Críticas de cine

Crítica: El hombre lobo. Buena adaptación, no tan buena película.

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Pese a que a los problemas en lo que a la producción de este remake se refiere no han brillado por su ausencia, “El Hombre Lobo” supone una de las mejores adaptaciones que el cine americano ha conseguido llevar a cabo en los últimos tiempos.
 
Y es que desde unos meses para acá, bien debido al afán hollywoodiense por ganar dinero a costa de destrozar clásicos (véase un Sherlock Holmes que resulta un sucedáneo del irónico doctor House, con toques de Rocky), bien por la incompetencia a la hora de adaptar ya sean libros (recordemos el desastre de la “Brújula Dorada” a manos del director de “Luna Nueva”) o cualquier tipo de historia, casi da miedo ver  los resultados que los productores de USA obtienen de cualquier obra original con un mínimo de carisma.
 
Y es que parece que lo bueno es precisamente lo que menos vende.
El remake, que viene firmado por Joe Johnston  pero  en el cual no se sabe a ciencia cierta el número de participantes (ni el grado de implicación de cada uno de ellos), muestra una realización al más puro estilo del cine clásico que tan a menudo se echa a faltar en toda la vorágine de explosiones y efectos sin sentido en que se ha convertido el cine progresivamente. 
 
Desde el maquillaje, cuidado hasta el punto de que su misma aplicación llevaba tres horas, hasta su perfecto equilibrio con los grandes efectos especiales de los que es capaz el cine, han respetado la atmósfera que hace del terror clásico algo tan especial.

Envueltos por la banda sonora con la que el maestro Danny Elfman nos trae a la memoria los clásicos (ya sea de el terror o de cualquier otro género) de los años 30 y adyacentes,  Emily Blunt (encarnando a Gwen Conliffe, la amada del protagonista) y Anthony Hopkins, nos deleitan con dos magistrales actuaciones, siendo de esperar en lo que a este último respecta, con un talento especial para interpretar a malvados y carismáticos personajes.

 

Es la mediocridad de un Benicio del Toro frio e insulso la que nos hace preguntarnos cómo un fan del clásico hombre lobo consigue aburrir de tal modo al espectador, que se hunde en bostezos ante el poco entusiasmo que el actor demuestra.

 
Si bien la profundidad de los personajes no aprovecha todas las posibilidades que la historia permite, como es el caso de la poca credibilidad que desprende la relación amorosa entre Lawrence Talbot y Gwen Conliffe, es debido a la sobriedad de los clásicos, que enamoran más por lo que cuentan que por dotar a los personajes de una personalidad consolidada.
 
Y es que, desde luego, nos encontramos ante una mejor adaptación que película.

 

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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