Análisis de Hirogami para PS5, papel doblado en la pantalla plana

Gráficos
Sonido
Jugabilidad
Duración
Muy recomendable
Aun con algún fallo, es un hermoso plataformas con gran mensaje de fondo
Si hay algo que nos gusta en este mundo de píxeles y mandos es cuando un juego se atreve a doblar las reglas del género y nos envuelve con un universo que parece salido de un cuento de hadas hecho a mano. Algo así es precisamente Hirogami, el debut de Bandai Namco Studios Singapore y Malaysia (en colaboración con GYAAR Studio), publicado por Kakehashi Games.
Lanzado el 3 de septiembre de 2025 para PS5 y PC (vía Steam y Epic Games Store), este título es un plataformas de acción 3D inspirado en el arte ancestral japonés del origami. Imagínense un mundo donde todo (desde las montañas hasta los enemigos) está plegado con delicadeza, como si un niño gigante hubiera armado un diorama con hojas de papel.
Pero no hay que dejarse engañar por la fragilidad aparente: debajo de esas capas de papel y pliegues estudiados hay una aventura que explora temas profundos como la obsolescencia de las artes tradicionales frente a la invasión digital.
Vamos a desdoblar el juego…

Primero, contextualicemos
Hirogami llega en un año saturado de indies y AAA, pero se posiciona como un soplo de aire fresco (o mejor dicho, de brisa de abanico de papel) en el subgénero de los plataformas artesanales. Desarrollado por un equipo pequeño (alrededor de 20 personas, según entrevistas del director creativo Yandhie Pratopo), el juego se cocinó durante años en los estudios de Singapur y Malasia, con un énfasis en la pasión por el folklore japonés y la resistencia cultural.
El resultado es un título que pretende ser un poema interactivo sobre el equilibrio y la fragilidad. En PS5, corre a 60 FPS estables en modo rendimiento, con un modo gráfico que resalta los bordes afilados del papel en 4K. Vsualmente hipnótico, jugablemente irregular, pero con un corazón que late como un origami cobrando vida.

Un cuento plegado en la consola
En Hirogami no encontramos un vasto sandbox, sino un libro abierto sobre una mesa en el «mundo real». Cada capítulo se desarrolla en una página, lo que le da un feeling de cuento ilustrado que se despliega ante tus ojos. Controlas a Hiro (de ahí el título Hiro+Origami), un misterioso personaje, un maestro del «folding» (plegado), armado con un abanico de papel que usa como arma y herramienta.
Hiro vive en Shishiki, un pueblo origami idílico donde todo es armónico: árboles plegados como grullas, ríos de tinta fluida y habitantes que parecen marionetas de papel washi. Pero la paz se rompe con la llegada del «Blight», una fuerza digital corrupta que invade como un virus pixelado, convirtiendo el papel orgánico en glitches negros y criaturas deformes llamadas Glitchers.
La narrativa, escrita con toques poéticos, explora el choque entre lo analógico y lo digital. Como explica Bandai Namco Studios, «queríamos mostrar qué pasa cuando una fuerza intenta sobrescribir a la otra, no por maldad, sino por obsolescencia». Hiro, un héroe reacio con un pasado envuelto en misterio (sin spoilers, pero involucra una traición plegada), debe viajar por 10 capítulos para purgar la corrupción, derrotando a muchos personajes, como un armadillo con acento yorkshire, una rana «pija» y un mono inseguro. Estos bosses no son solo peleas; son diálogos que cuestionan la relevancia del arte manual en la era de la IA.
La historia principal dura unas 6-8 horas, pero con coleccionables y desafíos se estira a 10-12. Es lineal, con toques de backtracking para misiones secundarias, pero nunca se siente forzado. Los NPCs, como aldeanos origami que comparten proverbios japoneses, añaden calidez, aunque la voz en off es mínima. Su subtexto sobre preservar la tradición en un mundo binario resuena, especialmente en 2025, con debates sobre IA en el arte. En PS5, los DualSense vibran sutilmente con el «crujido» del papel, y los gatillos adaptativos simulan el abanico abriéndose.

