Reportajes de cine

Drácula en el cine (V): Rarezas

En esta última entrega se repasan las películas más bizarras, desconocidas y extrañas del príncipe de las tinieblas. Aunque muchas de las películas que aquí se describen son completamente desconocidas para la mayor parte del público, merecen un hueco en este reportaje, ya que aportan nuevos y originales enfoques a la figura de Drácula.

Sangre para Drácula (Blood for Dracula AKA Andy Warhol's Dracula, 1974)

Paul Morrisey, colaborador habitual de Andy Warhol, dirige esta hipersexualizada versión de Drácula. Se rodó con el mismo equipo que Carne para Frankenstein (Flesh for Frankenstein, 1973) y casi de forma simultánea, con lo que se abarataron costes. El sexo está presente de forma más o menos explícita a lo largo de todo el metraje (incluso en la forma que tiene Drácula de beber sangre) , lo que le costó a la cinta la clasificación X en su estreno.En los títulos de crédito se puede ver a Drácula maquillándose y enseñando los dientes a cámara, evidenciando su naturaleza. Este Drácula, encarnado por Udo Kier, es el más femenino y ambiguo hasta la fecha, lo que tiene cierto sentido si recordamos que Andy Warhol tenía un alter ego femenino. Tiene aspecto frágil, algo que refuerza una abrumadora melancolía y el inaudito hecho de que sea vegetariano.
En este caso, Drácula se muere lentamente en su morada. Necesita sangre de una virgen para mantenerse "vivo", y en su decadente castillo ya no dispone de ella. Está muy débil y es muy dependiente. Por ello, un sirviente (que ejerce más bien de tutor) le acompaña en su salida del castillo protagonizando un desesperado intento por sobrevivir. La búsqueda de sangre hace a Drácula viajar hasta Italia (es difícil contextualizar más la historia, ya que se juega con elementos de varias épocas, construyendo un entorno muy particular en el que desarrollar la acción), donde acaba siendo acogido en la mansión de una familia en evidente declive que ve en el conde la oportunidad para mantenerse a flote. En la casa conviven los padres (el padre está interpretado por Vittorio di Sica, en una de sus últimas apariciones), sus cuatro hijas y un joven y apuesto sirviente. Este singular vampiro produce rechazo en las mujeres en su primer contacto, suavizado por el hecho de pertenecer a la nobleza, aunque ésta sea lejana y desconocida. No tiene un poder magnético sobre el sexo opuesto, excepto después de la mordedura, tras la que puede controlar a la víctima. A pesar de que los padres aseguran que sus hijas son vírgenes, pronto descubrimos qué sucede si Drácula bebe sangre de una mujer impura: se le torna la cara de color verde intenso (utilizando filtros de color), vomita la sangre y se debilita aún más. El apuesto criado de la casa, ejerciendo de un Van Helsing de lo más peculiar, se encarga de desvirgar a la hija menor de la familia para evitar que caiga en las redes del vampiro, además de ser el artífice del inevitable y trágico final.
Es una película muy particular, realizada más como expresión artística que como vehículo de una historia. Plagada de metáforas y símbolos del movimiento pop-art, hará las delicias de los fans de Andy Warhol y la mítica Factory.
 

El Conde Drácula (Nachts, wenn Dracula erwacht,1970)

El título original, traducido al español, es "Por la noche, cuando Drácula despierta". Esta película de Jesús Franco (también conocido como Jess Franco) se jacta al inicio de ser la adaptación más fiel a la novela original de Stoker. A medida que avanza el filme, el guión va cambiando hasta convertirse en algo… difícil de clasificar, dejando patente el engaño.
Sin embargo puede presumir de reunir a dos actores que permanecen en la memoria colectiva encarnando a Drácula: Christopher Lee (de la era Hammer) y Klaus Kinski (el Nosferatu de 1979 y que repitió en1988). Este último consigue una memorable interpretación en el papel de Reinfield (la leyenda cuenta que incluso comió moscas de verdad para conferir veracidad), siendo quizá la representación más inquietante de este personaje hasta la fecha.
A pesar del elenco, la película contaba con un escaso presupuesto. Esto se puede comprobar, por ejemplo, si uno se fija en los "lobos", que no son más que simples pastores alemanes. La película no presenta muchos diálogos, y se pierde en largas secuencias silentes que pueden llegar a ser un poco pesadas para el espectador.
Como conclusión, nos haremos eco de unas palabras de Christopher Lee en la biografía escrita por Jonathan Rigby: “Sabiendo como procede Harry Alan Towers (productor de la película), no puedes asombrarte si la película no es buena. Y me habría sorprendido gratamente si lo hubiera sido”.

