Críticas de cómics

Crítica: «Conan, el Bárbaro. Integral 3», La Reina de la Costa Negra.

Resumen de la Crítica

General
Guión
Dibujo
Personajes
Historia
Edición

Muy Recomendable

Una etapa mítica de una serie mítica. La adaptación que Roy Thomas hizo de un relato corto... y le ocupó más de tres años de la colección.

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Una historia corta, de apenas 60 páginas, escrita por Robert E. Howard en 1934 le serviría a Roy Thomas para rellenar más de tres años de le serie Conan the Barbarian. Fue a finales de los ’70 y con ella consagró la colección del cimmerio como un referente. De aquel relato corto sacó ORO, literalmente. Incluso le animó a seguir en la serie durante quince números más, pues Thomas tenía pensado abandonar la colección con el número 100, que serviría de despedida también de la mencionada saga.

La Reina de la Costa Negra no es el mejor relato de Howard sobre Conan, ni de lejos, pero contiene ese personaje clave que es Belit, autodenimonada diosa y líder de un pequeño ejército de piratas negros que, navegando en el velocísimo El Tigresa, siembran el terror en los mares del sur de este bárbaro mundo. Y si conoces el mencionado relato sabrás que poco se cuenta de la vida en común entre Conan y Belit. El grueso de la narración se detiene en detallar su erótico encuentro y la muerte de la pirata, dedicando pocas líneas a sus aventuras delictivas por los mares.

Ahí llegó Thomas, a rellenar ese hueco con buenas historias y, de paso, a desarrollar más profundamente el personaje de Belit y, por extensión, de los integrantes de la tripulación… y algún que otro secundario que pasa por allí. Y así, desde el número 58 hasta el 100 de Conan el Bárbaro, Roy Thomas y John Buscema nos narran esta dilatada y apasionada saga llamada también La Reina de la Costa Negra.

Como pasa con las buenas historias, ha sido repetidamente editada (y lo que le queda), y Planeta Cómic la publicó hace unos meses en su tercer volumen integral que recoge la serie en cuestión: el Conan clásico de Marvel. En realidad el inicio de la saga y la presentación de Belit sucedió en el tomo anterior, que aquí os reseñamos puntualmente, pero el núcleo y la conclusión de la saga se encuentra en este tercer volumen, de 640 páginas… y ni una sola de ellas tiene desperdicio.

A bordo de El Tigresa acompañaremos a Conan, Belit y sus piratas negros en múltiples aventuras. El tono general de las mismas girará sobre la pirata, que roba mucho protagonismo al cimmerio y en la que Thomas encontró un personaje riquísimo sobre el que trabajar. Alejada de los estereotipos de la época encontramos a una pirata decidida y valiente, aguerrida y soberbia, desinhibida y codiciosa… víctima de su ego e imperfecta, que en no pocas ocasiones nos saca de nuestras casillas por sus arrebatos de furia o de avaricia, hasta que entendemos su condición de pirata. Las contradicciones también hacen mella en el personaje y Thomas deja en evidencia el paso del tiempo cuando nos la presenta como cándida enamorada o celosa ceñuda, pero es algo que debemos saber disculpar pues no en vano se trata de cómics de hace… ¡más de 40 años! Ya solo ver a Belit rescatando a Conan merece una ovación… y eso se produce en repetidas ocasiones.

Aunque buena parte de las historias orbitan en la búsqueda del trono perdido de Belit, encontramos muchas otras que nada tienen que ver con aquello. Se nos explica como y cuando surge el apodo de Amra, como se conoce a Conan en los Reinos Negros… conocemos a Zula, un secundario de lujo que se ganó un puesto de honor entre los secundarios de la serie (y que sería destrozado en su infame versión cinematográfica de Conan el Destructor, puaj). Y cada una de estas aventuras, vibrantes y maravillosas, nos llevan hasta el gran final dramático, desgarrador. Una vez más vuelve Thomas a acertar y se ciñe al relato de Howard. Para contarnos las aventuras de la pareja tiró de su talento e inspiración, sazonado de referentes culturales (Tarzán, mitos egipcios, Mandrake el mago…) y una pizca de relatos random de Howard, pero para contarnos el final de Belit se contiene y vuelve a su raíz, al relato del creador original.

Ese capítulo final no solo mantiene toda la carga dramática que le impregnó Howard en su día, sino que se multiplica por todos los años que Belit ha pasado «viviendo» en el cómic, junto a su amado. Roy Thomas nos construyó durante tantos meses, tantas páginas, una familiaridad y una cercanía cálida junto a estos personajes, ya no solo Belit… ahí está N’Gora, M’Yaga, el propio Zula. De un contundente golpe nos separa de ellos, sin anestesia, haciendo que nos duelan cada una de las páginas de ese capítulo final y que comulguemos y entendamos el compungido rostro de Conan.

Si no conocéis esta saga, por favor leedla. La Reina de la Costa Negra ha sido versioneada también por Dark Horse y aquí os trajimos la reseña que Brian Wood hizo en su momento, otra maravilla sin duda. Pero la obra de Thomas tiene ese valor añadido de su permanencia en el tiempo y de saber aprovechar un personaje semi-plano que el escritor original casi no desarrolló. Convirtió un figurante en la vida de Conan en un igual, que marcaría para siempre al gigante bárbaro.

John Buscema acompaña con sus dibujos a Roy Thomas recreando el mundo Hyboreo con la maestría ya demostrada del tomo anterior. Recogió el testigo de Barry W. Smith y consiguió hacer suya la serie y el personaje mismo, pues a día de hoy es su Conan el que vemos cuando alguien nos pregunta por el personaje y lo imaginamos. Contribuye a esta leyenda gráfica el entintado de Ernie Chan, al que personalmente no apruebo. Siempre he pensado que su entintado es demasiado agresivo con los originales y confiere un tono más suave y redondeado a las angulosas y cortantes formas que Buscema luce en las aventuras previas, cuando no estaba siendo entintado por el filipino. Esto se nota mucho durante los pocos episodios que John Buscema está ausente (colapsado de trabajo por las otras colecciones «barbaras») y es sustituido por Howard Chaykin. Nada menos. Otra vez el entintado de Ernie Chan tapa el arte de Chaykin, y esto es así hasta tal punto que un ojo poco experimentado no sería capaz de advertir el cambio de dibujante.

Pero esto son debates artísticos menores ante lo que se cuenta. La Reina de la Costa Negra, Belit, el primer gran amor de Conan (no ligue, que de esos tuvo antes muchos). Una saga tan grande como larga, con sus altibajos y sus contradicciones, pero con una garra y una fuerza absolutamente fuera de discusión. Quizá la mejor etapa de uno de los mejores cómics que dio Marvel en su mejor época. Si, he repetido «mejor» tres veces, pero quería dejar patente el carácter absolutamente imborrable que tiene esta gran historia. Con ella se forjó y se hizo mito ese guerrero llamado Conan el bárbaro.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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