Críticas de videojuegos

Análisis de Borderlands 4, mejorando la fórmula

Gráficos
Sonido
Jugabilidad
Duración

Muy recomendable

Puede ser el mejor Borderlands. Tiene sus trabas, pero mejora en todo a los anteriores.

Valoración de los Usuarios Be the first one !

Borderlands 4, el último disparo de Gearbox que aterrizó el 12 de septiembre de 2025 es, exactamente, una especie de caos organizado: un looter-shooter que te envuelve en su espiral de balas y botines, pero con un giro que te hace cuestionar si estás jugando un videojuego o participando en una terapia grupal para adictos a la adrenalina.

Si has pasado por las anteriores entregas, sabes que Borderlands siempre ha sido un carnaval de violencia caricaturesca pero, esta vez, Gearbox ha decidido que ya basta de payasadas forzadas y que es hora de madurar… un poquito. ¿El resultado? Un juego que dispara a quemarropa a tus expectativas, acierta en la mayoría de los tiros, pero deja algunas balas de fogueo por el camino. Vamos a desmenuzarlo y analizarlo con la precisión de un codicioso busca cámaras.

Solo tienes que olvidarte de los errores cometidos en Borderlands 3 y asumir que 2K Games y Gearbox han sabido dar un paso adelante sin perder la identidad de la saga.

Primero, el gancho: la historia.

Olvídate de Pandora y sus arenas arenosas; Borderlands 4 nos lleva a Kairos, un planeta prisión dominado por el Cronoguardian, un villano inmortal que suena a supervillano de cómic barato pero que, milagrosamente, no es un charlatán con ego inflado como Jack o Lilith en su peor día. Este tipo ha implantado chips en la población para mantenerlos en una dictadura eterna y tú, como uno de los cuatro nuevos buscacamaras, eres el rebelde que llega para fastidiarle sus planes de dictador planetario.

Podemos elegir entre cuatro protagonistas (a los que se uniran más, via DLC, en el futuro). Tenemos a Harlowe, la científica de combate que lanza gadgets como si fueran confeti explosivo; Amon, el tanque que absorbe balas como una esponja borracha; Rafa, el exo-soldado (con el que nosotros hemos jugado); y Vex, la Sirena, capaz de invocar una mascota o copias de si misma.

La trama arranca con un holograma dorado que te explica el lore en dos minutos y, de ahí en adelante, simplemente tienes que disfrutar. Resumiéndolo mucho, resulta que en Kairos hay una de esas Cámaras tan codiciadas y por eso nosotros llegamos allí. Desgraciadamente al planeta se entra… pero no se puede salir (recordad que es un planeta prisión). Tendremos que aliarnos con los rebeldes que luchan contra la tiranía del Cronoguardián y terminar con él si queremos escapar.

Lo que más me sorprendió es cómo Gearbox ha pulido el guion. Después del desastre de chistes cringe en Borderlands 3, donde cada diálogo parecía escrito por un bot sin gracia, este Borderlands 4 opta por un tono más contenido. Las bromas siguen ahí, claro: un NPC quejándose de su implante cerebral mientras baila un tango con un skag mutante, o una misión donde rescatas a un robot que cree ser un chef francés. Pero no son bombardeos constantes: hay espacio para momentos serios, como diálogos sobre resistencia y opresión que te hacen pensar que incluso hay mensaje detras de tanto cafrerío y tanta escabechina. Pero nunca abandona el humor, incluso tiene chascarrillosy ocurrencias que te dejan riendo solo con el mando en las manos, recordando por qué amabas esta serie.

El Cronoguardián y sus lugartenientes (gobernantes de biomas como junglas electrificadas o desiertos de neón) añaden capas: no son caricaturas planas, sino amenazas con motivaciones que exploramos en misiones secundarias. Es como si Gearbox hubiera leído las quejas de los fans, tomado buena nota, y decidido a volver al Borderlands original pero implantando las mejoras necesarias por el paso del tiempo.

Ahora, el meollo: el gameplay.

Borderlands siempre ha ido sobre disparar, saquear y repetir, y el 4 no traiciona esa fórmula sagrada, pero la inyecta con esteroides de movilidad que la convierten en un ballet letal. Ya no hay zonas lineales separadas por cargas eternas. Bienvenido a un mundo abierto donde Kairos se despliega como un lienzo cel-shaded vibrante. Imagina biomas que pasan de ruinas cibernéticas a cañones flotantes en minutos, con motos deslizadoras que materializas de la nada para recorrer con rapidez cada zona y así surcar dunas o saltar grietas. Un acierto lo fácil que es obtenerla: un botón y zas, tu moto anti-gravedad lista para huir, viajar o… dejar a los enemigos comiendo polvo.

Pero el verdadero cambio de juego es la movilidad vertical. Puntos de agarre preestablecidos te permiten colgarte de torres como un Tarzán con esteroides, dobles saltos y trepar por muros abren combates aéreos gracias también a ese jetpack que te hace planear sobre hordas de enemigos como un halcón armado hasta los dientes. Ahora el combate es todavía más divertido: los tiroteos ya no son corridas en línea recta, sino danzas caóticas donde posicionarte es tan crucial como apuntar.

