Críticas de cine

Sitges 2020: Las películas imprescindibles

El festival de Sitges han sido 10 días de carreras entre cine y cine, reír, llorar, gritar y, sobre todo, pasarlo bien. La apuesta este año era fuerte, no sólo por los tiempos en que nos ha tocado vivir sino también por el palmarés que se presentaba bien cargado de apuestas fuertes y sorpresas. 

Aquí os traemos lo que, para nosotros, son los imprescindibles de esta 53 edición del festival internacional de cine fantástico de Sitges, cuyo palmarés os trajimos ayer mismo.

En representación de nuestro cine patrio, tenemos dos películas que a nuestro parecer, son imprescindibles en cuanto toquen las salas de cine. Estamos hablando de Un efecto óptico (Juan Cavestany) una meta-película con un guión loquísimo lleno de humor y drama. Pepón Nieto y Carmen Machi están tremendos en sus actuaciones en esta comedia a través de un laberinto espacio-temporal maravilloso donde un supuesto viaje a Nueva York se torna un laberinto de idas y venidas. 

También recomendamos No Matarás (David Victori) donde Mario Casas nos vuelve a deleitar de nuevo con su manera de actuar. Aquí interpreta a Dani, un pobre muchacho a cargo de su padre impedido que decide retomar las riendas de su vida una vez muere. Aquí la película arranca en una vorágine de sucesos cada vez más locos donde no da ni un respiro al espectador durante toda la película. Angustiosa, injusta, triste y salvaje. 

El cine Ruso ha pegado fuerte en esta edición del festival, ya que nos ha traído varias joyitas que no tenéis que dejar escapar. Sputnik (Egor Abramenko) es una de ellas. Una película Scify que bebe directamente de Alien, Life o Arrival en una Rusia soviética donde un cosmonauta vuelve a la tierra con un pasajero más. Un film interesante, fresco aunque con un final un poco agridulce. 

También hemos visto Ich-Chi (Kostas Marsaan) una película más gafapastera pero que sin duda, hace las delicias de aquel que quiera ver más allá. Se nutre directamente del extraño y agreste folklore Ruso, mostrando a una familia pagando las consecuencias de vivir sobre un suelo maldito. Un film muy interesante, lleno de referencias, con unos giros de guión muy bien llevados y una fotografía algo oscura pero implacable. La única pega sería el elenco actoral, que deja mucho que desear a nuestro parecer. Sin embargo Ich-Chi es una buena apuesta para aquellos que quieran disfrutar de una buena peli. 

Entrando ya en el terreno de lo extraño y visceral, tenemos Sleepless Beauty (Pavel Khvaleev) donde una joven llamada Mila no se percata que está bajo vigilancia y un día es secuestrada. Los secuestradores establecen unas reglas un tanto peculiares: no debe dormirse. Mientras es atormentada por las imágenes que bombardean unas gafas de realidad virtual, la joven comienza a perder la cordura poco a poco, al igual que las esperanzas, mientras un chat en vivo comentan y animan a los secuestradores a ir más allá. Una película cruda, con imágenes impactantes, terroríficas y que provocarán más de una mueca de desagrado. Muy impactante. 

Saliendo ya de las frías tierras Rusas pero sin abandonar el continente, nos paramos en Hungría, lugar donde se filmó Comrade Drakulich (Márk Bodzsár) ganadora del premio a mejor guión. Y no es para menos, ya que en esta divertidísima comedia con toque de cine de espías ambientada en una Hungría soviética, los altos cargos están en búsqueda del elixir de la vida eterna les llevará directos a los brazos de un vampiro de lo más peculiar. Con personajes muy carismáticos, momentos tronchantes y un ritmo muy ágil.

Pasamos de un cine ligero y alegre a la densidad que rezuma en cada minuto de metraje Valley of the Gods (Lech Majewski) una película casi inclasificable donde un biógrafo comienza a escribir las memorias de un multimillonario dueño de una corporación que quiere arrebatarles las tierras a un pueblo navajo con tal de extraer uranio. Otro film gafapastero con una fotografía digna de exponer en un museo, una música hipnótica y una meta-historia que, pese a tener un ritmo irregular se atreve a tocar todos los palos de la diferencia de clases, el racismo, los sistemas socioeconómicos, los problemas conyugales o incluso tu propia cordura. Recomendable cambiar las palomitas por un buen café cargado. 