Drácula un muerto muy contento y feliz (DraculaDead and Loving It, 1995)

Mel Brooks dirige esta parodia que hace referencia a las anteriores versiones del clásico de Stoker, y especialmente a la de Coppola. El material del que dispone es indudablemente bueno (toda la mitología de los vampiros), pero Brooks no consigue hacernos reír más que con uno o dos gags.
El guión parece pretender seriedad en algunos momentos, se aleja del humor absurdo que tan bien le va a Leslie Nielsen y cae en el más estrepitoso aburrimiento. Una auténtica decepción.

 

El gran amor del conde Drácula (El gran amor del conde Drácula,1972)

Esta película, dirigida por Javier Aguirre, es una de las escasas adaptaciones de Drácula producidas en España. A pesar del escepticismo con el que se pueda afrontar, es una digna película que bebe directamente de la época Hammer, mezclando el terror y el gore con el erotismo.
Un grupo de cinco excursionistas que visitaban Transilvania sufren un aparatoso accidente, por lo que acaban siendo acogidos por el misterioso Doctor Wendell (que no es otro que Paul Naschy). Una vez allí, el desdichado grupo descubre que su anfitrión no vive en una casa corriente, sino en la morada de un antiguo vampiro.
La película es entretenida y mantiene el tipo hasta la recta final, momento en el cual hay un inexplicable punto y aparte, tras el cual se acaban los diálogos y, por qué no decirlo, la lógica. La valoración global de la cinta es buena, y cumple el cometido de entretener. Eso sí, hay que tomarla con sentido del humor.

 

Drácula 3000 (Dracula 3000: Infinite Darkness, 2004)

Esta infame película, protagonizada por Casper Van Dien y la ex-vigilante de la playa Erika Eleniak, se sitúa (como indica su título) en el año 3000. La tripulación de una nave de rescate que navega por el sistema Cárpatos descubre una nave a la deriva (aparentemente abandonada) llamada Demeter, por lo que se deciden a explorarla.
La película está repleta de referencias a la novela, desde los nombres de la tripulación (Capitán Abraham Van Helsing) hasta Orlok (como se llama Drácula en clara alusión al Nosferatu de Murnau). Incluso cuenta con un actor que encarnó a Drácula en la película de Paul Morrisey que revisamos en esta entrega: Udo Kier, que representa el papel de Capitán Varna y aparece en vídeos que explican la situación de la Demeter al atónito espectador.
La cinta es realmente muy (pero que muy) mala. La fatídica contextualización del año 3000, la irritante dirección que abusa del primerísimo primer plano de forma obsesiva, el maquillaje y vestuario que hacen que la cara de Drácula parezca tan artificial como las exageradas armas (de plástico) que portan los protagonistas… Todo es un verdadero disparate. Pero absolutamente nada es comparable al guión, que es un desvarío en toda regla.
Si bien es cierto que el fatídico guión puede hacernos reír a mandíbula batiente sin pretenderlo, la vergüenza ajena que el espectador sufre al escuchar frases del tipo: "¡A este menda le molan las matemáticas!" o "Vas a morir y no va a ser teatro" (con el agravante de salir de la boca de unos personajes de lo más insoportable) hace que uno se pregunte la razón por la que está perdiendo el tiempo viendo esta película, a qué asunto de provecho se podría haber destinado el presupuesto de la cinta, o si es posible sufrir daños neurológicos tras el visionado.
 

