Análisis de Fast & Furious: Arcade Edition, acelerador a fondo pero tanque casi vacío

Gráficos
Sonido
Jugabilidad
Duración
Entretenido
Divertido e intenso como buen arcade, pero demasiado corto de contenido y opciones.
Si buscas un chute de adrenalina rápida, uno de esos juegos que te dejan el pulso a mil, Fast & Furious: Arcade Edition es como pisar a fondo el acelerador: explosivo, caótico y adictivo por ráfagas. Fue lanzado el 24 de octubre de 2025 por GameMill Entertainment y desarrollado por Cradle Games y se trata de un port directo del arcade de 2022. Ahora toca disfrutarlo en PS5, Xbox SerieS/X y Switch, como un homenaje descarado a la saga de coches más famosa de los últimos años, con sus piruetas imposibles a cuatro ruedas.
No se trata de un simulador profundo ni de una epopeya narrativa , sino un racer arcade puro, sencillo y frenético que promete diversión instantánea… pero que cumple a chispazos y que se apaga más rápido que un motor sobrecalentado. Vamos a pisar el acelerador en esta reseña, con curvas cerradas y sin frenos y esperamos que os sirva de referencia para saber si vale la pena apostar por él.

Acelera, no hay más historia
El núcleo de F&F Arcade Edition es simple como una salida en línea recta: eliges un icono de la franquicia (por ejemplo el Dodge Charger R/T del muscle car clásico, el Corvette Z06 para curvas afiladas, el Shelby GT500 KR con su rugido bestial, un Ford GT exótico, el Bronco DR off-road o el Jeep Wrangler todoterreno) y te lanzas a seis pistas globales que duran unos dos minutos cada una. Desde las calles de neón en Tokio hasta autopistas desérticas de México, pasando por un New York caótico o un Río de Janeiro carnavalero.
Cada pista, cada fase, te exige que llegues primero para cumplir la misión que te proponen, que siempre es una locura digna del final de cualquier peli de la saga. Si consigues el éxito en cada una de las seis pistas con un mismo vehículo obtendrás su versión Nitro/Furious, más poderosa y veloz y que abre nuevas posibilidades al juego. Además, hay recompensa si logras superar todas las carreras de manera consecutiva, sin fallar ni una.
Y cada carrera, cada pista, es un festival de destrucción y velocidad con rampas que te catapultan sobre trenes, atajos que atraviesan iglesias destrozando bancos y vidrieras (¡sí, como en las pelis!), y entornos ramificables donde un mal drift significa chocar contra un camión y explotar en bolas de fuego. Es parecido a un Burnout, con explosiones coreografiadas y espectaculares desastres motorizados.

Jugabilidad a toda pastilla
Su jugabilidad es frenética y accesible, sin tutoriales ni complicaciones. Mantienes el acelerador clavado (o usas nitro en ráfagas de tres, o de diez en las versiones «Furious» desbloqueables que decíamos antes), saltos y piruetas para recargar, derrapes para acelerar, y demás parafernalia para impresionar aunque no dan puntos extra.
La física en este juego es un tanto… extraña, con coches que flotan como en un sueño febril, colisiones que te lanzan al cielo para aparecer de repente en la carretera y demás locuras, pero eso le da encanto arcade: impredecible e imposible.
En solitario, compites contra una IA algo tonta pero muy agresiva que te empuja como si te tuviera manía. Pero el verdadero jugo está en el juego local, donde retas a un amigo y el sofá se convierte en una zona de guerra vehicular. Personalizas colores (nada demasiado elaborado), y hay destructibles por todos lados, sumándose al caos las farolas, vallas, peatones cartoon que saltan como bolos y demás atrezzo que tenga la mala fortuna de cruzarse en nuestro camino.

Un port muy básico
Corre a 60 FPS estables en consolas, al menos en nuestra PS5, con gráficos coloridos y vibrantes que evocan los arcades noventeros, pero sí se notan los bordes dentados, que nos recuerdan que es un port perezoso.
El sonido es un auténtico bombardeo: motores V8 tronando, crashes que retumban como truenos, y un locutor fuera de sí gritando «¡FAST! ¡FURIOUS!» cada dos por tres, mezclado todo con unas canciones rockeras que te meten en vena la esencia Fast.
Los problemas con este juego vienen cuando te pasas los seis circuitos y descubres que el contenido es un espejismo. Seis carreras que memorizas a saco hasta ganarlas todas y desbloquear el Modo Extreme, que solo sube la dificultad con más tráfico suicida, sin GPs, multijugador online ni modos extras. En dos horas lo has visto todo. Los Furious cars desbloqueables son reskins con más nitro, y los atajos se agotan rápido. Es como ver una de sus pelis: divertido, pero algo vacío.
También le falta pulido porque los videos de carga están comprimidos, que parecen VHS, la voz es cansina e irritante, y sus mecánicas superficiales sin recompensas reales por drifts o combos terminan desmotivando.

Conclusiones sobre ruedas
Es un puro arcade: sencillo, frenético y perfecto para sesiones cortas con colegas, evocando la nostalgia de meter monedas en una máquina ruidosa. Brilla en su caos explosivo y en su diversión inmediata, pero se estrella contra su escasez. Si amas los arcades rápidos e intensos como Hot Wheels Unleashed o Cruis’n, pégale una vuelta pero si eres de los que esperan que un juego te ofrezca profundidad de contenido y te acompañe un tiempo…razonable, ni te acerques.
No vamos a negar que hemos pasado ratos muy divertidos e intensos, pero han sido cortos y nos quedamos con ganas de más. Tomen nota y amplíen vehículos, circuitos y modos de juego. Un DCL a tiempo puede corregirlo y valdría la pena, porque la esencia Fast & Furious está aquí.
