Críticas de cine

Crítica: Shrek IV. Topicazo sólo para fans

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Tras una recaudación mundial de 2.200 millones de dólares, Dreamworks trata de ampliar su capital con la cuarta y última entrega de la saga que tantos beneficios ha reportado a la compañía: “Shrek. Felices para siempre”.
 
Y es que, pese a la animación, que no supone nada del otro mundo, o a los guiones fáciles y caóticos que hacen que el contenido de los dos films anteriores (a excepción de alguna mítica escena) sea tan sencillo de olvidar, las aventuras del ogro verde han cautivado a un número de espectadores que siempre supera las expectativas de la crítica.
 
Porque, en lo que a calidad se refiere (visual y argumentalmente hablando), esta saga que tantos fans ha cosechado deja bastante que desear.

Los rostros de los personajes carecen de expresividad debido al empleo de la anticuada técnica de captura de movimiento (tan utilizada por Robert Zemeckis), y Mike Mitchell, responsable de la segunda entrega y de esta última, no ha hecho nada para subsanar estos errores.
 
Pero, tan solo explicado por el carisma de los protagonistas (potenciado por los actores que les han prestado su voz), por el carácter irreverente e innovador del primer film y por el hecho de que no se requiere de explicación alguna para que algo se convierta en un éxito de masas, Shrek ha constituido todo un fenómeno en el mundo de la animación.
 
Y, en contraposición con la originalidad de la trama que nos muestra la primera entrega poniendo patas arriba a todos los cuentos de hadas que nos contaron de pequeños, “Shrek. Felices para siempre” se estanca en un topicazo donde los haya, que podría resumirse con la siguiente frase: “no hay nada como el hogar”.
 

Así, el film nos coloca ante un Shrek cansado de vivir la repetitiva vida diaria que un matrimonio con Fiona y una buena colección de retoños le han proporcionado. Añorante de los tiempos en los que era temido por su naturaleza de ogro, Shrek firma un acuerdo con un engañoso duende, Rumpelstiltskin, en el que entrega un día de su vida a cambio de poder pasar otro como ogro.
 
Pero el día entregado resulta ser el de su nacimiento, y nuestro monstruo se verá en medio de un mundo plagado de las consecuencias de que él jamás hubiera existido, en el que tendrá que luchar para conseguir lo único que podrá romper el acuerdo: un beso de amor verdadero de una muy cambiada Fiona.

El argumento es tan típico que incluso recuerda al viaje surrealista que Dorothy realiza a través del mundo de Oz para poder volver a su monótona vida en el estado de Kansas.
 
En definitiva, se trata de una película sólo para amantes del ogro verde (entre los que, inexplicablemente, me incluyo).

La escena: el gato con botas del mundo alternativo comiéndose a la galletita de jengibre, con el posterior comentario de “¿Te la ibas a comer tú?”.

Marta C. Catalán

Foto, vídeo y gestión cultural. Aprendiendo a gestionar vías de escape al aburrimiento.

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