Drácula negro (Blacula, 1972)

En pleno auge del blackxplotation, era de esperar una adaptación de Drácula. Puede parecer algo forzada, pero en realidad es entretenida y quizá sea la de mayor calidad de esta entrega de Drácula en el cine.
La película está bien llevada, con una clara inspiración en la Hammer, y con el añadido de música funk tan típica de la época. El guión es original, y está salpicado de crítica social que denuncia el racismo presente en las calles de Estados Unidos en los años setenta.
El filme comienza a perder fuelle a medida que avanza el metraje, y el tramo final, carente de banda sonora, se hace bastante pesado. Sin embargo, en conjunto, podemos asegurar que es una película que merece la pena ser vista. Además, gracias a ella sabemos el cóctel que pide Drácula en un bar. Un Bloody Mary, por supuesto.

 

Tiempos duros para Drácula (Tiempos duros para Drácula, 1976)

Esta producción española, en conjunto con Argentina, plantea una demencial historia, en la que el último descendiente Drácula intenta sobrevivir a los años setenta.
Este particular Drácula es el más (ridículamente) humano de todos sus antecesores: se refleja en los espejos, puede caminar a la luz del sol, porta una camiseta de Mickey Mouse gastada, vive en un apartamento de barrio… E intenta ganarse la vida como buenamente puede: convierte su castillo en una cutre atracción turística, rueda anuncios, canta música pop con melena rubia y chaqueta de lentejuelas… Todo va más o menos bien hasta que se rompe accidentalmente uno de sus colmillos. Con ello, la autoestima de este personaje se ve dañada hasta el punto en el que tiene que visitar a un psiquiatra para que le asesore y le ayude a pasar la mala época.
Esta película, repleta de humor absurdo, presenta a un Drácula patético, un fracasado incapaz de satisfacer sus instintos naturales como vampiro. Esta original propuesta ha de verse sin pretensiones, ya que puede resultar un poco lenta y, en ocasiones, se vuelve extremadamente absurda para el espectador convencional.

 

El perro de Satán (Zoltan) (Drácula’s dog AKA Zoltan, Hound of Dracula, 1978)

Analizamos ahora una película cuyo título desvela el protagonista: un perro vampiro. Y (casualmente) toda la película está llena de perros, lo que convierte a estos animales en los protagonistas absolutos del filme, dejando en un plano secundario a los humanos.
¿Y cómo un perro puede convertirse en vampiro? Pues siendo mordido por un vampiro, claro. En este caso hay que destacar que el murciélago utilizado en la escena es de carne y hueso, no una marioneta como las que estamos acostumbrados a ver en películas de bajo prespuesto.
El perro vampiro (que es de la raza Dóberman, por lo que puede resultar algo inquietante) dedica su no-vida a intentar convertir al último descendiente de la familia Drácula (convenientemente llamado Michael Drake), aunque para ello deba morder a todo bicho viviente que se le interponga.
La película no es precisamente buena, ya que se eterniza en secuencias sin importancia y los diálogos son exageradamente obvios, pero bien merece un visionado, aunque sólo sea por lo extremadamente bizarra que es.

 

Existen numerosas adaptaciones, versiones y perversiones del mito de Drácula, como Billy el niño contra Drácula (Billy the Kid vs Dracula, 1966), Santo en el tesoro de Drácula (1969), Dracula contra Frankenstein (1972), Drácula en Estambul (Drakula Istanbul'Da, 1953) o Bonnie & Clyde vs. Dracula (2008), así como las venideras Drácula 3D de Dario Argento o Dracula: year zero.

A día de hoy, el personaje está sufriendo un injusto estancamiento tras un obvio declive. Lo estaba en 1958, cuando la Hammer le dio color y consiguió infundir terror al espectador. También lo estaba en 1992, cuando Coppola lo resucitó, lo desempolvó, y lo convirtió (de nuevo) en un icono. De modo que no se puede perder la esperanza. Quizá algún avezado director nos presente algún día una adaptación fiel de la brillante novela de Stoker, que nos haga estremecer y nos fascine a la vez.

 

 

No hay vida en este cuerpo.
Yo soy nada, sin vida, sin alma […] odiado y temido, estoy muerto para todo el mundo.
Escuchame… yo soy el monstruo al que los hombres vivos matarian.
Yo soy Drácula.

 

Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula, 1992)

La morsa verde

Amante de la ciencia ficción, el terror y la fantasía, tanto en versión cinematográfica como literaria.

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