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Crítica: «Perros de paja». ¿Puede el cordero convertirse en lobo?

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"En la China antigua los perros de paja (muñecos que imitaban perros y estaban rellenos de paja) se utilizaban para las ceremonias rituales. Estos muñecos eran una ceremonia a los dioses, por lo que eran tratados durante el ritual con la mayor de las reverencias."

Así es como James Marsden, en la piel del guionista David Sumner, define a sus nuevos vecinos de un pueblo sureño de los Estados Unidos. Viejas glorias del futbol americano durante en el instituto y ahora poco más que chapuzas ávidos de alcohol y caza furtiva.

Una situación que ya se convirtió en un hecho algo más que incómodo en el film original de Sam Peckinpah, quien consagró "Perros de paja" como una obra maestra allá por el año 71.

Y claro, con un listón tan alto, a su nuevo director, Rod Lurie, no podían más que lloverle malas críticas de fans indignados con un remake que, si no es una mala película (que todo hay que decirlo), está tildado por muchos de innecesario.

Y lo cierto es que puede que la versión actual tenga algunos cambios de guión que a veces resultan algo bruscos, o que haya demasiados personajes absurdos (como la hija del antiguo entrenador de fútbol, que se pasa media película provocando a un pobre hombre deficiente). Pero el hecho es que Rod Lurie hace sentir al espectador emociones bastante complejas de plasmar en la pantalla.

En no pocas ocasiones consigue que la tensión de la sala se pueda cortar con un cuchillo, creando situaciones realmente incómodas entre el protagonista (un James Marsden que ha demostrado ser capaz de hacer papeles más allá del género romántico e infantil) y la manada que sigue a Alexander Skarsgård, al que últimamente podemos ver (por suerte) en todas partes.

La eterna confrontación entre el empollón enclenque y el chico popular que le saca dos cabezas y que se lleva de calle a todas las mujeres, incluída la del protagonista.

Que esa es otra. La mujer. Personaje incomprensible donde los haya, ambigua sin sentido ni moraleja, y que pone a su marido en más problemas que los propios nativos del pueblo.

Pero el mensaje final es innegablemente bueno. ¿Puede el cordero convertirse en el lobo? ¿Puede un hombre inteligente cazar a los que se burlan de que no es un buen cazador?

Para averiguarlo, hay que verla. Verla sin prejuicios y sin la obra original de Peckinpah como bandera, recordándonos que tal y cual detalle era mucho mejor en aquella cinta que vimos al hacer la primera comunión.

Porque la nueva "Perros de paja" no es una mala película. Remakes aparte.

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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