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Análisis de Silent Hill f, terror renovado

Gráficos
Sonido
Jugabilidad
Duración

Genial

Un reencuentro con el mejor Silen Hill y, al mismo tiempo, algo nuevo

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En el vasto y nebuloso legado de Silent Hill, cada entrega ha sido un descenso único hacia los abismos de la psique humana, envuelto en una atmósfera que combina lo onírico con lo grotesco. Silent Hill f, desarrollado por NeoBards Entertainment bajo la supervisión de Konami, llega en 2025 como un ambicioso intento de reimaginar la franquicia para una nueva generación, mientras mantiene ese sello inconfundible de terror psicológico que ha definido la saga desde 1999.

Con una premisa que nos traslada a una rural y opresiva Japón de los años 60, envuelta en una estética floral tan bella como inquietante, Silent Hill f es una experiencia que combina nostalgia, innovación y una narrativa que se clava en el alma como un cuchillo oxidado. Pero, ¿logra este nuevo capítulo estar a la altura de su ilustre linaje? Vamos a adentrarnos en la niebla para descubrirlo.

Una ambientación que respira vida y muerte

Desde el primer momento, Silent Hill f te envuelve en una atmósfera que es, sin exagerar, una de las más inmersivas de la saga. La historia nos lleva a un pueblo rural japonés, donde cae una niebla densa y perpetua, donde los cerezos en flor y los campos de girasoles contrastan con estructuras decrépitas y donde permanece un sentimiento omnipresente de decadencia.

La paleta de colores oscila entre tonos vibrantes y saturados, que recuerdan a los pétalos de flores en su apogeo, y grises opacos que evocan abandono y desesperanza. Este contraste visual es una metáfora constante de la dualidad de la vida y la muerte, un tema que recorre cada rincón del juego. NeoBards ha hecho un trabajo magistral al construir un mundo que se siente vivo, pero enfermo. Los entornos están llenos de detalles: el crujir de la madera bajo tus pies, el susurro del viento que arrastra pétalos por el suelo, o el eco distante de algo que no puedes identificar.

El pueblo en sí es un personaje más. Sus calles laberínticas, sus santuarios olvidados y sus casas que parecen guardar secretos en cada esquina crean una sensación de claustrofobia, incluso en espacios abiertos. La niebla, por supuesto, sigue siendo un elemento icónico, pero aquí se siente más orgánica, como si estuviera viva, moviéndose y cambiando según tus acciones. Este dinamismo en el entorno refuerza la idea de que Silent Hill no es solo un lugar, sino una entidad que reacciona a tu presencia. Para colmo, esa niebla corrupta trae consigo una especie de «muerte roja», una sustancia a medias orgánica a medias etérea capaz de dañarte y confundirte.

La banda sonora, compuesta por Akira Yamaoka (veterano de la saga), es un pilar fundamental. Sus melodías melancólicas, que alternan entre pianos suaves y disonancias inquietantes, no solo complementan la atmósfera, sino que la elevan a un nivel de inmersión que te hace olvidar que estás sosteniendo un mando. Cada nota parece estar diseñada para recordarte que, en Silent Hill, la paz es solo una ilusión.

Una narrativa que corta como un bisturí

Silent Hill f nos presenta a Hinako Shimizu, una joven que tiene una vida familiar algo anormal con un padre violento y una hermana mayor que era su referente pero que ahora no está: es un tapiz complejo de trauma, culpa y redención. Sin entrar en spoilers, la historia explora temas de sacrificio, identidad y la lucha por reconciliarse con el pasado. A diferencia de entregas anteriores, donde los protagonistas solían ser forasteros enfrentándose a sus demonios internos, Hinako tiene una conexión más directa con el pueblo, lo que añade capas de intriga cultural y personal a la trama.

El guión es uno de los puntos más fuertes del juego. Los diálogos son introspectivos, pero nunca se sienten forzados o pretenciosos. Cada personaje secundario, desde una anciana que murmura sobre antiguos rituales hasta un joven que parece saber más de lo que dice, está cuidadosamente diseñado para añadir profundidad al mundo. La narrativa no te da respuestas claras; en cambio, te invita a interpretar, a conectar los puntos entre los fragmentos de recuerdos, cartas y visiones que encuentras.

Este enfoque respeta la inteligencia del jugador, aunque a veces puede resultar frustrante para quienes prefieren una historia más lineal. El uso de elementos culturales japoneses, como los rituales sintoístas y las leyendas locales, está integrado de manera orgánica, sin caer en estereotipos. Sin embargo, algunos momentos narrativos pueden sentirse algo desconectados, especialmente en el segundo acto, donde la historia se ramifica en múltiples perspectivas. Aunque esto enriquece la experiencia, puede diluir el impacto emocional en ciertos puntos. Aún así, el clímax es devastador, un crescendo que combina revelaciones impactantes con una catarsis que te deja reflexionando mucho después de los créditos.