Transformaciones que doblan la realidad… y desatan algunos bugs
Aquí entramos en el núcleo plegado de Hirogami: la jugabilidad. Es una hábil mezcla de plataformas, puzzles y combate, todo atado al tema del origami. Controlas a Hiro en tercera persona, usando su abanico para soplar enemigos, planear como una cometa o golpear con ráfagas de aire. Pero el gancho real son las transformaciones, ya que al derrotar bosses desbloqueas formas animales que cambian tu kit por completo: Como armadillo, te enrollas en bola para rodar a alta velocidad, rompiendo barricadas o embistiendo Glitchers. La forma de rana te da saltos imposibles y lengüetazos tóxicos para resolver puzzles acuáticos. El mono trepa a los árboles y da puñetazos. Y hay más, como un pájaro o un pez… hasta seis formas que se desbloquean progresivamente.
Los niveles son lineales pero ramificados: explora cuevas plegadas, salta por cascadas de papel de arroz y resuelve puzzles donde doblas plataformas para crear puentes o usas viento para mover hojas flotantes. Los coleccionables (hojas de oro, kozo y Crane Souls) alimentan un crafting simple para obtener mejoras en salud o habilidades. Hay tres misiones principales por nivel (completar, recolectar sin daño, etc.) y desafíos opcionales para trofeos, incentivando replays. En PS5, el quick-time para transformaciones es fluido, y el checkpoint es generoso, evitando frustraciones habituales en otros juegos.
Pero no todo es un pliegue perfecto. El plataformeo sufre de una cámara fija que solo rota levemente. En secciones verticales o con profundidad, juzgar las distancias es un dolor: salta mal y caes al vacío, repitiendo el recorrido. El combate es otro punto débil: soplar Glitchers es satisfactorio al inicio, pero se vuelve repetitivo. Los enemigos son variados (láseres digitales, enjambres glitch), pero los patrones son predecibles, y el sistema de bloqueo es torpe. Además, hay algunos fallos menores como texturas que se «despliegan» tarde y que rompen la inmersión, aunque un parche post-lanzamiento (septiembre 2025) los mitiga.
Dicho eso, los momentos brillantes compensan. Imagina rodar como armadillo por un tobogán de papel, transformarte en rana en pleno salto para lamer una flor lejana y abrir un camino secreto. O un puzzle donde doblas una hoja gigante para bloquear un río de tinta corrupta. Es accesible para jugadores casuals, pero desafiante para completistas.

Arte y Sonido: Un festín para los sentidos plegados
Si Hirogami brilla como un farol de papel, es por su estética. Todo es origami: personajes con bordes afilados, entornos que se «despliegan» al entrar como los árboles de papel. El estilo papercraft es minimalista pero expresivo con colores pastel contra fondos blancos, con animaciones que simulan arrugas y dobleces.
En PS5, el HDR hace que los glitches digitales (los enemigos) contrasten brutalmente con el papel cálido, visualizando claramente el tema de invasión. Cada boss tiene un diseño único (el armadillo con armadura plegada es adorablemente letal) y los fondos, como bosques de bambú doblado, invitan a realizar capturas.
El sonido es un haiku auditivo. La banda sonora, compuesta con instrumentos tradicionales (koto, shamisen, flautas), evoca paz shintoísta: tracks suaves para exploración, ritmos intensos para bosses. Efectos como el «whoosh» del abanico o el crujido del papel son ASMR puro. En PS5, el Tempest 3D Audio espacializa el viento, haciendo que sientas la brisa. No hay una gran variedad de voces, pero los diálogos textuales con acentos extravagantes (¡el armadillo yorkie!) añaden encanto.

Conclusión: Un origami con potencial para secuela
Hirogami es como un regalo envuelto en papel de arroz: hermoso por fuera, con sorpresas ingeniosas dentro, pero con algunos dobleces torcidos que impiden que vuele alto. No reinventa la rueda (o el abanico), pero su mundo frágil y sus transformaciones animales lo convierten en un placer culpable. Si buscas un plataformas reflexivo, de 8 horas y que deja un regusto poético, cómpralo. Pero los puristas del género, mejor esperen un parche o secuela que alise la cámara y expanda el combate.
En resumen, Hirogami es un plataformas con gracia cultural, recordándonos que lo artesanal aún puede pelear contra lo digital.