elecciones (¿compartes pizza? ¿exploras más?).

Grandes polígonos como corazones
Visualmente es un lienzo Ghibli low-poly, con colores saturados en praderas verdes, nieblas volumétricas en espacios abiertos, transiciones fluidas que desorientan sin marear (aquí el motor Unity brilla en consolas). La Vespa rueda por carreteras infinitas con partículas de polvo y hierba que ondea al viento, creando momentos de «conducición zen» con música ambiental que hipnotiza gracias a sus melodías suaves y sus silencios elocuentes. En PS5/Xbox la conducción no es demasiado fina y da la impresión de que la moto flota o se desliza como en el hielo, siendo la conducción algo «extraña» y que se siente demasiado irreal.
Esos gráficos sencillos y atmosféricos nos han encantado sobre todo al evocar paisajes, con una utilización de la luz y los colores muy cuidada y con gran sensibilidad. Si, la ciudad se siente vacía pero es un elemento intencionado que aumenta la sensación de irrealidad que transmite el juego.
Evidentemente el juego llega en español, pero solo en los textos y subtítulos ya que no hay voces actorales y todo, desde la historia a los tutoriales o los diálogos, es a través de líneas de texto.

Intenso pero no difícil
Se le puede definir como un walking simulator en el que usamos una scooter, con puzzles ligeros (palancas, estrellas de mar, cintas transportadoras, llaves) que se limitan a la búsqueda de algún objeto, a encajar otro o a descifrar algún código. La cosa se complica, ligeramente, con el uso de cintas transportadoras y, sobre todo, con la manera en que tenemos que buscarnos la vida para evitar que la pizza se moje cuando llueve.
Monta la Vespa (ya hemos dicho que sus controles son algo rarunos), explora de manera lineal pero con alguna parte ramificada, e interactúa con personajes. No hay cuentas atrás ni momentos de tensión más allá de alguna persecución que no podemos desvelar, porque aquí casi todo se resuelve de manera meditativa y tranquila, priorizando la relajación y el disfrute sereno.
Es difícil sentirse frustrado con el juego ya que ofrece una jugabilidad asequible y un avance constante que premia siempre con nuevos descubrimientos. En su día de lanzamiento elimina algunos de los bugs que nosotros sufrimos en la versión previa, lo que suaviza la experiencia y permite que nos dediquemos a disfrutar del relajante y reflexivo reto que nos propone.

Conclusiones
A Pizza Delivery es una brisa indie con corazón Ghibli: surreal, emotiva, zen, pero con algún problema en el control y quizá algo breve. Brilla en su creación de atmósfera y sabe dosificar algunos minijuegos, secretos y mecánicas. Sin duda encantará a los fans de juegos narrativos cortos que sepan ver la profundidad que ofrece su propuesta y sepan, también, descubrir todas las referencias y evocaciones que incluye.
Parte de algo en apariencia mundano, cotidiano e intrascendente como es una repartidora de pizza en un día normal de trabajo… y lo transforma en un viaje interior que llega a dejarte poso.
Es otra muestra más de que en lo indie se encuentra verdadero talento y que con trabajo y empeño se pueden crear este tipo de pequeñas/grandes historias en un medio tan necesitado de ellas, saturado como está de géneros que nunca aportan nada original.
Sin duda no es para todo el mundo, y no está exento de problemas… pero aporta esa chispa de originalidad que los jugadores (muchos) saben apreciar en una obra realizada con tanto amor y talento. Y es que repartir pizzas nunca ha sido tan poético y evocador.