Y las armas, como no puede ser de otra manera, marcan la diferencia… Gearbox sigue siendo maestro en generar locura y destrucción procedural. Encuentras un rifle que dispara balas homing (de esas que persiguen al enemigo) con forma de pollos rabiosos, o un lanzagranadas que se sobrecalienta pero luego escupe fuego eterno. Un abanico casi infinito de aparatos híbridos generados aleatoriamente con un único fin: destruir y divertir.

Pero ojo, que las armas se crean proceduralmente y raro será que encuentres dos iguales por mucho que juegues.

Esto no para: juega solo o con carne de cañón… digo, amigos

En co-op, brilla más: cuatro jugadores sincronizando armas y estrategias para un asalto aéreo, o uno distrayendo mientras los demás saquean. Un acierto implementar el progreso compartido, pero ojo, el matchmaking casual a veces te empareja con novatos que mueren como moscas.

Las peleas con los numerosos jefes (y cabronazos) son épicas: arenas multi-nivel con fases que exigen movilidad, no solo balas. Es el combate más dinámico de la serie, evolucionando el loop sin romperlo. Es cierto que en ocasiones se vuelve algo caótico, con tal cantidad de enemigos, de efectos, de misiles… que no sabes ni por donde te vienen (pese a tener la típica brújula que te indica enemigos, puntos de interés, etc.) El juego parece entenderlo y si muerdes el polvo regresarás a un punto cercano pero con la pelea en el mismo momento en que la dejaste, es decir: los enemigos abatidos no hacen respawn.

En este juego nuestro personaje sube de nivel pero eso no significa que mejoren sus estadísticas… la ventaja que supone es que podremos usar armas y complementos de más nivel, es decir: solo podrás disparar con esa escopeta Nivel 20 cuando llegues a Nivel 20 con tu personaje. Esas mismas armas (y objetos) serán las que nos mejoren y aumenten nuestro daño, alcance, escudo, etc.

Pero no todo es tan maravilloso ya que el mundo abierto trae misiones de búsqueda tipo recadero que te mandan a rastrear y encontrar objetos a veces muy difíciles de localizar o que, al transportarlos, se te caen con facilidad y debes volver a empezar. Es frustrante, como si Gearbox no quisiera darlo todo al cien por cien.

El rey del cel shading

Gráficamente, Borderlands 4 es un festín cel-shaded actualizado en Unreal Engine 5. Kairos explota con colores: neones parpadeantes en Dominion City, junglas que chispean con energía temporal, desiertos donde el sol distorsiona como un mal viaje. Animaciones fluidas en combates, partículas de explosiones que pintan el cielo y modelos de enemigos detallados (esos cultistas con implantes glow-in-the-dark son oro). Pero, ay, el lado técnico: en PC parece reportar fallos de poping que en consola (PS5) es más estable, pero el frame rate baja en consola con los bosses más caóticos. Una cosa por otra.

El soundtrack mezcla rock industrial con toques electrónicos que pumpan la acción, y voces son el top: acentos variados para facciones, con un Cronoguardián que ronronea amenazas como un gato sádico. Por supuesto, todo en un perfecto doblaje al castellano en el que 2K y Gearbox han puesto todo el corazón y empeño. Como siempre. Las bromas, chascarrillos y burradas están localizadas de manera genial.

Conclusiones

La campaña tiene una duración más que aceptable y, si te preocupas en conseguir los trofeos y limpiar el mapa, ya te digo que vas a estar semanas con él. Tras la campaña aun hay mucho por hacer: arenas de desafío, raids cooperativos y un sistema de escalado que mantiene fresco el interés por conseguir botines. DLCs planeados expandirán el juego, y el mundo abierto invita a cazar coleccionables o cumplir eventos temporales como invasiones de skags cronales. Fácilmente 50+ horas si eres completista.

Borderlands 4 es un regreso a casa con reformas caras: más espacio, menos chistes malos, y un jardín de balas donde plantar tus pies. Gearbox corrige pecados pasados (humor forzado, linealidad) con movilidad que revitaliza el shooter, y una historia que por fin respira. Pero tropieza con bugs, misiones repetitivas y un mundo abierto que a veces se siente como un parque temático vacío entre atracciones.

¿Es el mejor Borderlands? Rivaliza con el 2 en diversión pura, supera al 3 en madurez… y empata al 1 con toda la sorpresa que fue aquella llegada a Pandora. Si amas este tipo de shooter, el abrir infinidad de cofres, el buscar recompensas, el acumular armas y armaduras, el cooperativo caótico y mundos que te invitan a romperlos, corre a por él: es catártico, adictivo, y te dejará con ampollas en los dedos de tanto disparar.

Pero lo mejor es que te arrancará muchas sonrisas y te dejará con ganas de volver a jugar para seguir la historia, para ver si consigues mejores armas y para, de una vez por todas, liberar ese planeta prisión y acabar con el maldito villano.

Borderlands vuelve a ser Borderlands.

Giacco

Redactor jefe de las secciones de Cómics y Videojuegos, así como presentador de muchos de los programas de Hello Friki Podcast.

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