Críticas de videojuegos

Análisis de Metro Awakening para PS VR2

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Sonido
Jugabilidad
Duración

Imprescindible si tienes PS VR2

Un gran juego que potencia el mundo de Metro en la VR

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Metro Awakening, el primer título de la saga en realidad virtual, desarrollado por Vertigo Games y publicado por Deep Silver, aterriza en PS VR2 como un misil balístico: directo al corazón de lo que hace grande a esta franquicia.

Lanzado el 7 de noviembre de 2024, es una precuela ambientada pocos años antes de Metro 2033, donde tomas el rol de Serdar, un superviviente condenado a vagar por los túneles nucleares de Moscú en busca de redención personal. Como experiencia VR casi lo clava, con momentos de esos que no olvidas y con ingeniosas mecánicas que le dan una personalidad especial y que hacen de este un título único y una experiencia casi imprescindible si tienes el dispositivo adecuado.

Vamos a desgranarlo en esta reseña intentando que, como nosotros, sientas el polvo radiactivo en tus guantes. Nosotros lo hemos disfrutado en PS VR2 por cortesía de Plaion, pero también está disponible para MetaQuest 2 y 3, Steam VR y Viveport.

Bienvenidos al Metro de Moscú

Si conocéis el «universo» creado por Dmitry Glukhovsky ya sabéis de que va esto… El mundo ha terminado en un flash nuclear, y lo que queda de la humanidad se refugia en el metro subterráneo de Moscú, un laberinto de hormigón agrietado donde cada sombra podría ser un mutante babeante o un bandido con sed de tus filtros de gas. Awakening no se sale de este guión y sigue fiel a la esencia de Glukhovsky, el novelista original que aquí firma también el guion del juego, pero la VR le da una nueva profundidad y una inmersión que es una verdadera locura.

Juegas como Serdar, un tipo atormentado por su pasado (sin spoilear: involucra pérdida y decisiones morales que te harán cuestionar si eres el héroe o el villano). Su misión: rescatar a su amada de las garras de una secta siniestra mientras exploras estaciones abandonadas, enfrentas facciones rivales y lidias con la escasez eterna de balas y oxígeno. La narrativa es lineal, dividida en 12 capítulos que duran más de 12 horas, pero con ramificaciones que afectan al final… a ver, nada revolucionario a estas alturas, pero que en VR no está tan visto. De hecho sientes que cada diálogo cara a cara con PNJs (gracias a un motion capture más que decente) se siente como una confesión en la penumbra.

Inmersión pura

Vertigo Games, los genios detrás de Arizona Sunshine, han pillado el alma de Metro: esa atmósfera opresiva donde el horror no viene solo de los jumpscares, esos sustos infartantes que te van a hacer plantear si seguir jugando… el terror aquí también viene del crujido constante, de gritos lejanos, de la incertidumbre que te espera tras cada esquina.

En PSVR2, el OLED brilla (nunca mejor dicho) con negros profundos que hacen que los túneles parezcan pozos sin fondo. La iluminación dinámica es magistral y aporta un realismo añadido: faroles parpadeantes proyectan sombras que bailan como fantasmas, fogatas que parecen desprender calor real, y cuando sales a la superficie (pocos pero gloriosos momentos), el cielo tóxico te aplasta con su vastedad desolada.

Gráficamente tiene una nitidez asombrosa aunque no puntera, pero compensa con detalles post-apocalíptico: esas ratas correteando entre escombros que casi tienes que saltar, hongos luminosos trepando por las paredes, y cadáveres en descomposición que te hacen apartar la mirada (o no, si eres de los valientes) Y todo corre a 90 FPS estables en PS5, con caídas mínimas… y se nota esta estabilidad cuando tienes la pantalla(s) tan cerca de tus ojos.