Pese a que vamos a seguir hablando de cine denso, The Show (Mitch Jenkins) con guión del archiconocido Alan Moore (Watchmen, V de Vendetta) nos encontramos con una historia viva. Donde nunca sabes qué espera detrás de cada esquina, donde todo es sorprendente y todos los personajes tienen luz propia y su momento para brillar por sí mismos, sin quedarse como meros secundarios. Con una estética muy comiquera y un dinamismo en la historia propio de uno de los grandes guionistas de todos los tiempos, The Show no decepciona, sino que te hace volver a creer en la magia y en que otro tipo de cine puede hacerse realidad. De nuestras preferidas en el festival sin dudarlo. 

Bajo el estandarte de cine gamberro hemos visto Mandibules (Quentin Dupieux) creación del mismo director que nos trajo Rubber (para el que no lo recuerde, el neumático asesino) con una comedia de lo más luminosa, amable y divertida. Aquí un par de amigos encuentran una mosca gigante que deciden entrenar para que les robe cosas. En la premisa del humor absurdo, el film funciona muy bien, por personajes muy carismáticos y un saludo que se convirtió casi en un himno dentro del festival. Porque ahora el saludo de Toro siempre estará en nuestros corazones. 

Cambiando ahora de tercio, Becky (Jonathan Milott, Cary Murnion) nos engatusa con un home invasion que hará las delicias de muchos. Ya que la trama pasa de un agradable fin de semana en la casa del lago entre padre e hija a un baño de sangre donde Becky (Lulu Wilson) es un auténtico animal sediento de sangre. Un depredador totalmente despiadado que no duda ni por un momento en descargar toda su ira y frustración adolescente contra unos convictos fugados en un baño de sangre y golpes. Toda una delicia dentro del género que debes de ver si quieres pasar un buen rato. 

Pasando a temas más oscuros, la película que nos ha mantenido pegados en la butaca de principio a fin ha sido The Dark and the Wicked (Bryan Bertino). Un film crudo y sin adulterar, donde dos hermanos vuelven a la granja familiar a esperar la muerte de su padre enfermo. Allí se darán cuenta que las oscuras energías que impregnan toda la villa se tornarán en su contra en un golpe seco, a la altura del estómago, que nos ha dejado sin aliento durante la mayoría del metraje. No ha ganado el premio a mejor fotografía en balde, ya que los planos, el color y el manejo de la cámara provocan una sensación totalmente inmersiva dentro de la Texas rural donde se ambienta la película. La tensión es palpable y los jumps care pese a que no hubieran sido necesarios, son igualmente aterradores. 


Por último, pero no menos importante, recomendamos encarecidamente Come True (Anthony Scott Burns) donde Sarah, una adolescente atrapada entre la depresión y el insomnio, decide acudir a un estudio universitario de dinámica del sueño, donde entabla amistad con el supervisor Jeremy. Sin embargo, el experimento no tarda en truncarse debido a los terrores nocturnos de la joven Sarah. A mi gusto personal, esta película es perfecta. La música y la atmósfera dentro de los sueños de la adolescente son preciosistas y a la vez inquietantes. La fotografía es deliciosa y el ritmo narrativo ligero y conciso. La actuación de Julia Sarah Stone es sobrecogedora y el desarrollo de la trama se cuece a fuego lento al principio pero se va acelerando ya en el primer cuarto pero sin atropellarse. El final, pese a que ha levantado muchas ampollas, luego te hace reflexionar seriamente sobre a qué película te has enfrentado y cómo has perdido contra ella. Para nosotros sin duda, de lo mejor que nos ha traído Sitges este 2020.

Rubén Pozo Verdugo

Escritor todoterreno y crítico de cine. Eterno friki. Amante del cine, los cómics y el humor absurdo. Gané la liga pokémon con un Magikarp. @Rupover

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