Reportajes de cine

Drácula en el cine (IV): Coppola

En esta entrega se repasan las películas de Drácula más importantes de los últimos años, pasando por el Drácula más reconocible de nuestros días, el de Francis Ford Coppola.

Drácula (Dracula, 1979)

Se trata de la gran desconocida, para muchos, injustamente ignorada. 
La bella y sugerente banda sonora de John Williams da paso a una introducción rápida y dirigida con pulso firme por John Badham que consigue introducir en la película al espectador de forma muy efectiva. Si bien es cierto que pierde fuerza a medida que avanza el metraje y el ritmo fluctúa a lo largo de toda la película, consigue mantenernos atentos hasta el final.
La historia es una versión libre del clásico de Stoker. Si bien es cierto que los personajes principales son los mismos, las relaciones entre ellos cambian. Por ejemplo, en este caso la protagonista femenina del filme es Lucy, hija de Van Helsing, que está pasando unos días en casa de su amiga Mina. Por su parte, Jonathan Harker no visita a Drácula en Transilvania, sino que la relación se mantiene mediante correspondencia, así como las transacciones necesarias para adquirir una propiedad en Reino Unido.
Drácula, brillantemente encarnado por Frank Langella, hace su entrada de forma enérgica y lleno de vitalidad, completamente opuesto al personaje melancólico, tenebroso y solemne que estamos acostumbrados a ver. En un primer momento parece más humano que sus predecesores, aunque pronto vemos su naturaleza vampírica ejerciendo un fuerte poder mental sobre las mujeres. De hecho, sus poderes sobrenaturales se van descubriendo poco a poco, como su capacidad trepadora, que por cierto, está genialmente captada por Badham.
Van Helsing, recordemos que aquí es el padre de Lucy, es advertido del peligro que corre su hija, por lo que se presenta para hacer frente al vampiro. Sin embargo, no es el experto en vampirismo que estamos acostumbrados a ver, sino una persona que parece desbordada por la situación y que no acaba de tomar el mando ante la destrucción del príncipe de las tinieblas. Drácula, que en esta película puede transformarse en lobo, murciélago o niebla, se mueve también durante el día, lo que le hace menos vulnerable ante posibles ataques de sus adversarios.
La persecución final es trepidante, pero culmina en un final que puede no convencer del todo al espectador. Con todo, estamos ante una película de Drácula que se sitúa por encima de la media y que logra entretener de forma efectiva. Es una pequeña joya olvidada que todo amante del género de terror debería descubrir si es que no la ha hecho ya.

Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula, 1992)

¿Qué se puede decir de esta película que no se haya dicho ya? La gran mayoría de los lectores la conocerán y la habrán visto al menos una vez, incluso seguramente haya algunas personas que la consideren una cult movie en toda regla y otras que la califiquen como completamente sobrevalorada. Y esto ocurre por una sencilla razón: no deja indiferente a nadie.
Junto con la famosa y espectacular banda sonora, quizá lo más llamativo en un primer momento sea su estilo visual, marcadamente poético. Coppola juega con el espectador presentando imágenes entrelazadas (no podemos olvidar los ojos acechantes de Drácula antes de presentarse en Inglaterra presentes en el cielo o en las plumas de un pavo real), así como numerosos símbolos y metáforas. Esto se puede ver, por ejemplo, en la manifiesta intencionalidad presente en los colores del vestuario de Lucy y Mina (Lucy, más libertina, de color rojo y la recatada Mina de color azul), en cómo el castillo de Drácula se asemeja a la figura de un hombre sentado, en el modo en que el pelo de Jonathan Harker se vuelve cano o en el momento en que Drácula recoge en su mano las lágrimas de Mina para convertirlas en diamantes.
Se puede afirmar que la película es muy teatral en decorados, vestuario e incluso actuaciones. Los llamativos colores del vestuario, así como su complejidad y peculiar estilo restan protagonismo al decorado. De este modo, la sencillez abunda en las estancias y exteriores (hay que recordar en este punto que la película fue rodada íntegramente en estudio, aunque parezca difícil de creer), centrando aún más la atención del espectador en los personajes. 

Por otro lado, existe un uso reiterado de ciertos recursos clásicos del cine, como el precioso juego de sobras proyectadas sobre el fondo en un claro homenaje a Nosferatu (Nosferatu, 1922) y referencias a los inicios del cine, incluso llegando a rodar una escena a manivela con una cámara Pathé.
El Drácula de Coppola es un personaje trágico, capaz de emocionar al espectador. De hecho, el eje central de la película no es el terror, como cabe esperar, sino el romanticismo. Drácula es sensible, capaz de ser compasivo, emocionarse y llorar, y tiene un punto de ternura que le convierte en el Drácula más complejo hasta la fecha, sustituyendo a la figura de monstruo chupasangre. Lo que mueve a Drácula no es la sed de sangre ni unos malvados sentimientos hacia la raza humana, sino el amor. Aunque no se puede olvidar su lado oscuro y sobrenatural, claro. En este sentido, Coppola nos presenta al Drácula más polimorfo de la historia del cine. Podemos verle representado como un viejo decrépito, un hombre-lobo, un murciélago gigante, un montón de ratas, un demonio, un joven romántico (que pasea a plena luz del día), o incluso una niebla verde. También puede poseer el cuerpo de lobos (gracias a ello consigue rejuvenecer durante su viaje a Inglaterra) y comunicarse con ellos. La gran variedad de enfoques con que es tratado el personaje permiten al brillante Gary Oldman exhibir sus dotes interpretativas, lo que le supuso un reconocimiento internacional. Con respecto al resto de personajes, están representados todos los de la novela, pero resalta por encima de todos ellos Abraham Van Helsing, científico con un punto de locura y genialidad que encarna Anthony Hopkins rivalizando con el mismísimo Peter Cushing.

