Crítica: «Conan el Cimmerio 4. La hija del gigante helado», sexo y sangre bajo cero

Aunque tardó unos cuantos años en llegar, no se puede negar que la serie BD que adapta los relatos de Conan está recuperando el tiempo gracias a la publicación regular y continuada de Planeta Cómic. La visión que distintos autores franceses tienen del bárbaro creado por Robert E. Howard aparece cada dos meses, apróximadamente, para sorprendernos y cautivarnos con unas historias que, pese a haber sido multitud de veces contadas, siguen golpeando. En esta ocasión gracias al talento y buen hacer de estos autores europeos.

El tomo cuarto corresponde a la adaptación La Hija del Gigante Helado, a cargo de Robin Recht como autor único. No descubriremos ahora a este increíble ilustrador, pues sus trabajos en Thorgal o Elric hablan por sí mismos y le definen como un gran artista del género. Recht no se complica con experimentos argumentales y calca la historia en cuestión… pero con un nuevo aliciente: le raspa todo el barniz censor que sufrió desde su origen.

Como primera obra sobre Conan, Howard estaba experimentando y le incluyó un manifiesto y claro contenido sexual que jugó en su contra y le obligó, a través de los editores, a modificar el relato. Ese es el que ha llegado a nosotros en las versiones de cómic que ya conocíamos. Recht ha decidido saltárse las barreras censoras, aprovecharse de la libertad que le da el cómic europeo (y su entorno editorial) y gestar la adaptación sin tapujos ni remilgos.

Si recordáis más o menos de que va… Conan, tras un combate feroz en pleno norte nevado, agotado y herido… tiene un encuentro fugaz con una atractiva jóven que va desnuda y que le provoca (en todos los sentidos) para que la persiga. Jugándo al gato y al ratón. Es una trampa, pues le está dirigiendo a una muerte segura, a una emboscada. Ella es la hija de un dios, una diosa, y su cometido es llevar a los mejores guerreros hasta sus parientes para que den buena cuenta de ellos. Pero esta vez se han equivocado. Conan no es solo un gran guerrero y se va a enfrentar cara a cara con esos traicioneros dioses.

Bien, hasta ahora no se nos escapaba el carácter sensual (más que sexual) del relato. Con un Conan persiguiendo a una joven desnuda que se le insinúa. Sin embargo, en este cómic, el autor muestra claramente las intenciones de un bárbaro, completamente fuera de si, corriendo tras la joven para forzarla. Incluso en una escena seremos testigos de la pasión de la diosa.

Por desgracia, se trata de una historia corta de Howard y el argumento no da para mucho más. Consciente de ello, el autor se recrea en lo visual, desplegando unos escenarios helados que sobrecogen y cuyos blancos y azules quedan rotos por el rojo del cabello de la protagonista. De todos los tomos, es en este donde encontramos al Conan más… reconocible, más parecido al Conan de Marvel. Pero se trata de solo una apreciación y de una curiosidad que ni aporta ni resta nada a la obra.

Un relato que mezcla erotismo y sexualidad con violencia. Que no sorprende por lo que cuenta pero sí por como lo hace: sin tapujos y con desnudos intencionados, sacudiéndose el velo censor del puritanismo que constreñía las versiones previas. Súmale a ese incentivo el precioso, visceral y contundente arte de un Robin Recht desatado, que experimenta y juega siempre al servicio del impacto visual. Dejando por el camino retóricas literarias que, por otro lado, no encajan con la aventura en cuestión.

Seguimos, pues, con una colección diferente y recomendable, que reinventa los clásicos de Conan sin traicionarlos nunca y que encuentra su propio hueco entre la miríada de adaptaciones que ya existen.

Conan el Cimmerio tardó en llegar, pero ha valido la pena la espera.