Jugabilidad: Un equilibrio entre lo clásico y lo moderno

En términos de mecánica, Silent Hill f busca un equilibrio entre la jugabilidad clásica de la saga y elementos modernos. Los controles son más fluidos que en los títulos originales, con una cámara en tercera persona que se siente natural y responsiva aunque no se puede controlar en los combates y nos deja algo vendidos (seguramente será intencionado, para aumentar la sensación de indefensión y peligro).

Sin embargo, conserva esa vulnerabilidad que define a los protagonistas de Silent Hill: Hinako no es una heroína de acción, y cada encuentro con las criaturas del juego es un ejercicio de tensión. El combate es deliberadamente torpe, pero no frustrante. Hay golpe normal, golpe fuerte, esquiva, ataque especial… pero el movimiento de los enemigos es errático y muy difícil de leer. En ocasiones será mejor huir o buscar ese momento justo en el que un destello de colores nos indica cuándo atacar.

Las armas, como tuberías, bates, mazas, cuchillos y una pistola con munición limitada, refuerzan la sensación de supervivencia. Sobre todo por su corta duración y la siempre amenazante posibilidad de que se rompan en medio del combate. En ocasiones empuñaremos armas más contundentes como katanas o naginatas, pero será en ciertos momentos en las que las necesitemos de verdad y estas, menos mal, no se deterioran ni se rompen.

Las criaturas, inspiradas en flores y elementos orgánicos (piensa en pétalos que se retuercen como carne viva o tallos que se convierten en garras), son tan grotescas como fascinantes. Cada enemigo parece diseñado para reflejar un aspecto del trauma de Hinako, lo que añade un nivel de simbolismo que los fans de la saga apreciarán. Mención aparte los espantapájaros/maniquíes, clásicos de la saga pero aquí transformados en estudiantes de madera y plástico tan letales como terroríficos.

Los puzles, otro pilar de la franquicia, son un punto destacado. Desde descifrar códigos basados en poemas antiguos hasta manipular objetos en el entorno para desbloquear caminos, los rompecabezas son desafiantes pero justos. Algunos requieren que prestes atención a los detalles del entorno, lo que fomenta la exploración y refuerza la inmersión. Sin embargo, un par de puzles en las secciones finales pueden sentirse innecesariamente obtusos, lo que rompe momentáneamente el ritmo.

La exploración es otro aspecto clave. El mundo semiabierto del pueblo permite cierta libertad, pero nunca al punto de sentirse abrumador. Hay áreas opcionales que esconden fragmentos de la historia, objetos útiles o encuentros escalofriantes que no son estrictamente necesarios, pero enriquecen la experiencia. La linterna y la radio estática, elementos clásicos de la saga, regresan con mejoras sutiles, como efectos visuales más dinámicos y una radio que emite sonidos más variados dependiendo del tipo de enemigo cercano. En PS5, por ejemplo, es aterrador escuchar la estática o las voces que salen del mando, como si fuera el altavoz de una radio.

Aspectos técnicos y visuales

Gráficamente, Silent Hill f es un espectáculo. Corriendo en Unreal Engine 5, el juego aprovecha al máximo las capacidades de las consolas actuales y PC. Los efectos de iluminación, especialmente en las transiciones entre el mundo real y el «Otro Mundo», son impresionantes, con sombras que parecen bailar con vida propia.

La dirección artística, que combina elementos tradicionales japoneses con el surrealismo característico de la saga, es simplemente sublime. El rendimiento es sólido, con tiempos de carga mínimos y una tasa de frames estable incluso en los momentos más intensos. Sin embargo, en la versión de PS5, tuvimos en pocas ocasiones algunos problemas menores de texturas que tardan en cargar en áreas abiertas, aunque nada que rompa la experiencia. El doblaje, disponible en japonés e inglés, es excelente, con actuaciones que capturan la vulnerabilidad y el peso emocional de los personajes y, por supuesto, con unos subtítulos al castellano perfectamente localizados.

El legado de Silent Hill

Silent Hill f no es solo un juego; es una declaración de intenciones. Konami, tras años de tropiezos con la franquicia, parece haber encontrado un equilibrio entre honrar el legado de la saga y explorar nuevas direcciones. No alcanza las cotas de perfección de Silent Hill 2, pero se siente como un digno sucesor espiritual, especialmente en su capacidad para evocar emociones crudas y complejas.

Sin embargo, no está exento de fallos. Algunos momentos narrativos se sienten algo desarticulados, y ciertos puzles pueden frustrar más de lo necesario. Además, los fans más puristas podrían argumentar que la mayor accesibilidad de la jugabilidad sacrifica parte de la tensión opresiva de los originales. A pesar de esto, Silent Hill f es una experiencia que se queda contigo, un recordatorio de por qué esta saga sigue siendo un referente en el terror psicológico.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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