Críticas de cine

Crítica: «Sombras Tenebrosas». Bromas macabras

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Hace un par de años que recibimos la noticia de que "Sombras Tenebrosas" ("Dark Shadows"), el exitoso culebrón paranormal de TV que se emitía en USA allá por los años 60, iba a ser adaptada por, nada más y nada menos que Tim Burton, acompañado de un extenso elenco en el que no podían faltar sus imprescindibles Johnny Depp (que además produce) y Helena Bonham Carter.

Y el resultado ha sido esta bizarra y paródica adaptación, que mezcla la psicodelia visual de los años 70 (estética que ya explotó el director en "Eduardo Manostijeras") con su habitual oscuridad, englobando monstruos y desgarradores historias de amor al más puro estilo gótico.

Es lo que tiene mezclar dos mundos. Dos siglos. Porque el protagonista, Barnabas Collins (interpretado por un repetitivo Johnny Depp del que ya hablaremos más adelante), se planta en la década de los 70 después de que una bruja despechada (la espectacular Eva Green) le lanzara una maldición allá por 1752. La diferencia: que ahora Barnabas es un vampiro y nada, ni siquiera el amor o su propia familia, son como él recordaba.

Una historia que da mucha cabida al humor y a un sinfín de situaciones cómicas y a la que Burton no ha dudado en sacarle partido con este guión de que viene de manos del experto en idas de olla en lo que a nuevas versiones se refiere, Seth Grahame-Smith ("Orgullo y Prejuicio y Zombis" o "Abraham Lincoln: Cazador de vampiros"). Responsable del libreto al menos en segunda instancia, ya que este ha sido reescrito a partir de la versión inicial que llevó a cabo John August, guionista de "La novia cadáver", de la que podemos ver tantas referencias, tanto estéticas como argumentales, en este remake de "Sombras Tenebrosas": un amor desgarradoramente imposible, una fuerza sobrenatural que separa a los amantes, y los oscuros bosques que ya atormentaron una vez al Víctor de "La novia cadáver" y que ahora envuelven a Barnabas cada vez que éste va en pos de su amada, Victoria (sí, Burton tiene fijación por este nombre), para impedir su terrible e inevitable final.

Todo ello estampado en los románticos y melancólicos escenarios, y apoyado por esa elegancia oscura que caracteriza a este particular director. Una joya visual, si no fuera porque resulta complicado discernir si aquél al que estamos viendo en la pantalla haciendo exagerados aspavientos es Jack Sparrow, Willy Wonka o, por el contrario, el Barnabas Collins loco de amor que nos plantea la historia, y que más parece un playboy con el que pronto se evapora el idea romántico.

Porque, como ya pasó con Eduardo Manostijeras, parece que este joven (o ya no tan joven, a juzgar por los exagerados filtros de imagen que se aplican en algunas ocasiones o el abundante maquillaje) de ojeras pronunciadas, pelo grasiento y orejas puntiagudas, lleva locas a la mayoría de mujeres del metraje.

Y no dice que no a nada. Ni a la malévola (a la par que brillante) Eva Green, que se come no sólo la pantalla, sino también al actor fetiche por excelencia del gran Tim Burton.

Y no es la única. Porque el elenco de secundarios no podría ser más acertado; desde la niña-mujer Chloe Moretz (que ya poseía ese halo de madurez desde que contaba con muy poca edad) hasta Jackie Earle Haley, rarito oficial de Hollywood.

Michelle Pfeiffer, Helena Bonham Carter, Jonny Lee Miller, Gulliver McGrat y Bella Heathcote son otras figuas que, o bien se mantienen en su línea, como es el caso de las dos primeras, o pasan sin pena ni gloria (salvo la fugaz presencia de Christopher Lee, que arranca algún que otro grito de asombro).

Lo que no pasa desapercibido es el marcado estilo tétrico que, pese a tanta parodia, termina por adueñarse de la cinta, mezclándose el mundo de color y risa con la sangre y las bromas macabras, y mostrándonos, como sólo sabe hacer Tim Burton, que los finales felices no son como siempre nos han contado.

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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