Un gameplay que salva un Apocalipsis

Metro siempre ha ido sobre supervivencia cruda, y en VR eso se traduce en mecánicas que te hacen sudar las manos virtuales. Literalmente. Olvídate de menús abstractos: aquí, todo es físico ya que accedes a todo a través de tu mochila, ese será un inventario táctil. La agarras, abres cremalleras, rebuscas en bolsillos para sacar balas, filtros o cuchillos, y sientes el peso en los Sense Controllers. La dinamo para recargar baterías la tienes que mover a mano, las puertas pesan en sus goznes oxidados… y ese genial detalle del reloj, que te marca la hora real, por si pierdes la noción del tiempo.

Recargar es poesía letal: expulsas el cargador con un tirón, lo dejas caer al suelo (¡con física real!), y encajas el nuevo con un clic satisfactorio que vibra hasta los huesos gracias a los hápticos adaptativos. Recarga la pistola y apunta rápido, que aquí los enemigos no dan tregua y se mueven escurridizos, veloces, se ocultan, te emboscan…

Las armas son pocas pero icónicas: el revólver bastardo (ese cacharro improvisado que se atascará en el peor momento), una escopeta de tambor giratorio que parece un juguete steampunk y el crossbow para el sigilo. Cada disparo tiene retroceso que te sacude el brazo, y el gas tóxico obliga a ponerte la máscara manualmente (inhala mal, y el HUD se nubla, simulando asfixia).

Y uno de los detalles que se te quedan grabados… En PSVR2, la vibración del headset cuando las arañas te trepan por la cabeza es un detalle maestro que te deja paranoico. Menos mal que tiene opción para activar el modo aracnofobia y que a algunas personas no les de un auténtico infarto.

El combate mezcla acción y sigilo en proporciones perfectas. Los tiroteos son intensos pero no caóticos: cuentas balas como si fueran oro, y el apuntado manual (no hay asistente al apuntado, ojo) premia la precisión sobre el «vacía el cargador que alguna acertarás». El sistema de sigilo también aporta: te agachas en rincones oscuros, asomas la cabeza para espiar nosalises (esos mutantes cerdosos que gruñen como auténticas pesadillas), y un mal paso significa un salto al cuello que te arranca el alma.

Hay secciones de exploración con puzles ligeros (escalar tuberías, hackear puertas con cables sueltos y al principio cerrar válvulas, lo que se hace muy tedioso!) esos puzles fluyen sin frustraciones, gracias a un movimiento automático que evita los bugs de posicionamiento típicos en VR. Y el sonido… Dios, el sonido. Pasos lejanos que retumban en tu cráneo, el eco de balas rebotando en metal, gritos al final del pasillo como si se estuviera produciendo una matanza y diálogos rusos con subtítulos que te meten en la cultura eslava post-nuclear. Y todo amplificado por los auriculares de PSVR2. Brutal.

Algún «pero» antes de las conclusiones

Pero no todo es un paseo por el metro radiactivo. La historia empieza fuerte (personajes como Khan, el místico errante, añaden capas filosóficas a la saga), pero pierde fuelle de cara al acto final, donde los elementos sobrenaturales (visones alucinantes, sectas locas) se sienten forzados y menos amenazadores que los bandidos o mutantes con los que ya nos hemos visto las caras.

Su limitado arsenal también puede enfadar a muchos, así como su excesiva linealidad que, sin llegar a ser ni mucho menos un juego sobre raíles, siempre sientes que estás siendo guiado. El sigilo a veces se frustra con una IA predecible, más evidente en los humanos ya que los «bichos» mutantes suelen actuar de manera más errática… y eso es muy aterrador.

Pero estas pequeñas pegas no pueden empañar el sensacional trabajo realizado con Metro Awakening. Es un triunfo para PSVR2: captura la esencia de la saga y la multiplica proporcionalmente por su inmersión VR, convirtiéndolo en uno de los mejores juegos para este dispositivo. No es perfecto, pero sus altos son tan altos que te deja con ganas de más secuelas.

Si tienes PSVR2 y amas el survival horror con toda tu alma, compralo ya. Es como inhalar gas tóxico: adictivo, terrorífico y te cambia para siempre.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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