Críticas de cómics

Crítica: “Hanzo, el Camino del Asesino vol 8”. Sicarios unidos no pueden ser vencidos.

Resumen de la Crítica

General
Guíon
Dibujo
Personajes
Historia
Edición

“Sabes lluvia, el hombre es un ser extraño. Sólo al hombre se le ha otorgado el talento de olvidarse de sí mismo”

A punto del gran desenlace, las ganas por devorar cada volumen siguen intactas.

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A punto de alcanzar el final de la obra, la estructura de la misma continúa repartiéndose entre las nuevas amenazas individuales a las que se enfrentan Ieyasu y Nobunaga otorgando a Hanzo la responsabilidad de defender sus vidas; las del destino del país, las colectivas, con los distintos señores de la guerra como obstáculos para lograr sus planes de poder en el campo de batalla; y las escenas cerradas ya sea en entornos domésticos o en reuniones estratégicas que permiten conocer un poquito más, si todavía era posible, a las principales espadas de esta magna obra.

En cuando a los enemigos en la sombra, el presente volumen nos obsequia con un diseño de personajes y modus operandi muy bien ejecutados, desarrollados y con mucha fuerza visual. Por ejemplo Zenjubo Dos Balas, un experto francotirador siempre acompañado de dos mujeres. Tuerto del ojo izquierdo, su historia sirve como pausa en la gran historia central de la obra y funciona como perfecto complemento y relato independiente de la misma. Recurso muy utilizado por los autores a lo largo de su trayectoria profesional para no repetir esquemas y entretener con otros escenarios, personajes y riqueza gráfica, funcionan como episodios independientes que se unirán a la trama principal como planteamiento centralizador de ambas con desenlace incierto, que servirán para dar más dramatismo al destino de los personajes principales así como para conocer de primera mano los entresijos que esconden los nuevos. Lo bueno de este ejemplo es que permite acercarnos al pasado y motivaciones de este peculiar asesino, siempre acompañado de dos mujeres cuyo vínculo nos regala una pedazo historia de sexo y muerte que muestra a la claras la dureza de la vida civil en estos tiempos cuando estábamos anestesiados por el clamor de la batalla y las estrategias militares. El recurso utilizado por los autores para contar la historia de Zenjubo contado en primera persona sustituyendo al lector por la lluvia, me parece sencillamente colosal.

El otro enfrentamiento a lo street fighter viene de la mano del dúo mortal formado por Kumobiki y Nagakubi, una misteriosa pareja de asesinos con la falsa apariencia de un vejete educado y estirado y una mujer de mirada vacía y fría. Su aparición y desaparición fantasmal da ese toque casi fantástico que ya vimos en anteriores sicarios y que al margen de que sirve como perfecta presentación de personajes, es la señal necesaria para certificar la presencia de otra gran amenaza que acreditará el gran empaque de estas microhistorias en esta serie y que por mucho que los acontecimientos relevantes estén a punto de resolverse, todavía hay motivos para disfrutar de grandes ideas y conceptos. Es una pasada recrearse en las distintas técnicas de estos asesinos, cada una distinta al del anterior pero que lejos de repetirse ofrecen una imaginería en sus creaciones enorme, colmando las ansias de los autores en este tipo de parcelas independientes en su obra, para desconectar de la historia río principal y dejarse llevar por otras inquietudes artísticas que por el peso de la ambición literaria que Hanzo demuestra, no pueden permitirse en demasía. No obstante, como ya hemos visto en anteriores volúmenes, mientras que en el combate se buscan competencias territoriales, con el recurso de estos asesinos se intenta cortar la cabeza pensante en esos objetivos, de ahí que la guerra no solo se libre en el campo de batalla sino también en el familiar contra los invitados indeseados que se cuelan en palacio.

Entrando ya en el terreno principal, esto es, el avance de la coalición Ieyasu-Nobunaga, el espectáculo visual de los grandes enfrentamientos no disminuye. El arte de Kojima llega a tal nivel que los escalofríos empiezan a recorrer el cuerpo a medida que uno pasa las páginas. Este dibujante no es de esta tierra, su existencia ha sido un regalo divino que me hace creer que hay un dios hay fuera que quiere demostrar lo que el hombre puede hacer con un lápiz y un papel. Las líneas cinéticas deberían llamarse líneas Kojima. El contraste de luces y sombras es perfecto, los cuerpos saliendo de la oscuridad para acudir al enfrentamiento físico a plena luz funciona como metáfora gráfica del terror del momento inicial contra el desfogue de la batalla final, para luego ennegrecer su resultado con un negro total pofr el encontronazo de una muerte segura desde el principio, reflejándolo con la ristras de cuerpos de aquellos cuya voluntad había absorbido el terror inicial. Pero no se queda ahí la cosa, como en anteriores ocasiones dada cuenta el realismo en los rostros, movimientos y gestos, es en las escenas más íntimas donde la tensión por las decisiones tomadas es más creíble aún si cabe, como la escena mejor interpretada en una obra de teatro. Los cambios de humor, la angustia ante una mala noticia así como la felicidad al conseguir un poquito de nada, provocan que cada viñeta se transforme en una ventana al pasado donde nos convertimos en confidentes de estas personalidades.

Ya queda menos para el gran desenlace y las ganas por devorar cada volumen siguen intactas a pesar de llevar casi 4.000 páginas del mejor arte gráfico-narrativo que uno puede encontrar en las librerías.

Hanzo No Mon, Koike Shoin Publishing Co. Hanzo, el Camino del Asesino nº 8, ECC Ediciones. Rústico. Blanco y Negro. 465 pags. PVP: 14,95 €. Fecha de edición: Diciembre 2015.

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