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Crítica: “Redneck vol.1”. Vampiros Molones.

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“Son las cosas que no ves venir las que terminan siendo lo último que ves”

De lo previsible a lo sorprendente, del tópico al clímax explosivo.

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La supervivencia rural norteamericana, muy retratada últimamente en todo tipo de ficción y géneros, nos emplaza en esta ocasión a los Bowman, una familia de vampiros escondida a primera vista en las regiones interiores del Estado de Texas. Saben que ellos saben lo que son, pero conviven en paz…armada. Cualquier malentendido entre ambos mundos va a encender la chispa que reviente un ecosistema manchado de sangre durante generaciones. El fondo del asunto que desarrollan Donny Cates y Lisandro Estherren suma más que resta al universo vampírico. Y ello porque el enfrentamiento entre humanos y nohumanos es imparcial. Cuando tira hacia un lado a nivel empático, donde el mundo vampírico sufre más que el humano, ocurre lo contrario. Sí es verdad que el retrato retrogrado de la humanidad desequilibra a priori esta cuestión a favor de los vampiros, pero definitivamente, visto en conjunto, se reequilibra y queda muy bien plasmado, no tanto como reflejo de querer hacer ver el trasfondo poco tolerante y de bajas miras paleto de estas zonas, sino por algo tan lógico como que la experiencia vital que atesora un vampiro a lo largo de los años les otorga más experiencia, madurez y conocimiento de todo lo que le rodea. Y de ahí que esa visión poco amistosa e inculta de los vecinos de los Bowman y el miedo supersticioso promovido por el cacique de turno, les disculpe. Al final, es una cuestión de sabios contra ingenuos. Ahí radica, por ahora, en mi opinión, el interés en esta serie, cuyo primer tercio descubrimos en el presente volumen. La supervivencia de unos y otros, ni más ni menos.

Si puede ser más perezosa en la construcción de la familia Bowman, con elementos más típicos. Un padre viudo con tres hijos, el abuelo, muy mayor, retirado y con muy mala leche, la hija que lo cuestiona todo, que rezuma inteligencia por los cuatro costados y con un poder latente tremendo y por descubrir, el amigo de la familia, más perdido que una hormiga sin antenas y dos aliados humanos todoterrenos. En el otro lado, el cura, por supuesto, muy malo y cruel, más por supuesto todavía, que domina el pueblo como el más villano de los villanos. Pero es justo lo distinto en el destino de todos ellos, lo que la hace sorprendente, cuando uno cree que está ante una historia mil veces vista, zas! Todo salta por los aires. Y como esta circunstancia típica se corta a las primeras de cambio, es este no-giro lo que más me llamó la atención para seguir conociendo las desventuras de esta peculiar familia y sus adversarios.

Además, narrativamente cuenta con algo que estoy apreciando mucho en las obras contemporáneas. El hecho de que todo parta de un punto intermedio para que en paralelo a los acontecimientos, se nos vayan rellenando los huecos abiertos intencionadamente al principio. No es ni bueno ni malo, solo que resulta predecible argumentalmente que las respuestas van a sostener el impacto de determinada situación. Al menos, aquí contamos con soluciones imprevistas pero satisfactorias, que hay unas cuantas, sobre todo en la parte final, de gran potencia. Sobre todo cuando el primer arco lo creía amortizado. Lo justo para saber más de esta obra y continuarla. En este siento, cosa rara, este primer arco argumental termina muy arriba. Tanto en acción como en dramatismo, y no sólo por responderse las dudas planteadas al principio sino porque se aprecia cierta grandeza en el clímax final, de darle vueltas a si estamos ante algo mucho más grande que lo observado en primer lugar. Y no es tanto por el desatamiento tan cinemático que tiene, sino porque empuja a los personajes donde no querían, que eso es lo mejor que le puede pasar a una ficción, poner a todos en situaciones límite, que descubran exactamente lo que son y hasta donde pueden llegar. En grupo y como individuos. Y esto también va por los “malos” de la historia. Muy satisfactorio, sí señor.

El dibujo de Estherren es muy válido para una historia como esta. Donde la muerte y la violencia, tanto en lo sutil como en lo explícito, deambulan sin solución de continuidad. Esas atmósferas tan ambientales en lo chungo requieren dibujos sombríos como este. Y no sólo respecto a la iluminación y anatomías, también en el estilo visual más superficial. No es hasta cuando termina la obra cuando me doy cuenta que apenas hay detalle e incluso fondos, en varias ocasiones, en las escenas. El texto, las situaciones y las reacciones secuenciadas de los sujetos disimulan cualquier punto débil del artista. Eso no sólo es un punto a favor en el sentido narrativo del profesional, sino que significa que la comunión entre escritura, narrativa gráfica y la observancia del lector es absoluta. Y claro, si es una historia cruel, de venganza, de muerte, de supervivencia y de ajustar cuentas, estos presupuestos encajan a la perfección e imantan al lector cuando la fuerza argumental de la imaginación de Cates queda bien interpretada y ejecutada. Me recuerda mucho, sobre todo en anatomías, a Ben Templesmith, aunque de trazo más contenido que este, más experimental. Coincidencia, he descubierto a ambos en un tebeo de vampiros.

Grandísimo sabor de boca me ha dejado este primer encuentro con el Redneck de Coates.

Redneck 1-12, Skybound/Image. Redneck volumen 1, ECC Ediciones. Cartoné. 264 páginas. Color. Pvp: 29 €.

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