Siempre se ha hablado de la excelente interpretación de los actores de Drácula. No es algo casual, sino que fue fruto de una convivencia que pudieron disfrutar todos los actores con Coppola y el equipo de producción un mes antes de comenzar el rodaje. Esto dio oportunidad a los actores para conocerse, ensayar o incluso proponer nuevas ideas que era incorporadas al guión. A través de esta idea de Coppola se puede comprender la reconocida fama que posee como director de actores.
La película es imprescindible, y realmente su mayor hándicap (y el punto en el que la mayoría de discusiones confluyen) reside en las infidelidades a la novela original, llamativas precisamente por el hecho de incluir al autor de la novela en el título del filme. Respecto a este tema, Christopher Lee llegó a afirmar: “Coppola ha hecho una película titulada Drácula de Bram Stoker. No lo era.”

Drácula 2001 (Dracula 2000, 2000)

Patrick Lussier tras las cámaras y Wes Craven como productor intentan realizar una buena película. Los insensatos que se hayan aventurado a verla estarán de acuerdo en que no lo consiguen ni por asomo. La película es pretenciosa, y sus irritantes personajes no ayudan a disfrutarla lo más mínimo. Existen numerosas referencias al Drácula de la novela y al de Coppola (“Yo no bebo… café”). Como curiosidad, Abraham Van Helsing está encarnado por Chistopher Plummer, que repite en el papel de cazavampiros tras Nosferatu: príncipe de las tinieblas (Nosferatu a Venezia, 1988).Quizá la escena más interesante se produce durante el encuentro sexual entre Drácula y la protagonista femenina. El resto del metraje es patético y produce risa sin pretenderlo. Gerard Butler encarnando a Drácula pone de su parte, pero el pobre guión y la nefasta dirección no salvan a la película de convertirse en una de las más prescidibles películas de Drácula hasta la fecha.
Uno no puede creer que Drácula 2000 pueda tener secuelas. Y sin embargo tiene dos. Huelga decir que son muy inferiores a la primera entrega. Afortunadamente, han sido estrenadas directamente en vídeo, por lo que han trascendido poco. Cabe la posibilidad de que alguna de estas películas esté disponible en vuestro videoclub más cercano, en tal caso… corred, insensatos.

Van Helsing (Van Helsing, 2004)
 

Stephen Sommers, responsable de La Momia (The Mummy, 1999), realiza esta entretenida revisión de las “ensaladas de monstruos” de la Universal. Así, podemos ver al Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Drácula, licántropos o al monstruo de Frankenstein juntos en una película. Aunque juega con elementos clásicos como las sombras o el blanco y negro del prólogo, la principal diferencia con respecto a las clásicas películas de la Universal es que se intenta crear una relación entre los “monstruos”. Hugh Jackman se pone en la piel de Gabriel Van Helsing (no, no es Abraham), un cazador de monstruos que trabaja para una organización eclesiástica secreta que protege a la humanidad. Su última misión consiste en viajar a Transilvania para acabar con Drácula. En esta ocasión la capa del príncipe de las tinieblas se la pone sobre los hombros el polifacético Richard Roxburgh.
Es recomendable disfrutarla en versión original (en realidad es un consejo para todo el cine)para apreciar mejor la interpretación de los actores, especialmente la voz de Drácula, excepcionalmente modulada por Roxburgh. Por el contrario, Kate Beckinsale sale perjudicada sin doblaje, mostrando una actuación completamente plana y con la que no transmite absolutamente nada al espectador.
En esta ocasión, Drácula urde un plan para poder tener descendencia, y es ayudado (a voluntad o no) por varios personajes. Entre ellos hay unos pequeños seres llamados Dwergis que recuerdan bastante a los Jawa de La Guerra de las Galaxias (Star Wars: Episode IV – A New Hope, 1977).
A lo largo de la película se pueden observar planteamientos nuevos y originales, como la forma de convertirse en licántropo. En este caso, los humanos, durante su transformación en lobo, sufren una dolorosa mutación en la cual se arrancan la piel a tiras descubriendo la piel de lobo bajo la humana.
Es una película de aventuras y fantasía, no de terror. En ocasiones se hace patente que va dirigido a un público más bien infantil, por lo que se comprende que la estructura sea bastante previsible y que haya varias intervenciones humorísticas a lo largo del metraje para restar tensión. Un guión sencillo, unos buenos efectos especiales y unas actuaciones (en general) correctas que pueden hacernos pasar un buen rato sin pretensiones.

 

¿Qué nos deparará el futuro? ¿Cómo tratarán al personaje las películas venideras? Por el momento, la próxima entrega se centrará en las representaciones más bizarras, curiosas y raras del cine.¡No os lo perdáis!

 

 

La morsa verde

Amante de la ciencia ficción, el terror y la fantasía, tanto en versión cinematográfica como literaria.

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